Aplazo en nutrición (por Patricia Aguirre) | 11 NOV 17

Instados a comer mal

Un muy reciente informe arrojó que solo el 2 % de los argentinos se alimenta de modo saludable. Una experta analiza por qué desatendemos consejos básicos.
Autor/a: Patricia Aguirre Clarín

Nadie duda de que la alimentación es la madre de la salud. Hace décadas generaba enfermedades por déficit, hoy en cambio la obesidad se extiende como pandemia por efecto de la abundancia. Para cambiar la situación actual, donde nuestra alimentación se constituye como base de las enfermedades crónicas, serviría comprender que no comemos como queremos ni como sabemos, sino que comemos como podemos. Y ese poder comer se construye como negociación entre las condiciones de nuestra vida, nuestros ingresos, los precios de los alimentos, la tecnología disponible, los saberes acerca de lo saludable o lo perjudicial, nuestras creencias acerca de la belleza, la amistad o la vida eterna, lo que aspiramos a mostrar con nuestros consumos (ya sea la militancia gastronómica de los sibaritas, de los vegetarianos o nuestra pertenencia al culto del asador criollo); todo eso (y mucho más) da sentido a la elección de la comida. Hace décadas que los medios masivos transmiten el mensaje de la industria instando a premiarnos ¡ya! con una gaseosa, golosina o cualquier ultraprocesado, artificial –coloreado-saborizado–, en lugar de una comida saludable. Justamente su éxito radica en que no promueven la salud sino el placer. Es que las personas no se preocupan solo por su salud, y aunque estén informados de los riesgos no hacen solo lo saludable (trabajan 14 horas al día, viajan en transportes atestados, charlan con amigos toda la noche, etc.).

La influencia más importante en la alimentación de las sociedades actuales es la industria

Esto no quiere decir que se dejen de hacer recomendaciones sobre lo que la ciencia considera saludable, pero es una ilusión creer que la gente las seguirá en masa solo porque provienen de una fuente confiable. O bien que si no las siguen, es porque no las conocen. No es un problema de ignorancia, la mayoría de las personas conocen las normas básicas de una alimentación saludable, entonces ¿por qué no las siguen? No se trata de buenas o malas decisiones individuales, sino de los contextos sociales donde esas decisiones negociadas se hacen –o no– posibles. Como la comida es espejo de la vida, si vivimos corriendo, comeremos rápido. De manera que si queremos comer bien, empecemos a modificar las condiciones sociales para vivir mejor. Porque son las condiciones sociales: trabajo, ingresos, transporte, agua, tecnología, educación, tiempo dedicado a cocinar y compartir, etc., lo que impacta en nuestra forma de comer.

La influencia más importante en la alimentación de las sociedades actuales es la industria. Ya que vivimos en ciudades con escasa o nula capacidad de autoproducción, dependemos de la capacidad de compra para proveernos y, como los alimentos son mercancías, lo que manda son los precios y los ingresos antes que las necesidades o los saberes. Hoy, una oferta estandarizada crea una demanda a su medida (si no fuera por la publicidad nadie sentiría la necesidad de elegir lactobacilus para colonizar sus intestinos). La industria gana mucho más con los alimentos procesados que con los frescos. En consecuencia,invierte más en estimular el consumo de ultraprocesados.

Por cada propaganda de productos saludables hay 50 que nos instan a comer chatarra científicamente pensada para despertar nuestros más bajos instintos: grasa, azúcar y sal, lo que no había o era escaso cuando se formó nuestra anatomía. Y como esos son los productos más baratos de la estructura de precios, el negocio se vuelve tan redondo como nuestros cuerpos. Nos estimulan a comer mal, porque esto es lo que genera ganancia y mantiene la rueda funcionando. Aunque no podemos vivir sin industria, tampoco podemos vivir con ESTA industria y me temo que no va a reconvertirse mágicamente en saludable sin un empujoncito desde afuera (ya sea desde la Academia a través de investigación e innovación, ya sea desde el Estado a través de promoción y regulación). La Organización Mundial de la Salud advierte: la gran industria de alimentos, del refresco y del alcohol es la mayor amenaza para enfrentar las enfermedades actuales.

 

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