Nuevas formas de trabajo y nuevas patologías | 06 DIC 12

Trabajo...

Las ciencias de la gestión (management) instalaron la idea de que la producción de la riqueza no pasa por el trabajo sino por buenos métodos de administración.

Por Natalia Aruguete
 
Christophe Dejours es una eminencia en medicina laboral. Desde hace años, se ha dedicado a investigar las transformaciones en el mundo del trabajo de la mano de las “ciencias de la gestión”. En un esfuerzo conjunto de la UNLP, el Ceil, la UBA, la UNLA y el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, el catedrático francés visitó Buenos Aires. Dialogó con Cash sobre las consecuencias que esa política “reivindicada por la patronal y acompañada desde el Estado” tiene para la salud de los trabajadores.

¿A qué se refiere cuando expresa que, en la actualidad, el trabajo ha perdido valor?

–Está esencialmente ligado a un vuelco en el mundo del trabajo, a una destitución de la posición predecesora que fue reemplazada por la primacía de las “ciencias de la gestión”. Ese vuelco se corresponde con cambios de concepción sobre la producción de valor.

¿Cómo cuáles?

–Hasta ahora pensábamos que la producción de valor, en el sentido económico del término, pasaba siempre por el trabajo. Pero las ciencias de la gestión (management) instalaron la idea de que la producción de la riqueza no pasa por el trabajo sino por buenos métodos de administración. Por un lado, se da una fijación de objetivos cuantitativos, llamados “contratos por objetivo”, por otro lado, los resultados también son cuantitativos, y se miden por la performance. Pero en el medio no quieren saber nada sobre el trabajo, no lo conocen.

¿Por qué?

–Porque están enfrentados con su propia incompetencia: no son ni ingenieros ni trabajadores, no entienden lo que pasa en el trabajo y, como reacción defensiva, lo desprecian. Hay nuevas formas de organización del trabajo que fueron introducidas bajo el efecto de las ciencias de la administración. En particular, la evaluación individual del desempeño, instrumento inventado por los managers que confunde, de manera intencional, el trabajo con sus resultados. No hay una proporcionalidad entre el trabajo y el resultado del trabajo.

¿Cuáles son las consecuencias de este giro para el trabajador?

–Un aspecto muy importante es la autonomía. Es una autonomía falsa, porque el administrador no se interesa por el desempeño, y con ello rechaza tomar en cuenta la cuestión de los recursos que se le dan al trabajador para alcanzar ese objetivo. Para el trabajador, el solo hecho de fijar objetivos no se traduce en autonomía en el sentido de una nueva libertad. Por el contrario, las nuevas restricciones son ahora su problema y nadie lo va a ayudar para alcanzar esos objetivos. En otras épocas, los ingenieros tenían la responsabilidad de acompañar el trabajo de los subordinados y aportaban eventualmente una ayuda a los trabajadores para ejecutarlo. Mientras que los administradores no dan ninguna ayuda, no quieren saber nada sobre los medios otorgados al trabajador para hacer su trabajo. Y para “cerrar con candado” la cuestión, les hacen firmar a los empleados un contrato de objetivos.

¿En qué se traduce esa nueva lógica, concretamente?

–El aumento de la carga de trabajo se traduce en una patología de sobrecarga. Hay diversas patologías. La primera es la de los trastornos músculo-esqueléticos, que son un verdadero estrago; una catástrofe desde el punto de vista de la salud pública, que no solo afecta a quienes hacen trabajos manuales sino a aquellos que cargan datos y a los ejecutivos. En Francia es la enfermedad profesional que más ha aumentado. La segunda se denomina “burn out”, traducida como “estar quemado”. La tercera enfermedad fue caracterizada en Japón como una muerte súbita. Suelen ocasionarse por una hemorragia cerebral o un espasmo vascular, pero en ausencia de todo factor de riesgo cardiovascular. Sin obesidad, sin hipertensión arterial, sin epidemia, sin diabetes, sin tabaquismo, sin antecedentes familiares, no existe ningún factor de riesgo salvo la sobrecarga de trabajo. La cuarta patología es la utilización de drogas, no solo cocaína sino alcohol y medicamentos, para poder aguantar las exigencias de la performance. Vemos esto mucho en los ejecutivos en Estados Unidos, pero también en los obreros que consumen cocaína incluso al estar en la cadena de montaje, y no lo esconden.

 

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