'New England Journal of Medicine' | 08 MAY 09

Analizan la seguridad de los 'stents' recubiertos de fármaco

Un estudio con casi 50.000 pacientes demuestra que son seguros y evitan la estenosis. Algunos expertos aconsejan otro tipo de investigación para poder valorar su eficacia.

CRISTINA G. LUCIO

Los ''stents'' recubiertos de fármaco vuelven a dar que hablar. Un nuevo trabajo sueco sugiere que estos dispositivos que se emplean para reabrir arterias obstruidas no son más peligrosos que sus antecesores, tal como se había sugerido. Es más, este estudio, denominado SCAAR, asegura que, en pacientes de alto riesgo, son más útiles que otros métodos para prevenir nuevas oclusiones.

Después de conocer los datos de esta investigación, que se publica esta semana en la revista ''New England Journal of Medicine'', la Sociedad Europea de Cardiología ha emitido un comunicado destacando la importancia de estos resultados.

"Para apreciar la importancia de este estudio es necesario recordar el gran impacto que tuvieron unos análisis previos de este trabajo", remarca Franz Eberli, portavoz del organismo médico.

El equipo que ha llevado a cabo esta investigación, dirigidos por Stefan K. James, presentó en 2006 unos resultados preliminares de su trabajo que mostraban que los pacientes tratados con mallas metálicas recubiertos de fármaco presentaban una mortalidad más alta que aquellos que recibían un ''stent'' convencional. "El impacto inmediato fue una disminución del uso de los primeros y una mayor preocupación por su seguridad", indica Eberli.

No fue el único estudio que puso en duda los beneficios de estos dispositivos, cuya efectividad y seguridad se han puesto en tela de juicio en los últimos años.

Nuevos trabajos

Precisamente para arrojar un poco más de luz sobre este asunto, el equipo dirigido por James decidió continuar con su trabajo y ampliar la muestra y el seguimiento de los pacientes.

Así, mientras que el documento inicial estudiaba a individuos que recibieron un ''stent'' en Suecia entre 2003 y 2004, el segundo trabajo amplió el seguimiento hasta 2006. En total, 47.967 pacientes que habían recibido distintos tipos de dispositivos fueron evaluados con el objetivo de comprobar si algún grupo presentaban tasas más altas de mortalidad o de eventos graves, como el infarto de miocardio.

 

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