¿Qué ves cuando me ves? | 01 JUL 13

La mirada de los otros

No es tan sencillo saberlo: marcada tanto por los genes como por la fisiología del cerebro y los recuerdos personales, la percepción visual es un territorio difícil de encasillar.
Autor/a: Diego Golombek La Nación
Por Diego Golombek
 
En una de nuestras filosóficas caminatas al cole, mi hijo me desarma con una de sus simplísimas preguntas: "Papá, ¿cómo puedo saber que lo que vos ves es lo mismo que yo veo?". "¿¿Cómo??" (digo, para ganar tiempo). "Eso: estamos viendo el semáforo, que está rojo. Pero, ¿cómo sé que vos ves el mismo rojo que yo?". A la pelotita. nueve años y ya recorriendo a Locke, Hume y a su pobre padre perdido en la vereda.
 
Porque ésa es la pregunta: cómo cuernos se las arregla el cerebro para interpretar el mundo y, en todo caso, si hay tantos mundos como cerebros. Le aconsejo escuchar a Coldplay: Así es como ves el mundo / ¿Cuántas veces lo escuchaste? / No podés creer ni una palabra (That's how you see the world), pero no le convence demasiado. Empezamos entonces a rememorar una historia que es tan vieja como el pensamiento: de alguna manera, aprendemos que el rojo es rojo y el azul es azul y que la combinación de los dos es San Lorenzo, pero no podemos meternos en la cabeza del otro para comprobar que lo que está viendo, y llama San Lorenzo, no es en realidad Atlanta para nosotros. En otras palabras: ¿hay algo objetivo en la percepción sensorial, o es meramente subjetivo? Por un lado, lo que percibimos es, definitivamente, nuestro mundo y el de nadie más, porque viene filtrado por nuestros sentidos - con nuestras virtudes y nuestras miopías- y por nuestra historia, nuestros recuerdos de unas frutillas con crema o de un pajarito azul profundo. Pero también es nuestro porque depende de nuestros genes y sus múltiples sabores.
 
Y hablando de sabores, tal vez el gusto nos dé un mejor ejemplo para acercarnos a esta percepción de lo que nos rodea. Está claro que lo que para algunos es un manjar para otros puede ser incomible, y viceversa. O que algunos llegan a sentir esa pizquita de sal o de amargor en un océano de comida, mientras que otros necesitan vaciar el salero antes de comenzar a percibir el sabor. Incluso hay una sustancia, feniltiocarbamida, que algunos sienten espantosamente amarga (aun a concentraciones muy bajas) y otr
 

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