Escepticemia por Gonzalo Casino | 08 NOV 16

Educación científica desnortada

Sobre las deficiencias en la enseñanza de la ciencia desde los primeros años
Fuente: IntraMed / Fundación Esteve 

Hay algo profundamente ajeno a la naturaleza de la ciencia en la educación infantil. La ciencia es una manera de interrogar la realidad, pero en la escuela se enseñan sobre todo respuestas. En la investigación científica el error es fundamental, pero en la escuela no se tolera la respuesta equivocada. Sigue primando la transmisión del conocimiento científico puro y duro, la teoría y la fórmula. Y esto es un hueso duro de roer si se presenta así de descarnado, desprovisto del placer de hacerse preguntas y diseñar experimentos para tratar de responderlas. La escuela necesita espacios para que el alumno se sitúe en el papel del investigador, pero la mayoría de las escuelas y maestros de primaria carecen de estos espacios, físicos y mentales. Las aulas apenas han cambiado en el último siglo. Por eso, no es de extrañar que muchos niños empiecen pronto a rechazar las matemáticas y las ciencias, argumentando con razón que no les encuentran relación alguna con su vida cotidiana. En pocos años, la brecha se hace insalvable. En su fuero interno, muchos niños saben demasiado pronto que la ciencia no es ni será para ellos.

Las ciencias tienen en su contra el que siguen siendo ajenas a algunas de las cosas que más nos importan, como el amor o los valores. Además, son más contraintuitivas y complejas que otras materias. Si no se estimula el placer de conocer, los números y las ideas antinaturales de la ciencia crean aversión. Una cuota importante del fracaso escolar tiene que ver con esta aversión. En toda Europa hay un descenso de las vocaciones asociadas a las llamadas disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), a pesar de que las profesiones relacionadas con estos conocimientos son las más demandadas. En España, se da la paradoja de que los científicos son los profesionales mejor valorados, solo por detrás de los médicos, pero las carreras de ciencias son las menos elegidas (un exiguo 5,9%), por debajo de las de artes y humanidades (9,7%) y muy lejos de las de ciencias sociales y jurídicas (47,6%). Con la medicina se da la feliz coincidencia de que es la profesión mejor considerada y la carrera más demandada y que exige mayor nota de acceso. Pero la medicina no es exactamente una ciencia, sino un saber práctico muy interconectado con otros muchos saberes y no pocos desarrollos tecnológicos. Y quizá por ello es un caso especial.

 

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