Un relato sobre metodología de la investigación | 13 MAY 13

Los certámenes en Ricercalia

“Pautas para una buena reflexión en torno a la certeza de nuestras afirmaciones” .
Autor/a: Dr. Oscar Bottasso 

Recordar sueños no era su fuerte, pero como excepción a toda regla el ocurrido aquella noche iba logrando más y más claridad, a medida que el despertar se apoderaba de la incipiente mañana. Pinceladas cada vez más ricas en detalles atrapantes que imponían un alto en la rutina diaria a fin de ir componiendo aquel fantástico episodio.

Cómo habían llegado a engarzarse eslabones tan disparatados y hasta qué punto el sueño se entremezclaba con un desvarío mental es motivo de variadas especulaciones. Cierto es que el suceso ameritaba un rescate narrativo. Un copete apropiado sería “Pautas para una buena reflexión en torno a la certeza de nuestras afirmaciones” y la ficción quizás trace sus orígenes en aquel supuesto instituto de investigaciones, la Casa de Salomón, que Bacon mencionara en su inconclusa Nueva Atlántida.

Nuestro escenario era netamente Mediterráneo, más precisamente peninsular y en épocas remotas. Quizás se ubicó en la Elea de Parménides, aunque más probablemente se haya situado en el Lacio ya que en la fachada del Domo donde se desenvolvió la farsa se leía Congregatio Ricercalia seguido de los versos iniciales de la Eneida “Arma virunque cano, Trojae qui Primus ab oris Italiam, fato profugus, Lavinia que venit Litora”1 , rememorando a Eneas cuando arribó a las costas del Rey Latino.

El repaso de las imágenes daba la impresión de una práctica muy tradicional y arraigada entre algunos estratos sociales de aquellas latitudes. Una suerte de Curia regis académica, por así decirlo, que tuvo lugar en una sala semicircular muy parecida a los clásicos anfiteatros de nuestras universidades. Las gradas se componían por un conjunto de hileras concéntricas soportadas por arcadas que formaban parte de la misma estructura edilicia. Como en la antigua Roma, las había de 3 tipos la ima o prima cavea, destinado a las personas más capacitadas en las cuestiones a debatir, la media cavea reservada para los pertenecientes a las categorías intermedias y la summa cavea donde se ubicaba el noviciado integrado por los audientes, competentes y electi. Al vulgo le correspondían las últimas bancas y precisamente allí estaba ubicado.

El encuentro estaba presidido por un Magister ludi tan solemne como el Sarastro Motzartiano quien encarnaba la luz, la razón y los conocimientos. Como máximo representante de aquella cofradía, está especie de Nobile Patritii daba unas palabras de bienvenida, en especial a los aprendices del primer ciclo recién incorporados. A continuación enunció el tema para el cual habían sido convocados en aquella sesión. Se consideraría un aforismo de un muy reconocido médico de la Escuela de Cos: “son frecuentes en el invierno las pleuresías, perineumonías, letargos, corizas, ronqueras, toses, pleurodinias, lumbagos, cefalalgias, vértigos y apoplejías”.

Previo al inicio de las “disputationes” el Gran Maese proclamaba una invocación cuya cita textual no resulta posible reconstruir pero a grandes rasgos narraba los sucesos acaecidos a un pueblo de la otra orilla. Sus habitantes tenían firmes sospechas que entre las malezas de un prado lindante existían unas hierbas de conocido poder analgésico. En el intento de poder hallarlas algunos decidieron podar un tanto los matorrales aunque sin éxito puesto que éstos seguían dominando la escena. Entonces, arribaron otros decididos a cortar mucho más por debajo sin mayor efectividad puesto que sólo quedaron minúsculos fragmentos de los tallos.

Concluida la narración el remate del oficiante era bien claro:

-¡O Numen de todas las artes ayúdanos a despejar del modo menos imperfecto posible. Procuramos comprender sin desconocer que no es posible acceder al secreto íntimo de los hechos!

Como parte de la soberanía irracional del sueño, su alocución prosiguió con una serie de advertencias filo-Baconianas al referirse a los ídolos y el modo en que podían parcializar nuestras observaciones. Aquellos de la tribu sobre el riesgo de emitir opinión por lo que aparece en superficie; los concernientes a la caverna con las singularidades que hacen a ciertos tipos de carácter; los del ágora y las trampas ocultas del lenguaje usual; y finalmente los teatrales, o de los sistemas filosóficos espurios.

Tras una muy breve pausa, y debido a la presencia de los aprendices que hacían sus primeras huestes, el celebrante invitaba a los cofrades ubicados en las prima y media cavea para que indicaran los infortunios a tener en cuenta en esto de conocer, seguido de una breve exposición que en definitiva sentaba las bases de porqué ser cautelosos con ellos. Un discípulo ubicado en los primeros estrados dijo velar por el fortuitae error; el cual conseguía mitigarse cuando el grupo de personas incluidas en la pesquisa coincidía con las características usuales de los filii patriae. También destacó que era posible atemperarlo si se analizaban muchos compatriotas, aunque en estos casos podían surgir resultados minúsculos de poca relevancia en la práctica.

-Lejos de ser circunstancial, el error que a nosotros nos preocupa es aquel que ocurre sistemáticamente-, apuntó un cofrade situado en una banca muy próxima.

Su alocución prosiguió en estos términos: “en realidad, los inclinatio acechan desde todos los rincones, y terminan tergiversando el mensaje del estudio. No querría detenerme a enumerar cada uno de ellos porque sonaría a una apropiación de la palabra, seguramente muchos de los colegas aquí presentes podrán dar testimonios de estas auténticas pesadillas del investigium”.

Apenas unos escaños por detrás otro scolaris dijo venir a advertir sobre qui cum aliud actu sunt aequales reputes2  o de cómo asegurarnos que lo que impresiona diferente termine siendo así.

Su compañero de sitial inmediatamente tomó la palabra para señalar:

-A contrapelo de mi colega, intento determinar hasta qué punto lo que parece igual lo es en realidad puesto que no faltan quienes ven similitudes en hechos más bien disímiles, particularmente quando studium non est potents. La ausencia de evidencia no equivale a evidencia de la ausencia, concluyó en un tono mucho más marcado.

Alguien del noviciado dijo no entender muy bien a qué se refería por lo que el expositor procedió a clarificar con un ejemplo: “Pensemos en un pastor quien todas las mañanas lleva a un rebaño de ovejas a pastar por los prados lindantes; entrada la tarde y de regreso a la vivienda su padre cree que se ha perdido una de ellas. Vuelve el joven al sitio donde había estado y de retornar con la supuesta oveja faltante la situación queda resuelta. De no ser así persistiría la duda sobre cuánto empeño se puso en la búsqueda.

Zanjada la cuestión, el Magister ludi retomó el tema de los inclinatio a veces también referidos como confusio factor, y solicitó que se efectuara una descripción más pormenorizada de ellos. Esto suscitó una pequeña discusión entre los illustris, hasta que finalmente uno de ellos tomó la palabra:

-Su señoría, sin ánimo de querer eludir su requisitoria, cierto es que la variada gama de falacias en las que se puede incurrir imposibilitan brindar un racconto exhaustivo en el espacio que nos ocupa. Sí podemos referirnos a las más salientes.

-Sea como ustedes advierten entonces, asintió el Gran Maese.

Un scolaris de la media cavea dijo haberse ocupado in extenso de los inclinatio collection. Según su experiencia a lo largo de muchos años, la falta de imparcialidad en la recolección de los testimonios trazaba sus orígenes en varias fuentes: utensilios de medición defectuosos, poca confiabilidad en la fuente donde se obtiene la información primera y una propensión a cometer equívocos por parte del responsable de tomar notas, entre los más destacados. En este punto señaló haber conocido casos en los que se podría hablar de un inclinatio observator, fundamentalmente cuando el encargado de esta tarea conocía de antemano a qué riesgos estaba expuesto el coterráneo o tenía conocimiento de su dolencia, lo cual lo inclinaba a husmear con más esmero respecto de las razones que podrían haberlo llevado a tal padecimiento.

-Por eso es bueno ocultar este tipo de información, recalcó.

Su inquietud también se extendía a otras vicisitudes referidas a los partícipes de la compulsa. Desde su punto de vista, las personas que aceptaban hacerlo eran distintas de quienes no y lo mismo valía para aquellos que continuaban respecto de los que “abandonaban la nave”. Así las cosas, la crónica preparada podía no ser representativa de lo ocurrido por fuera de ese ámbito. Por ello en muchos casos prefería el Agrum Studium puesto que se llevaba a cabo en un medioambiente mucho más relacionado al diario vivir.

-En esto de confundir las diferencias con igualdades y viceversa, la manera en que se examina lo recabado aporta lo suyo puesto que allí también se reconocen Inclinatio-, recalcó un perito mathematicus ubicado en la misma cavea.

-Hay que prestar mucha atención a los confusio factor capaces de distorsionar nuestra apreciación en cuanto a la influencia de una probable causa sobre el suceso que concita nuestra atención. Un relato que nos llegó de tierras más australes, decía que los campesinos puestos a trabajar en los valles eran más propensos a las calenturas comparado con los ocupados en tierras más altas. Por lo que pudieron ver después en realidad no era un problema de altitud sino de la existencia de pantanos en las zonas bajas, ya que los trabajadores en valles faltos de áreas cenagosas no experimentaban dicha dolencia. Fue así que esta suerte de “mal aire” quedó vinculada a la presencia de palusmás que al nivel del suelo.

-En cierta medida su relato tiene que ver con los ídolos de la tribu que nuestro Magister subrayó hace algunos instantes, señalo un electi.

-Ciertamente, replicó el perito mathematicus, pero a la par de estos hechos si se quiere más manifiestos, existen otros que también requieren ser atendidos.

-¿Cómo cuáles?, volvió a tomar la palabra el joven aprendiz.

-Pues bien, al analizar la información es necesario meditar sobre la conducta a adoptar con registros que no fueron obtenidos en todos los alistados, dado que una carencia de ellos no es lo mismo que ausencia de respuesta. En realidad existen muchos vericuetos en esta etapa de la travesía, pero como la palabra debe seguir circulando y para concluir mi relato deseo destacar que también podemos toparnos con observaciones inusuales, digamos una suerte de “notaciones desalineadas” que uno está tentado de eliminarlas sin justificación de peso para obrar en ese sentido.

Tan pronto como el Maestro de juegos agradecía al cofrade su participación, varios illustrati se mostraron muy ansiosos de ser escuchados.

-Queremos dar cuenta de los inclinatio interpretationes, recalcó uno de ellos.

-Sea pues, respondió el Magister ludi

-Los tropiezos en este punto, prosiguió el expositor, están ligados a vicios a la hora de inferir sobre los hechos recabados. Algunos estudiosos caen en una suerte de presunción que deriva en una lógica incorrecta y conclusiones desacertadas. Los hay quienes intentan establecer causalidad a partir de una asociación entre dos hechos, sin visualizar el largo camino a recorrer antes de llegar a esa aseveración.

Un integrante del mismo grupo por su parte señaló:

-Tampoco faltan los que efectúan generalizaciones a partir de sus resultados, haciendo oídos sordos a los consejos de un fraternal sabio de la lejana Scotia sobre los riesgos de ir desde lo particular a lo general y extraer conclusiones con más contenidos que el conjunto de los indicios.

-Por cierto, asintieron otros cofrades.

-Entre la variada gama de inconvenientes algunos no consiguen barajar todas las posibles disquisiciones a los hechos registrados; mientras que otros siempre prefieren las explicaciones simples a las alternativas más complejas, lo cual constituye un exceso a lo recomendado por Willelmus de Anglia Pluralitas non est ponenda sine necessitate5 , comentó un colega ubicado en la banca adyacente.

Otro illustrati con un semblante un tanto irritado y voz enaltecida remarcó:

-En lo personal, he asistido a certámenes donde el expositor omite o toma muy poco en cuenta las controversias o resultados discordantes, poniendo énfasis en las investigaciones que están a favor de lo que él sostiene. Otros muy hábiles en recursos retóricos reemplazan el sustento científico por un manejo muy convincente de la alocución. Es más, con total impudicia les he oído decir “lo importante no es estar en lo cierto sino que los demás crean en tu palabra”.

-Mas que un inclinatio esa es una conducta muy reñida con el Ëthos y que hace a una de las tantas lacras de la condición humana, replicó el Gran Maese.

-Ciertamente su Señoría, pero no por ello debemos dejar de llamar la atención porque esas actitudes deben ser erradicadas, particularmente de estos ámbitos, concluyó.

-Suscribo sus palabras y hago votos para que cada uno de nosotros se constituya en un vigía permanente de tan execrables anomalías, resaltó el Magister ludi.

Sosegados los espíritus, prosiguió: “tras esta sucinta pero clarificante exposición y en esto de administrar los tiempos debo recordarles que debemos emitir opinión sobre la máxima del Gran Médico de Cos”.

La traza del hecho se tornó más vaga en este punto; no obstante resultaba clara la separación por grupos entre los integrantes de la congregatio quienes después le alcanzaron sus conclusiones al Gran Maese. Al parecer los congregados se guiaban por una serie de criterios que estimaban la fuerza de la evidencia sobre un supuesto en particular, sumado a una especie de causalitatem criteria desarrollados por un condiscípulo de la Britania, tras lo cual se llegaba a establecer el gradum credulitatis del hecho en cuestión.

-In facto causalis relatio est ex alia6 , como lo es el cambio de ánimo que resulta de beber vino en abundancia, afirmó el Gran Maese al prestarse a dar su mensaje final.  

-En consonancia con vuestras opiniones, emitir un dictamen irrefutable sobre la aseveración del querido Maestro no nos resulta posible fundamentalmente porque no disponemos de información en cuanto a las artes utilizadas para arribar a dicha conclusión. Probablemente haya sido a través de innumerables observaciones con un alto grado de consistencia, las cuales han sido confirmadas en otras regiones, también entre nosotros. Como un dato más de su gran erudición, el Maestro no efectúa una aseveración terminante sino más bien laxa puesto que señala “son frecuentes”.

-Es más, porque no imaginar que en realidad quiso decir –son “más” frecuentes-, remató con un cierto grado de exaltación.

Su alocución se extendió unos minutos más y afortunadamente estamos en condiciones de referir los puntos centrales de esta suerte de ilustración:

-Varios de los aquí presentes han referido que estas dolencias se ven con mayor asiduidad pero no son exclusivas de la época invernal. Si mal no recuerdo algunos de ustedes han informado de apesadumbrados de espíritu con toses y ronqueras persistentes independientemente de la época del año. Ergo, desde mi punto de vista y probablemente compartido por ustedes me siento a gusto con el enunciado sobre el que se nos solicitó emitir opinión. En nuestro terreno es prácticamente imposible disponer de todas las premisas que nos permitan deducir proposiciones generales. Quien más quien menos y hasta regañadientes arriesgamos una inducción; el devenir de los hechos nos ratificará o rectificará.

-Felizmente en este caso la conjetura parece gozar de muy buena salud, acotó un cofrade entrado en años.

-En efecto, replicó el Gran Maese, pero no faltan situaciones en que la incertidumbre se regodea de la sapiencia y el pragmatismo termina ganando protagonismo porque el tiempo apremia y las decisiones también. Lejos de aborrecerla esas vacilaciones dejan sus dividendos pues nos brindan la oportunidad de reflexionar en mayor profundidad y si hallamos un modo superador de discernimiento, ¡bienvenido sea! El Magnum Carolus de quien supimos a través de su opus magnum sobre hypotheses per deductionem, no se cansaba de insistir “sólo hay un elemento de racionalidad en nuestros intentos por conocer el mundo: es el examen crítico de nuestras teorías”.

Casi con la voz engolada prosiguió:

-Ello no implica excluir la posibilidad del conocimiento, como tantas veces les hemos oído decir a los escépticos. Más bien se trata de una comprensión dentro de ciertos límites, en nuestro quehacer surgido de los hechos empíricos y la asistencia de la razón, por tanto falible y provisorio. Siempre aparecerán fenómenos hasta ese momento ignorados y nuevos testimonios acordes con ello, capaces de cambiar lo que admitíamos como inequívoco. Tampoco debemos sentirnos desesperanzados al ver que la ciencia no está exenta de convenciones, crisis y resistencias racionales; eso la preserva de convertirse en una suerte de lógica aplastante de cualquier disenso para así justificar prácticas declamadas como científicas. Sólo los dogmáticos se refugian en afirmaciones absolutas y muchos de ellos ocultan sus flaquezas en sobradas muestras de presuntuosidad y soberbia. Nos asista la fortaleza y el entendimiento para seguir firmes en nuestras convicciones y preservar este hábito de ir procurando certezas sobre lo ignoto, concluyó.

-Que así sea, respondió la Asamblea.

No hubo aplausos ni estridencias, sólo el andar pausado de los cofrades que se saludaban unos a otros en su avance hacia la puerta principal. En el atrio, un joven que hacía las veces de informante, alertaba respecto al próximo encuentro sobre un tema trascendental para la cría del ganado.

 

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