La profesión y la vida | 21 OCT 12

¿Cómo ser madre y médica..., sin desfallecer en el intento?

Experiencias, vivencias, visiones de nuestras lectoras y un análisis sobre la compleja combinación de maternidad y medicina.
INDICE:  1. Parte 1 | 2. Parte 1
Parte 1





¿Cómo equilibrar la maternidad con la profesión?

Esta es una pregunta que muchas mujeres se hacen. ¿Es posible hallar este equilibrio? ¿Cómo?.

 “Me pregunto como encontrar un equilibrio –acota M.M.- aun no encuentro la respuesta, lo único que trato es compartir, poco o mucho, pero compartir el tiempo que ellos y yo tenemos, y de no sentir culpas por lo que no hice o pude hacer, porque se que si yo amo mi profesión y soy feliz ellos también crecerán así”.

Estas culpas, según Alberdi y cols., provienen de la ambivalencia que se genera entre las situaciones que surgen de sus propias vivencias y ese modelo de maternidad interiorizado como ideal moral, en el que la mujer se entrega al cuidado y ayuda del prójimo, y que mayormente ha sido adoptado del modelo de sus propias madres.

Sin embargo algunas mujeres parecen haber encontrado una buena manera de sobrellevar esta situación.

“Todo depende de que esta primero, yo equilibro mi vida entre mis hijos y mis pacientes de una manera racional y creo llevarla bien”, afirma I.P.B., y prosigue: “El secreto es la concentración en cada momento, cuando soy medica lo hago a full, pero cuando soy madre presencial también lo hago a full, y nada ni nadie me distrae de mis quehaceres, tuve que poner muchos límites para ambas partes, pero hoy llevo una vida de médica desde hace 17 años muy intensa con muchos viajes al exterior inclusive, tengo 2 hijos maravillosos con quienes llevo una relación espectacular y soy muy feliz siendo medica y mamá. Y ellos también lo disfrutan. Si nací para eso, para ser médica y mamá ¿cómo no disfrutar ambas cosas?”.

L.M.F, coincide: “creo que es mejor una mamá satisfecha profesionalmente, (que cuando llega a casa está contenta, aunque cansada), que una mamá frustrada o malhumorada”.

Sin embargo, aún hay un largo camino por transitar. Hasta que no exista una real transformación de los valores, será difícil manejar la culpabilidad. “Las madres intentan buscar un equilibrio entre sus propios deseos y las exigencias de la crianza de niños, pero es todavía inaceptable socialmente que pongan sus propias necesidades por encima de las necesidades de los hijos. De alguna manera, sus argumentos siempre han de ser altruistas porque la presión cultural tiende a culpabilizarlas del aspecto que dejen más desatendido”.

No obstante, esta no es la única salida. Otras mujeres optan por un cambio en sus vidas que se sostenga desde el enfoque que se le otorga a la profesión.

M.O.L, sin renunciar a su deseo de ser médica eligió modificar el aspecto laboral como paliativo. “A mí me ha costado mucho entenderlo, al principio me negaba a hacerlo, quería ser feliz, en casa, en el Hospital, con mi esposo, socialmente y con mi familia, pero no lo era, creía que eso era lo que todos esperaban que hiciera, lo que debía hacer por haber dejado parte de mi vida estudiando y haciendo guardias para terminar la carrera, la especialidad y la subespecialidad que tengo en Neonatología, no podía entender por que no era feliz si la carrera que tenemos es hermosa, llena de satisfacciones y muy interesante.

Luego de llevar un duelo conmigo misma, me di cuenta de que había algo que me gustaba más, ser madre y pilar de una familia, y no podía hacerlo como yo quería, de hecho tampoco mi desempeño con neonatóloga era el óptimo pues siempre estaba de permiso, llegaba tarde, salía temprano, cambiaba guardias, etc. Finalmente decidí acercarme a eso que me llenaba tanto y disminuir mi ejercicio profesional a la medicina privada de consultorio para poder manejar mis horarios y no cubrir un horario fijo y limitante. No es fácil, he tenido que aprender mucho y sacrificar también mucho, pero creo que soy más feliz de esta manera que antes y eso es lo que me mantiene en pie y en búsqueda de más opciones dentro de mi especialidad que sean más compatibles con mi vida familiar”.


Madres en el consultorio, médicas en casa

En una esfera laboral en donde lo asistencial tiene un rol preponderante, el ser médica, exige además de conocimientos especializados, un “doble aporte emocional” cuando se suma al rol de madre. “Por definición, la asistencia se vuelve repetitiva y no tiene fin” menciona Kate Osborne en el libro “La mujer en el mundo del trabajo: perspectivas psicológicas y organizativas”.

No es de sorprender entonces que la incorporación del género femenino a las carreras de las ciencias de la salud, como la medicina, estuvieran directamente vinculadas a su rol como madres. De hecho, tal como menciona Alicia Palermo en su trabajo “Mujeres profesionales que ejercieron en Argentina durante el siglo XIX”, fue una suerte de alianza entre la familia y el estado durante ese período, en Latinoamérica, la que produjo que por un lado, las madres representando a las familias y, por otro, los expertos representando al estado, condujeran al camino en donde las mujeres se instruirían adquiriendo conocimientos médicos.

Tal como menciona Peter Gay, el impulso de las mujeres hacia la práctica de la medicina se dio de una forma natural debido a que las esposas y madres eran “las supervisoras de la salud y las enfermeras del hogar”.
De manera recíproca, al parecer, la maternidad le otorga cierto carácter especial al ejercicio de la medicina.

Existe cierta empatía ligada a la maternidad que está presente también en el acto médico. Rivero y Gómez lo denominan “maternización” del rol de médicas y está relacionado con una imposibilidad de separar lo que las médicas son como madres y lo que son como profesionales. Usualmente, tal como lo demuestran algunos testimonios, ambos roles se entremezclan.

M.A.G.A., ecuatoriana y pediatra, comenta: “Una de las cosas mas difíciles ha sido no perder la objetividad al examinar a mis hijas, el hacer un diagnóstico sin pensar en lo más complicado y raro en las enfermedades de mis hijas me resulto siempre muy difícil, por lo demás creo que me hice verdaderamente pediatra luego de tener a mis hijas, porque comprendí que una fiebre para una madre no es lo mismo que la fiebre para la doctora”.

M.P., ilustra también su caso: “soy pediatra hace más de 30 años y un día mi mamá que ya no está, me dijo ¿por qué los chicos que atendés se curan y los tuyos que los atiende otro no?, era cierto en esa época había muchísimas diferencias de criterios, entonces decidí que si yo podía atender a los otros chicos podría con los míos, obvio si hacia falta un especialista recurría a el , hoy tienen 30 26 25 y no me fue para nada mal, creo que todo se basa, además del curriculum, en un poquito de sentido común, y comparto cuando una tiene un hijo con fiebre, comprende mucho mas a las madres”

Naturalmente este hecho se hace aún más evidente en la orientación pediátrica probablemente por el tipo de pacientes que atienden, pero tal vez esté relacionado también con el hecho de que “la pediatría es una de las especialidades que, en el proceso de incorporación y segregación de las mujeres en la profesión médica, siempre se ha considerado como un espacio esencialmente femenino y ha sido más permeable a la incorporación de estereotipos y valores sociales considerados propios de mujeres”, acotan Rivera y Gómez.

“Yo no soy pediatra, pero como médica comparto que cuando una madre médica tiene a sus hijos enfermos es muy difícil mantener la objetividad para pensar como médica” afirma C.B., médica tocoginecóloga. “Siempre te planteas los peores diagnósticos o haces todo al revés de lo que harías si no estuviera el vínculo maternal con el pacientito. Por eso, opté por ponerme de un solo lado y cuando mis hijos enferman hago de mamá. Dejo que piense y decida el pediatra pero ojo, si me dice algo que no me cuadra, tengo la señal de alerta encendida como para buscar otra opinión, lo bueno de entender del tema es eso. Es verdad, después de ser mamá entendés mucho más a esas madres que alguna vez viste en una guardia, al igual que para nosotras las obstetras...después de parir tus propios hijos sentís más empatía con las pacientes durante sus partos”, enfatiza.

"¿Para qué querés hacer la residencia si tenés un marido que te mantenga?”

 

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