Por: Fernando Soriano
Dientes corroídos, estriados. La piel manchada. No hace falta caminar demasiado por aquí para notar ciertos rasgos en la gente. El drama del agua en Chaco afecta inevitablemente a los pobladores. Sobre esta tierra, en el sudoeste de la provincia, a la alarma de la sequía y la cotidiana falta de agua potable de red, se suman las consecuencias: la salud de estas cerca de 200 mil personas empieza a preocupar a los médicos. "Hay muchas localidades sin acceso alguno al agua potable. Y sabemos que eso es vital", sintetiza Fernando Pintos, jefe de Zona Sanitaria de la región sudoeste, desde Villa Angela, último pueblo donde llega agua de red.
Las enfermedades por la sequía son muchas. Pintos explica que, ya apenas cuando es transportada (llega en camiones a estos lugares), el agua potable pierde su pureza. "No hay una red sanitaria. De ahí va a los aljibes, donde como mínimo entra en contacto con la tierra que hay en el aire y también con los agroquímicos que tiran desde los aviones a los campos", explica.
La situación del agua de las napas, que los más pobres consumen para todo, incluso para beber, es bastante peor. "Los pozos ciegos, donde la gente tira sus desechos orgánicos, suelen estar en estos casos muy cerca de las napas. Eso termina por filtrar y todo se mezcla", aclara Pintos. Con ese agua también se lavan los alimentos.
Los ricos también tienen contacto con el agua salada del pozo. "Aunque yo la use sólo para higienizarnos sé que esa agua roza mis dientes, toca mis genitales y entra en mis oídos y los de mis hijos", enumera un rico productor agropecuario en Charata, quien confiesa que el veneno que manda a tirar desde los aviones a su soja complica las cosas.
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