*Por Dr. Leonardo Strejilevich
La medicina experimentó una importante pérdida: las grandes descripciones y sus artífices, que antaño fueran su gloria, parecieron desvanecerse.
Se asume, injustificadamente, que los conocimientos antiguos o viejos son inservibles, piezas de museo o búsquedas inútiles de historiadores y de ratas de biblioteca. Este tipo de conceptualización se da también en la medicina y en las ciencias fácticas. Hoy se han olvidado y se desconocen las descripciones inefables en sus originales de Paul Georges Dieulafoy (1839 – 1911), Alois Alzheimer (1864 – 1915), William Heberden (1710 – 1801), James Parkinson (1755 – 1824), William Harvey (1578 – 1657), Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934) y muchos otros.
Por ejemplo, al estudiar las viejas historias clínicas de los pacientes internados en asilos y en hospitales públicos encontramos observaciones clínicas y fenomenológicas sumamente detalladas, presentadas a menudo en forma de relatos de riqueza y de densidad casi novelescas.
Tras la institucionalización de rígidos criterios, de manuales de diagnóstico estadístico, de algoritmos (=conjunto ordenado y finito de operaciones o de datos que permite hallar el diagnóstico, la explicación y la solución de un problema) absolutos, la minuciosa y rica descripción de los fenómenos desaparece, y es sustituida por breves notas que no ofrecen una imagen real del paciente o de su mundo, sino que reducen a éste, y a su enfermedad, a una mera lista de criterios de diagnóstico «mayores» y «menores».
Las historias clínicas carecen hoy de la profundidad y de la riqueza informativa de antaño, y apenas sirven para realizar esa síntesis tan necesaria entre ciencia y su aplicación concreta al caso particular. Por ello las «viejas» historias clínicas seguirán siendo sumamente valiosas.
En opinión de Goethe, la realidad no está en las simplificaciones e idealizaciones de la física, sino en la compleja realidad fenomenológica de la experiencia.
¿Qué hace que una observación o una idea nueva resulte aceptable, discutible, memorable? ¿Qué es lo que impide que sea así, pese a su importancia y su valor?
En general, las nuevas ideas nos resultan profundamente amenazadoras y por ello le cerramos el paso o bien nos enamoramos de ellas decretando la obsolescencia de las viejas ideas. Esto es cierto en muchos casos y no se reduce todo a la psicodinámica y a la motivación que pretenden explicar este fenómeno.
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