Autobiografía de Rita Levy de Montalcini | 08 AGO 11

Elogio de la imperfección

La neurocientífica italiana que ganó el premio Nobel sin perder la humildad ni sensatez. Su historia de vida y un video con una entrevista de la televisión española.

El valor de lo imperfecto

JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON 
 
Al igual que hay inicios de obras que se enquistan en la memoria colectiva e histórica ("Érase una vez", "En un lugar de La Mancha"), existen títulos que nos enamoran y que nos hacen desear leer el texto que encabezan. Para mí, uno de éstos es Elogio de la imperfección. No es porque yo mismo sea imperfecto y desee, tal vez, justificarme, sino porque creo que la imperfección constituye un motor indispensable para aspirar si no a la perfección sí a mejorar continuamente. La neurobióloga italiana Rita Levi-Montalcini explica con claridad las ventajas de la imperfección, a la que rinde tributo a través de su autobiografía. Una imperfección que según ella también es conveniente desde el punto de vista evolutivo: "El progresivo aumento del cerebro y el espectacular desarrollo de las capacidades intelectuales de nuestra especie son producto de una evolución inarmónica que ha originado infinidad de complejos psíquicos y de comportamientos aberrantes. No es el caso de compañeros de viaje nuestros como los primates antropomorfos o los insectos, infinitamente más numerosos, que nos precedieron cientos de millones de años y probablemente nos sobrevivirán: los que hoy pueblan la superficie del planeta no son sustancialmente distintos de sus antepasados de hace seiscientos millones de años. Desde la aparición del primer ejemplar, su minúsculo cerebro se reveló tan apto para adaptarse al ambiente y enfrentarse a los predadores que pudo quedar fuera de juego caprichoso de las mutaciones: su fijeza evolutiva se debe a la perfección del modelo primordial". "Fijeza evolutiva" como incapacidad de cambiar y de hacer cambiar -para bien o, cierto es, para mal- el mundo.

Probablemente sean los científicos los más conscientes del valor de la imperfección, porque ¿qué es la ciencia sino mejorar continuamente explicaciones imperfectas de la naturaleza? En el pasado no faltaron científicos que pensaron que ya se había logrado la perfección. "Una inteligencia que en un momento determinado conociera todas las fuerzas que animan a la naturaleza, así como la situación respectiva de los seres que la componen", escribió Laplace en su Ensayo filosófico de las probabilidades (1814) pensando en el poder -para él absoluto- de la física newtoniana, "si además fuera lo suficientemente amplia como para someter a análisis tales datos, podría abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero; nada le resultaría incierto y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos". Y ochenta años más tarde (1894), el físico estadounidense Albert Abraham Michelson, premio Nobel de Física en 1907, sostenía que parecía "probable que la mayoría de los grandes principios básicos hayan sido ya firmemente establecidos y que haya que buscar los futuros avances sobre todo aplicando de manera rigurosa estos principios. Las futuras verdades de la Ciencia Física se deberán buscar en la sexta cifra de los decimales". Justo el año siguiente, sin embargo, Röntgen descubría los rayos X, a los que siguió (1896) la radiactividad, una de las puntas de una lanza tan afilada que terminó destruyendo el firme y seguro mundo newtoniano, abriendo las puertas a la física cuántica. Un mundo newtoniano que también se vio castigado con las dos teorías (especial y general) de la relatividad que Albert Einstein produjo en 1905 y 1915.

 

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