Dr. Alejandro Bevaqua | 28 MAR 11

Libro "Delitos contra la Integridad Sexual"

En este libro se aborda uno de los mas graves problemas que enfrenta la sociedad en pleno: los delitos contra la integridad sexual y la visión del criminal sexual, confrontando la perspectiva social y la científica, planteando alternativas para la protección social.
Autor/a: IntraMed 

 

INTRODUCCION


“Si en cada momento no tuviéramos delante más que una sola posibilidad, carecería de sentido llamarla así. Sería más bien, pura necesidad. Pero ahí está; este extrañísimo hecho de nuestra vida posee la condición radical de que siempre encuentra ante sí varias salidas, que por ser varias adquieren el carácter de posibilidades entre las que hemos de decidir”.
J. Ortega Gasset



MONSTRUO


”Lo más intolerable del horror de Coronel Dorrego es que la niña violada y prendida fuego fue víctima de un hecho que hubiera sido posible evitar. Es que el depravado que supuestamente la atacó ya había sido detenido y condenado no mucho tiempo atrás por un hecho similar en Coronel Suárez, que no llegó a consumar de milagro. Es decir, estaba individualizado desde hacía unos años (este tipo de violadores siempre reincide, según los expertos).

”Lo que en verdad ocurrió fue que el Estado garantista e irresponsable no sólo lo liberó, sino que lo hizo sin preocuparse por advertirle a nadie que le había abierto la jaula a un monstruo que ahora estaba al acecho para volver a atacar, tarde o temprano.
”Sin siquiera avisar, la justicia, apegada a una nefasta ley que, por ejemplo, diferencia tentativa de abuso sexual del abuso consumado (como si el degenerado fuera menos degenerado porque no pudo consumar el delito) puso a todas las niñas de nuestra región en situación de presas. Ocurrió lo que invariablemente iba a ocurrir: una de ellas sufrió las horribles consecuencias y ahora pelea por su vida, ya hecha añicos.

”Ojalá las autoridades locales y los referentes judiciales busquen la manera de que el caso de Coronel Dorrego no se repita, que un violador o un abusador condenado no pueda volver a mezclarse en la vida de las personas normales sin ser individualizado de todas las maneras posibles.
”Si el sistema legal y sus jueces van a dejar sueltos a estos peligrosísimos depravados (quién podría oponerse a la pena capital en casos como estos) deberían dar a las personas la posibilidad de estar alertas”.
Así inicia La Nueva Provincia, prestigioso periódico del sur de la provincia de Buenos Aires, su edición del 24 de junio de 2008.

Con esta editorial de primera página, el matutino deja al descubierto el sentir general de la población ante la ocurrencia de un evento contra la integridad sexual particularmente feroz, perpetrado en esta ocasión contra una persona en los inicios de su vida. Nosotros hemos catalogado ya a estos sujetos –así como a otros comitentes de crímenes igualmente horrendos(C1)– como portadores de una condición de estado peligroso en un ensayo llevado a cabo con la colaboración del bioquímico Sergio A. Flores. Ante un acaecer semejante se desata una ola de pasiones y de opiniones inflamadas, enardecidas, ardientes, que van desde la propuesta de la pena de muerte rápida y sin atenuantes del victimario, pasando en otros casos por una larga tortura previa que hace
parecer juego de chicos a las descripciones de Foucault(1), hasta llegar a la comprensión más absoluta y, por tanto también absurda, que culmina en el perdón total del delincuente y su pronta liberación ya por leyes absurdas, ya por (pseudo) peritajes carentes de fundamento y rigor científico desarrollados por fingidos especialistas o, en el peor de los casos, por magistrados incompetentes incapaces de requerir en su auxilio a verdaderos expertos en el tema(2), o de aceptar la palabra de éstos por sobre la de los impostores de turno.

Este maremagnum de ponencias, verdadero abanico de posibilidades que permiten al tiempo que dificultan el ejercicio de la elección, no es de extrañar; todos, desde familiares directos de la víctima, vecinos, habitantes del pueblo, ciudad o provincia donde ocurre el evento criminal, hasta los más alejados personajes públicos o particulares, pretenden hacer oír su voz que, en la mayor parte de los casos, no es más que mera opinión despreciándose, por tanto, a “los hombres de pensamiento que pueden forjar un nuevo sistema de ideas que acaben por convertirse en creencias dominantes en la sociedad, y que rectifiquen la crisis y el desorden interno en que llevamos viviendo ya muchos años”(3).

Por supuesto, en este caos de gemidos, quejas, protestas y demandas, la voz de la víctima –cuando esta ha sobrevivido(C2)– es desoída, dejada de lado tanto por los reclamantes de justicia o venganza, cuanto por el Poder Judicial o político; la víctima se convierte en el disparador de meras controversias socio-políticas sin que, en realidad, importe lo que a ella le ha sucedido. Así, la víctima queda, las más de las veces, sin reparación del daño sufrido ni desde lo privado (la venganza), ni desde lo estatal (la administración de justicia).
La sociedad en pleno ha expropiado así, una vez más, el evento que vincula a víctima y victimario, dejando a estos de lado y, casi podría sostenerse, sin cuidarse en realidad de lo ocurrido a los actores principales: lo menos importante de todo el proceso posterior al acto es la asistencia a la víctima o la atención del criminal; a la primera, se la olvida rápidamente mientras que, al segundo, con suerte, se lo encierra temporalmente hasta que haya –apenas– dado cumplimiento a la pena impuesta.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024