Cerebro clínico | 02 MAY 17

Posverdad: la ciencia y sus demonios

Cuando las creencias importan más que la verdad; acerca de la inercia y la pereza intelectual
Autor/a: Daniel Flichtentrei Fuente: IntraMed 

Posverdad: la ciencia y sus demonios

“Impera la posverdad, esa "mentira emotiva" nacida para modelar la opinión pública desdeñando los hechos fehacientes y los datos verificables, esa lengua de madera (a decir de los franceses) especial para construir discursos engañosos, que llegan a convencer porque resultan atractivos, tranquilizadores, o quizá convenientes”. Luisa Valenzuela, discurso de apertura de la Feria Internacional del Libro, Bs. As. 2017

Hay palabras que iluminan porque nos permiten nombrar cosas que vemos a diario pero que no sabíamos cómo designar. Para el Diccionario de Oxford, este neologismo describe la situación en la cual, al crear y modelar a la opinión pública, “los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales”. En 2016 fue la palabra del año: el uso de la expresión creció un 2.000% en comparación con 2015. Sobran las situaciones cotidianas en las que este concepto podría aplicarse perfectamente. Pero nos interesa saber si también ha colonizado el pensamiento médico.

Es frecuente que admitamos explicaciones que nos producen lo que se ha llamado “satisfacción intelectual” pero que no son ni científicas, ni verdaderas. Nos permiten mantenernos en nuestra zona de confort y nos evitan el esfuerzo de impugnar nuestras propias creencias convertidas en sentido común clínico. Las personas necesitan aferrarse a un conjunto de creencias compartidas si han de enfrentar un ambiente hostil, inquieto y desconocido. Cambiar lo que creemos demanda un esfuerzo y el coraje de admitir que hemos estado equivocados. La ciencia exige esa honestidad, incluso a costa nuestra autoestima. No se investiga para sostenernos en la comodidad de lo ya conocido. Que un hecho resulte contraintuitivo nada dice de su valor de verdad si se llega a él por métodos científicos rigurosos. Muchas veces a lo largo de la historia los nuevos conocimientos han creado incertidumbre y generado rechazo o controversia. Pero la contraintuitividad (o «asombro» epistémico) es la marca distintiva de la originalidad en ciencia y no debería asustar a nadie.
 

  • El demonio de la inercia

“La mayor parte de la gente prefiere proteger su sistema de creencias fijándolo. Pero, un barco anclado, no se mueve”. Mario Bunge

Lamentablemente es hoy muy frecuente que lo que aparenta ser verdad importe más que la verdad misma. Es una reacción emocional de autodefensa o pura pereza intelectual. En esos casos reacciona nuestra sensibilidad por encima de nuestra razón. Ya no importa que lo que se afirma no se corresponda con los hechos, lo aceptamos sin someterlo a crítica. Ese pecado cognoscitivo es inmune al fracaso de su implementación. Lo aplicamos, pero no se producen los resultados esperados. Entonces reformulamos lo sucedido para sostener la teoría y refutar los hechos que la contradicen. Los psicólogos cognitivos llaman a esta reacción: “preferencia adaptativa”. Trucos mentales, desvíos de la retórica argumentativa, estrategias para poner a salvo una creencia desmentida por los hechos. Posverdad: falsa, absurda, anticientífica; pero frecuente y poderosa para huir de la VERDAD con mayúsculas.

¿Cómo reaccionamos ante la evidencia contraria a nuestras creencias?

  • Ignorar los datos
  • Negar los datos
  • Excluir los datos
  • Suspender el juicio
  • Reinterpretar los datos
  • Aceptar los datos y hacer cambios periféricos en la teoría
  • Aceptar los datos y cambiar las teorías

An empirical test of a taxonomy of responses to anomalous data in science. Clark A. Chinn1, William F. Brewer. Journal of Research in Science Teaching. Volume 35, Issue

Creamos un orden mental que controla las precepciones, un poderoso sentido común que, por imperceptible y autoevidente, nos resulta invisible. Si le preguntáramos a un pez: ¿cómo se siente usted en el agua?, nos respondería con otra pregunta: ¿qué es el agua?

  • El demonio de la conjetura

Por lo general, pensamos de una manera lógicamente desorganizada, sin distinguir una suposición de una deducción. Al proceder de esta manera intuitiva o heurística podemos avanzar rápidamente, pero también introducimos inadvertidamente suposiciones polémicas o incluso falsas que ponen en peligro toda la construcción del conocimiento. Una ficción puede ser tanto una historia falsa inventada para engañar como una especulación (hipótesis) que debe ser probada mediante la constrastación empírica. A veces un hecho es demasiado simplificado al ser comunicado hasta el punto de propiciar una interpretación errónea.

En ciencia, una teoría es una explicación de los fenómenos naturales capaz de predecir observaciones futuras y de sobrevivir a múltiples esfuerzos lógicos para refutarla. La confusión ocurre cuando se usa la palabra "teoría" como sinónimo de hipótesis, conjetura, opinión o especulación. Tal falta de rigor promueve la confusión entre hechos y ficciones sin sustento en la realidad o hipótesis que son el punto de partida de la investigación.

El término "teoría" no debería aplicarse a las explicaciones que no son lo suficientemente específicas como para someterse a la contrastación empírica y a la posibilidad de ser refutadas. El intucionismo es producto de la pereza intelectual, de la ignorancia y de la confusión entre la evidencia psicológica (subjetiva) y la certidumbre gnoseológica (lógica, argumentativa). Es la única filosofía que se autojustifica, que no requiere pruebas ni argumentos. Según el epistemólogo Mario Bunge: “el intuicionismo arrogante y dogmático, linda con el mesianismo, parece más un desorden psiquiátrico que una actitud filosófica”. Existen disciplinas enteras basadas en ese error y, lo que es más grave aún, asisten a pacientes a diario.

Hemos creído durante décadas que el síndrome de fatiga crónica era un trastorno psicológico y, en consecuencia, hemos enviado a los enfermos al gimnasio y al psicólogo con resultados desastrosos. Cada vez que fracasábamos lo atribuíamos a la falta de adherencia del paciente y redoblábamos nuestra indicación.

Se denomina "preferencia adaptativa" a la estrategia cognitiva que consiste en reinterpretar los hechos que refutan una creencia con el propósito de sostenerla. El mayor esfuerzo de razonamiento cotidiano no se emplea para conocer la verdad de los hechos sino para adaptarlos a nuestras creencias.

Hoy sabemos que el síndrome de fatiga crónica es la expresión clínica de una encefalomieitis miálgica con grave hipometabolismo energético; una nueva teoría que explica, al mismo tiempo, los hechos de la clínica y las razones de nuestro fracaso.

 

  • El demonio de la correlación

Se emplea con frecuencia uno de dos eventos asociados para predecir la aparición del otro (como el canto del gallo y el amanecer). Aunque estas predicciones pueden tener éxito algunas veces, no se debería usar la correlación como prueba de causalidad. Una causa demostrada tendría mediadores conectando a la causa con su efecto de manera que pueda demostrarse la validez de la inferencia mediante pruebas lógicas consistentes. Hacer una teoría a partir de la hipótesis de que el gallo "provoca" (causa) el amanecer requiere de una secuencia comprobable de mediadores mediante los cuales uno causa al otro. También se podría considerar al canto del gallo como un marcador sustituto (factor de riesgo) para la probabilidad de que amanezca pero sin denominarlo "causa". La predecibilidad por medio de leyes de sucesión no es un criterio de conexión causal. Que algo anteceda a otra cosa no implica que lo cause: Post hoc ergo propter hoc. La ciencia busca mecanismos detrás de los hechos antes que la búsqueda automática de datos y de correlaciones estadísticas entre ellos. En general una asociación estadística no explica nada, es, precisamente, lo que exige modelos explicativos. 
 

  • El demonio de  los biomarcadores subrogantes

Los marcadores sustitutos o subrogantes son una preocupación clínica permanente y, al mismo tiempo, una fuente de equívocos constantes. Ciertos biomarcadores se utilizan como puntos finales convenientes (proxy) en lugar de los puntos finales clínicos primarios de vidas salvadas o muertes postergadas o enfermedades ocurridas. Se sabe que siempre es muy superior la eficacia de prevenir la causa inicial (causa raíz) de una enfermedad en lugar de simplemente tratar sus signos o síntomas asociados o sus marcadores sin modificar su causa primaria. Un riguroso examen lógico y experimental permite reconocer qué biomarcadores son mediadores causales en lugar de simplemente marcadores asociados (no causales).

La epidemiología describe frecuencias, no probabilidades. Señala la frecuencia con la que un biomarcador se encuentra asociado con un estado clínico y nos alerta del riesgo de que se produzca ese evento. Sin embargo, es cotidiano observar que ese vínculo entre el factor de riesgo (biomarcador) con el punto final es interpretado como que el factor está “causando” el evento y no que es un dato asociado con él pero de manera no causal. Es necesario emplear un lenguaje preciso y claro para defendernos de este peligroso malentendido. Tartar marcadores útiles -pero no causales- como si fueran causas es abusrdo y peligroso. Para modificar un marcador hay que tratar la enfermedad, no al revés. Es como ocuparse del dedo que señala la cosa y no de la cosa señalada por el dedo. En ocasiones, como el Hidalgo Caballero, tomamos rebaños por ejércitos.
 

  • El demonio de lo establecido (aferrarse a lo establecido)

Dondequiera que vamos encontramos hombres y mujeres que hacen esfuerzos extraordinarios para evitar cambiar sus mentes. No importa lo que ocurra se tiende a continuar con los esquemas establecidos, con un modo de ver la realidad. Cambiarlo implica un aceptación del error y un esfuerzo personal; hoy pocos parecen estar dispuestos a afrontar el desafío.

En ciencia y en medicina, el fracaso de un resultado experimental para ajustarse a la predicción de un paradigma maduro es a menudo considerado como un error del investigador en lugar de una refutación de la hipótesis. Sin embargo, cuando se acumula suficiente evidencia no confirmatoria, la creencia en el viejo paradigma llega a una crisis que promueve la aceptación de nuevas teorías. La evidencia empírica permanece, pero las interpretaciones cambian. Thomas Kuhn denominó a esta transición abrupta “cambio de paradigma". Esta situación se traslada al ámbito de la implementación en la práctica clínica. Una teoría que “explica” los hechos de un modo que produce cierta serenidad intelectual suele ser sostenida durante mucho tiempo, incluso cuando sus predicciones no se cumplen y los hechos la refutan a diario. Posverdad, temor a la incertidumbre, desprecio por los hechos.
 

 

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