El optimismo está en el cerebro | 08 OCT 12

¿Para qué sirve el optimismo?

El ser humano es optimista hasta un punto casi enfermizo. Creemos que las cosas malas, como enfermedades o accidentes, solo pueden sucederle a los demás y tendemos a infravalorar los riesgos.

FUENTE | lainformacion.com 25/09/2012

Los científicos conocen este fenómeno como "sesgo optimista" o "sesgo de las buenas y malas noticias" y es el que explica por qué casi todo el mundo se considera más atractivo e inteligente que la media (lo que no tiene sentido estadístico) y por qué algunas personas siguen fumando, se meten en una hipoteca o no se ponen el cinturón de seguridad.

Este sesgo cognitivo se puede contrastar realizando algunas pruebas sencillas. Si a alguien se le pregunta qué posibilidades tiene él de desarrollar un cáncer, por ejemplo, la mayoría tenderá a dar un porcentaje sensiblemente inferior al que da cuando se refiere al riesgo de los demás. Y aún más, si se le da la cifra real y se le vuelve a preguntar al cabo de un tiempo, su tendencia sigue siendo a minusvalorar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad.

El equipo de Tali Sharot, del Instituto de Neurología de la escuela universitaria de Londres, estudia desde hace tiempo este fenómeno y realizan experimentos con la región del cerebro de la que sospechan que controla este sesgo. Se trata del giro frontal inferior del hemisferio izquierdo, una pequeña área del encéfalo que inhibe de alguna manera el efecto de las malas noticias.

Para comprobar si la tesis es correcta, el equipo de Sharot ha realizado un experimento, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que consiste en desactivar esta región mediante estimulación magnética transcraneal y comprobar qué sucede. Su equipo aplicó esta técnica, que consigue inhibir una zona concreta del cerebro durante un lapso de tiempo, con 30 sujetos voluntarios, a los que se les pidió que estimaran las posibilidades de sufrir 40 "episodios vitales adversos", como desarrollar alzhéimer, tener un cáncer o ser víctimas de un robo.

La dinámica del experimento consistió en pedirles una estimación antes de la estimulación magnética, informarles de los datos reales de incidencia para una persona promedio de ese tipo de "desgracia" y volver a preguntarles por sus posibilidades durante la estimulación cerebral. A unos individuos se les estimuló el giro frontal inferior del hemisferio derecho, a otros del izquierdo y al tercer grupo una zona de control, sin que los sujetos conocieran la parte estimulada.

Los resultados mostraron que en las personas que recibieron estimulación en el giro frontal inferior izquierdo el sesgo de optimismo desaparecía momentáneamente, es decir, mostraron una mayor tendencia a incorporar las malas noticias a su percepción de la realidad. Los que recibieron estimulación en la región derecha, en cambio, se mostraron tan optimistas -y quizá un poco inconscientes- como siempre.

Lo que sugiere el estudio es que esta zona del cerebro juega un rol importante en evitar que las malas noticias o malas perspectivas alteren nuestros puntos de vista, pero sus autores insisiten en que el experimento no afirma que desactivar esta área mejore nuestro aprendizaje o la toma de decisiones.

¿Interesaría desactivar este sesgo hacia el optimismo?, se plantea la propia autora del estudio Tali Sharot en una interesante charla TED publicada. Obviamente la naturaleza optimista nos ha ayudado a progresar como especie, pues un punto de osadía es imprescindible en cualquier innovación. Por otro lado, es de prever que un exceso de optimismo conduce a una extinción rápida de aquellos individuos que creen que podrán volar con un par de alas atadas a los brazos al lanzarse por un acantilado.

 

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