Fotoentrevista al infectólogo Dr. Tomás Orduna | 18 FEB 15

"...ese leal amigo de mirada franca y mostacho hilarante…"

Hijo de inmigrantes vascos, médico por vocación y empecinamiento personal. Un hombre que alcanza el más alto nivel académico sin perder la entrañable veneración por sus orígenes y la entrega a los pacientes.
Fuente: IntraMed 

El Dr. Tomás Orduna es una persona que ha logrado el milagro de reuniur el conocimiento científico sin sacrificar los valores humanitarios. Es una hecho feliz para IntraMed darnos la oportunidad de que nuestros lectores de todos los países también lo conozcan. ¡No se lo pierdan!

Duración: 18:37 minutos
Por Magela Demarco. Edición: Roxana Lavazza. Fotos: Ary Kaplan Nakamura.


Dr. Tomás Orduna: jefe del servicio de Patología Regional y Medicina Tropical del Hospital Francisco Muñiz de Buenos Aires, y presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero (Slamvi).

El emocionado retrato de su maestro
 
*IntraMed invitó al Profesor y académico de medicina, Dr. Olindo Martino, a trazar la semblanza de su discípulo, el Dr. Tomás Ordun
a.

Tomás comenzó a crecer a mi lado. Integró así el núcleo selecto que semanalmente acompañaba mis recorridas de sala,  donde discutíamos hasta acaloradamente los diagnósticos. Un enfrentamiento leal donde llamativamente se destacaba la vehemencia de Tomás quien, lo recuerdo todavía hoy,  llegó a discutirme cerca de tres semanas un caso atípico de paludismo procedente de Jujuy.  Atributo de un  excelente juicio  que sondeaba en profundidad a los enfermos. Poco a poco Tomás se integró a quienes serían en definitiva mis tres dilectos discípulos – Dr. Mario Masana Wilson y la mencionada Dra. Cristina Peña  -  esforzados, inteligentes, comprometidos y abnegados mosqueteros de espada y guardapolvo blanco con quienes,  a través de duros años  de trabajo comenzaríamos  a difundir la práctica de la medicina regional y tropical, lamentablemente casi  olvidada tras la muerte de Salvador Mazza, Cecilio Romaña y Carlos Alvarado.

 Tomás,  benjamín de esos mosqueteros, fiel a su acerado designio vocacional, comenzó a trotar a mi lado. Fueron así largos años de brega en un orgulloso cabalgar por  largas sendas y picadas, llanos y montañas  de nuestra bella patria. Cuántos parajes olvidados de nuestro pueblo fueron visitados para comprender mejor el dolor humano. Tantos de ellos  olvidados  como suele olvidarse todo aquello que al ser débil o andrajoso aleja por temor al contagio. En ese ambiente de innegable tragedia sanitaria Tomás – al igual que el resto del grupo – aprendió, sintió y vivió  tales realidades. Gracias a su talento personal, como  a su profundo sentido societario, supo amalgamar el cabal sentido del binomio pobreza-enfermedad. Simplemente porque en él ya estaba enraizada esa nobleza profesional.

 De pronto una circunstancia adversa dejó al grupo con un tremendo vacío humano. Tomás quizás fue el que más sintió ese inesperado hueco de  orfandad. La trágica muerte de la Dra. Cristina Peña –hermana mayor en el afecto – fallecida en un accidente automovilístico desgarró así la moral  del grupo. La cohesión de aquella sana doctrina comenzó a peligrar. Sin duda faltaba el soplo cálido de quien alentaba siempre a seguir adelante.  Pero ya no estaba.  Apenas el recuerdo de su sonrisa optimista.

 Al poco tiempo Mario Masana dejó el hospital para dedicarse plenamente a la disciplina epidemiológica. Tomás,  aunque seguía  a mi lado, virtualmente quedó solo. Sin queja ni desánimo. Sin alarde ni alharaca  comenzó a crecer por las suyas, disciplinado, dúctil, tozudo como siempre, trabajador incansable. Pero fiel a nuestro credo. Fue así  mi discípulo predilecto. Publicamos juntos. Viajamos juntos. Representamos a la ciencia médica juntos. Pero también cuánto  padecimos juntos. Y todo ese largo trayecto lo hicimos ambos con intachable lealtad.

   Al igual que toda forma de vida inicia y termina, mi ciclo en el hospital Muñiz tuvo que finalizar. Fue Tomás quien debió tomar la difícil posta. Así lo hizo, honrando toda aquella historia que lo vio crecer, que lo hizo médico y que hoy lo evoca como un distinguido infectólogo y tropicalista. Y me honra decir que me siento superado por un paradigma de ser que con  inalienable  hidalguía supo conjugar  fortaleza, capacidad y hombría de bien,  tan legítimamente logrados a través de sus grandes logros científicos - hoy ya internacionales – que con meridiana justicia lo han hecho acreedor de la admiración de sus  pares y amigos.

…aunque Tomás, además de todo eso,  para quienes lo conocen seguirá siendo ¨ Tomasito ¨ ,  ese leal amigo de mirada franca  y mostacho hilarante…

Con un fuerte abrazo;
Olindo

 

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