Por Facundo Manes | 22 AGO 11

La idea de belleza depende de la cultura y también del cerebro

Las personas dentro de una cultura determinan aquello que representará lo bello y lo feo.

Además de los famosísimos relatos de la Bella Durmiente y Cenicienta, Charles Perrault escribió la historia del príncipe Riquete, que tenía el don de la inteligencia pero la desgracia de ser considerado feo por los demás.

¿Qué condiciones tendría para ser visto así? Las personas dentro de una cultura determinan aquello que representará lo bello y lo feo . De hecho, estas determinaciones pueden no ser correspondidas por otras épocas u otras culturas.

Uno de los elementos tenidos en cuenta para el valor de belleza es la familiaridad de la cara , de modo tal que personas de un mismo grupo suelen ser consideradas más atractivas que personas con rasgos muy similares pero de otros grupos. Este tipo de variables también demuestra que los juicios de atracción son influidos por valores subjetivos.

Pero existen cualidades de lo que se considera atractivo que son, según estudios antropológicos, comunes entre las distintas culturas del universo .

Algunas de estas características más bien universales están asociadas a la simetría , es decir, a la forma en que los atributos físicos se distribuyen a través de la línea media vertical. Sólo se tarda una fracción de segundo para que podamos decidir si nos encontramos con alguien atractivo . Cuando se solicita a voluntarios que puntúen cuán atractivo les resulta un rostro en el laboratorio, grandes desviaciones parecieran alterar la percepción sobre la belleza.

Desde el punto de vista evolutivo, esta expectativa de que una cara atractiva sea más bien simétrica estaría asociada a procesos cerebrales por los cuales desviaciones marcadas de esta armonía facial podrían ser, de manera automática y no consciente, indicadores de falta de aptitud o de una mala salud .

Los científicos han identificado muchos otros atributos que parecieran estar asociados con mayor atracción: la cara de bebé , especialmente en las mujeres, y una cara madura , especialmente en los hombres, actuarían inconscientemente como indicadores de juventud y fertilidad en el primer caso, y capacidad para llevar a cabo las responsabilidades de una familia en el segundo.

 

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