¡Feliz día del Pediatra! | 19 OCT 12

(Buen) humor y pediatría

Un conmovedor art{iculo de un colega chileno. Una reflexión sobre la relación médico-paciente,el sentido del humor y el contacto con los niñlos y sus familiares.
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Desarrollo

"Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero "
no me quites tu risa"

Pablo Neruda "Los versos del capitán"


Para aquellos cuyo cotidiano objetivo de trabajo son los niños enfermos y más aún, tienen responsabilidades en la formación de futuros médicos y especialistas en pediatría, me parece de trascendental importancia el considerar un asunto que sin lugar a dudas ayudaría a mejorar la tan manoseada y -hoy en día- cada vez más deteriorada relación médico-paciente: nuestro sentido del humor o más bien, nuestro (buen) humor en el contacto con nuestros pequeños pacientes y sus familiares.

¿Qué entendemos por humor o en este caso "buen humor"?

Es algo más fácil de comprender que de definir. Desde que Hipócrates "inventó oficialmente" la teoría de los humores hasta nuestros días, pocos términos han sido tan propicios al caos, tan laboriosamente malentendidos. Incluso autores famosos como G. K. Chesterton, quisieron soslayarlo alegando que intentar definir el humor demostraba una "falta de humor".

Equívocos pertinaces mantienen la confusión. Uno es confundir humor o "buen humor" con humorismo y la práctica tan común de conectarlo con la risa causada por el chiste fácil o el ridículo de otra persona. El otro, el suponer que el humorismo es sólo algo así como un género literario o teatral.

El humor es una condición del espíritu que sólo atañe a la especie humana y por ende, de la que carecen los animales. No hay nada cómico fuera de lo puramente humano y no es que el hombre sea "el único ser que sabe reírse sino el único que hace reír" (Henri Bergson en "La Risa"). Existen animales cómicos pero es porque remedan algún gesto humano. En ese caso el animal sirve como caricatura del hombre. Para el filósofo francés, el efecto cómico se logra por la exageración, la sorpresa, la repetición, la rigidez. Nos hace reír lo ingenioso y lo absurdo, siempre refiriéndonos a situaciones humanas.

Los ingredientes del humor florecen en plenitud cuando una persona ha conquistado o se halla próxima a conquistar una relación pacífica consigo misma. Martín Grotjahn refiere que el humor y la sonrisa se perfeccionan e integran en los estadios finales del desarrollo humano, cuando se ha acumulado humanidad e indulgencia con lo que somos y con todo lo que nos rodea.

Así entonces, el humor es cosa muy seria. Tan seria, que su relación con la salud es estrechísima. Todos sabemos que el "estar de mal humor" no es bueno para la salud, y que el "buen humor" es sinónimo de vivir sanamente las circunstancias de la vida, incluso las más adversas. En la sabiduría popular china, un adagio dice, "para estar sano, hay que reírse al menos treinta veces al día".

La sonrisa, la risa, están presentes en el rostro humano aproximadamente desde los cuatro meses de vida. A medida que la edad aumenta y las habilidades humanas se perfeccionan, la capacidad de reír va disminuyendo. Parece irónico, pero mientras un niño de seis años ríe unas 400 veces al día, el adulto más divertido lo hace sólo unas cien veces. La mayor parte de las personas apenas ríe unas 15 veces por día.

Hace algo más de un año, la Dra. Colomba Norero, en esta misma tribuna, en un editorial sope "Humanismo y Medicina", hacía notar, que en el siglo XXI, "la medicina contemporánea ha presumido de ser una medicina científica, lo que en nuestra cultura occidental ha significado reverenciar lo objetivo, lo técnico, y a menospreciar lo subjetivo, privilegiándose de esa manera las soluciones pillantes desde el punto de vista de la ciencia, y olvidándose de la humanidad que debe rodear los actos médicos". Y en otro párrafo agregaba "es una difícil tarea, en un mundo tan técnico, tan materializado, el dar una proyección humanista a la enseñanza de la medicina chilena". En una modesta opinión, creo que una actitud concreta en esta tarea de humanizar la enseñanza puede ser, el estimular en nuestros educandos actitudes tan sencillas como el "buen humor", el trato deferente y alegre hacia nuestros pequeños pacientes. La mayoría de estas actitudes se adquieren por imitación de los docentes y por lo demás, ayudan a mejorar la comunicación.

 

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