Por Alcides Greca | 01 OCT 12

La enfermedad en primera persona

Hacia una escucha profunda. La comunicación y la narrativa como instrumentos de la clínica.

La enfermedad en primera persona

Por Alcides Greca

A lo largo de los años de estudio durante la carrera médica, nos vamos familiarizando con alteraciones anatómicas, con modificaciones de los mecanismos fisiológicos que se transforman en factores patogénicos y tratamos de encontrar nexos vinculantes entre tales trastornos y los síntomas y signos que nos relatan los enfermos o que descubrimos en ellos al examinarlos. Buscamos también explicaciones racionales para los desvíos de la normalidad que muestran los exámenes de laboratorio y los modernísimos métodos de diagnóstico por imágenes.

Cuando, no sin un considerable gasto energético intelectual y físico, tras muchísimas horas de estudio, creemos conocer profundamente las enfermedades tanto en sus aspectos fisiopatológicos como anatómicos, intentamos planificar tratamientos y nos volvemos expertos en pronóstico. Creemos poder predecir la evolución de tales procesos hacia la curación, o hacia el empeoramiento y la muerte.

Por el método del ensayo y error, luego de haber equivocado las predicciones una y otra vez, luego de haber sufrido angustias y frustraciones reiteradamente, empezamos a preguntarnos si no hay alguna cuestión que se nos muestra esquiva y que por inasible, nos lleva al fracaso. Algunos siguen insistiendo en inquirir acerca de los signos y de los síntomas y en confiar en forma ciega en los recursos tecnológicos, sin llegar a entender por qué la misma enfermedad se desarrolla, se manifiesta y responde a los tratamientos de manera muy distinta de un enfermo a otro.

Nos damos cuenta entonces de que no podemos seguir hablando de las endocarditis, los linfomas o los infartos de miocardio que tenemos internados en el hospital, porque semejantes cosas no son más que constructos culturales que fabricamos los médicos para hablar un idioma común, pero que cada uno de esos enfermos que supuestamente padecen la misma enfermedad, son singularidades que debemos llegar a conocer para poder interpretarlas y la única herramienta válida para ello es la comunicación.

¿Comunicarnos con quién? ¿De quién se trata? ¿De qué manera se ha enfermado? ¿Qué significa para él estar enfermo? ¿Tiene expectativa de curación? ¿A qué le teme? ¿Por qué ha recurrido a nosotros? ¿Qué espera que le ofrezcamos?

 

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