¿Qué se sabe sobre ellas? | 03 MAY 16

Las bases cerebrales de la lectura

Un investigador del CONICET habla sobre los mecanismos neurocognitivos implicados en el proceso de lectura y escritura...
Autor/a: Jimena Naser CONICET

El 31 de julio del 2001, el famoso novelista canadiense Howard Engel recogió por la mañana el diario de la puerta de su casa (un ejemplar del Globe and Mail de Toronto) y vio sorprendido que –según sus palabras– “parecía estar escrito en una mezcla de serbio-croata y coreano”: dos lenguas desconocidas para él. Lo que debería haber percibido como letras se le presentaba como un conjunto de formas irreconocibles. Sin embargo, el resto de los objetos a su alrededor se veían exactamente como debían. Por un momento pensó que quizás le estaban haciendo una broma, pero cuando comprobó que era incapaz de leer los libros que él mismo había escrito, se fue al hospital. Lo curioso de la situación era que no podía leer, pero sí escribir. Una ironía comparable con la ceguera de Borges.

Adolfo M. García, becario posdoctoral del CONICET en el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), recurrió a este caso para explicar que la lectura es un sistema neuro-cognitivo especializado y parcialmente independiente de los sistemas  cerebrales responsables de la escritura. Esto queda comprobado por cuadros como la alexia sin agrafia (como en el caso de Engel). “Es interesante considerar esta disociación porque durante mucho tiempo se habló de la “lecto-escritura” como si fuera una sola habilidad, y tanto desde la experiencia que tienen los docentes, los niños como estudiantes, los padres al observar el desarrollo escolar de sus hijos, y ahora desde las neurociencias, sabemos que se trata de dominios parcialmente independientes”, dice García. Además, esta tesis se sustenta con estudios de neuroimágenes de personas sanas, en donde se observa que los sistemas cerebrales que se activan cuando se está realizando una tarea de escritura o de lectura son distintos.

La máquina de procesar palabras

Gracias a investigaciones psicolingüísticas, neuropsicológicas y neurocientíficas, se sabe que la lectura depende de al menos dos rutas cerebrales distintas: una directa, que predomina cuando nos enfrentamos a palabras reales, conocidas y de alta frecuencia; y otra indirecta, que prepondera cuando nos encontramos con pseudopalabras, palabras desconocidas o de baja frecuencia. Esta última permite convertir las letras en fonemas, de modo tal que aunque no se sepa el significado del estímulo, el mismo pueda ser leído y pronunciado. En los casos de dislexia, la alteración de una u otra ruta genera déficits diferentes e identificables mediantes pruebas psicolingüísticas.

“La lectura depende de una región cerebral muy bien establecida que es la témporo-occipital ventral izquierda, un área especializada para reconocer letras. El caso del escritor canadiense y los de alexia en general, implican lesiones o alteraciones biológicas en este sector, que funciona como un puente que favorece la integración de la información visual de las formas de las cosas que vemos (sobre todo, las letras), con información fonológica, es decir, del sonido de las palabras”, añade García.

Además, mediante estudios realizados con una técnica de electro-encefalografía de alta densidad y el registro de potenciales evocados, se logró detectar cuál es el curso temporal de la lectura de una palabra. “Cuando lees una palabra, tenés que reconocer la forma visual, acceder a la información fonológica, interpretar su significado y ver cómo se inserta en el marco de un oración para entenderla. Con estas técnicas, uno puede ver cómo distintos cambios en las señales eléctricas del cerebro se van dando en distintos momentos según manipulaciones experimentales que ponen en juego cada uno de esos niveles”, explica.

Por ejemplo, múltiples estudios indican que a la información fonológica de una palabra se accede a los 130 o 150 milisegundos después de ser leída y que se accede a la información semántica luego de unos 400 milisegundos. Sin embargo- señala García-, investigaciones recientes revelan que comenzamos a procesar aspectos centrales del significado incluso mucho antes.

Se lee con toda la experiencia

Otra cosa que García se encuentra estudiando es cómo el cerebro interpreta las palabras que ve. Lo que se constató es que los vocablos ponen en juego circuitos cerebrales que tienen que ver con la experiencia de mundo. Por ejemplo, hay estudios previos de otros equipos que mostraron que si se leen palabras que tienen carga olfativa fuerte, como ‘canela’ o ‘lavanda’, u olores nauseabundos, se producen picos de actividad en circuitos especializados para el procesamiento olfativo. Del mismo modo, cuando se leen verbos de acción, que se refieren a movimientos corporales, como ‘saltar’ o ‘comer’, hay picos de actividad en los circuitos motores del cerebro, esos mismos que permiten mover los pies o la boca.

Muchas teorías propusieron que el significado de las palabras no tenía nada que ver con otro tipo de sistemas cerebrales, como si el lenguaje dependiera de mecanismos aislados del resto de los dominios neurocognitivos. Sin embargo, aquí queda en evidencia que leer una palabra pone en juego toda la maquinaria cerebral que sustenta la experiencia en general, en todas sus formas.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024