Uno de cada cinco pacientes que son hospitalizados por ataque cardiaco desarrolla anemia debido a que se le extrae tanta sangre para pruebas diagnósticas de rutina, hallaron investigadores.
Con frecuencia, esta anemia persiste por un mes o más tras el alta, y podría significar peores resultados, incluso la muerte, en un futuro, según un estudio que aparece en la edición en línea del 8 de agosto de la revista Archives of Internal Medicine.
"No se trata de una anomalía en el laboratorio", señaló el autor principal del estudio, el Dr. Mikhail Kosiborod, cardiólogo del Instituto Cardiaco y Vascular del Centro de EE. UU. del Hospital St. Luke en Kansas City, Missouri. "Estos pacientes en realidad se sienten peor tras ser dados de alta. La mortalidad también es más elevada".
Las personas anémicas tienen números demasiado bajos de glóbulos rojos, que transportan el oxígeno vital a las distintas partes del cuerpo.
Anteriormente, los investigadores habían hallado que alrededor de la mitad de los pacientes de ataque cardiaco que son admitidos al hospital con conteos normales de glóbulos rojos, o hemoglobina, en realidad salen del hospital con una anemia nueva.
Pero la mayoría de esos pacientes no tuvieron complicaciones de sangrado que pudieran dar cuenta de la afección.
Eso llevó a Kosiborod y sus colegas a teorizar que se debía a las cantidades de sangre que se extraen para pruebas diagnósticas de rutina.
"Sacar sangre en el hospital es por lo general algo muy común, sobre todo en la unidad de cuidados intensivos", señaló Kosiborod, quien es también profesor asociado de medicina de la Universidad de Missouri en Kansas City.
Los autores del estudio observaron los expedientes médicos electrónicos de casi 18,000 pacientes que habían sufrido un ataque cardiaco en uno de 57 hospitales de EE. UU.
Aunque todos tenían niveles normales de hemoglobina al ser admitidos, veinte por ciento habían desarrollado anemia de moderada a grave para cuando salieron del hospital.
El riesgo de anemia aumentó en 18 por ciento por cada 50 mililitros (mL) extraídos.
"Probablemente fue algo más que lo que inicialmente esperábamos hallar", dijo Kosiborod.
Al paciente promedio se le extrajeron 173.8 mL de sangre para pruebas, o sea alrededor de media unidad de sangre completa. Eso fue alrededor de cien mL más que la sangre sacada a pacientes que no desarrollaron anemia de moderada a grave, según los investigadores.
También, hubo diferencias en la cantidad de sangre extraída entre los hospitales.
"Dado que vimos una variación tan significativa, es probable que uno de los motivos de la variación sean los procesos de atención basados en el hospital", dijo Kosiborod. "Algunos hospitales extraen más sangre que otros".
Afortunadamente, los autores han identificado un par de soluciones aparentemente simples para este problema.
Una opción sería usar tubos pediátricos de menor tamaño para sacar la sangre, en lugar de tubos de tamaño adulto.
"Los tubos pediátricos son perfectamente adecuados para la mayoría de las pruebas que hay que hacer, y pueden reducir drásticamente la cantidad de sangre perdida", señaló Kosiborod.
Extraer sangre menos veces también podría ayudar, y tal vez sea posible usar sangre ya extraída que ya está en el laboratorio para pruebas posteriores.
Pero los hallazgos no son suficiente para concluir que se están llevando a cabo pruebas innecesarias, enfatizó Kosiborod.
Hacer menos pruebas también podría resultar en problemas médicos, y este estudio no observó específicamente qué tan adecuadas eran las pruebas.
Pero podría haber un beneficio añadido de hacer menos pruebas sanguíneas.
"Gastamos mucho dinero en estas pruebas, que [podrían resultar] innecesarias", dijo la Dra. Stephanie Rennke, autora líder de un editorial acompañante y profesora clínica asistente de medicina de la Universidad de California en San Francisco (UCSF). "Si se une el costo al peligro de que los pacientes desarrollen anemia adquirida en el hospital, es algo bastante profundo".
Según Rennke, la UCSF ya ha establecido un protocolo más estricto para ordenar pruebas sanguíneas. "Hay que pensar antes de ordenar una prueba", enfatizó.
FUENTES: Mikhail Kosiborod, M.D., cardiologist, St. Luke's Hospital Mid-America Heart & Vascular Institute, and associate professor, medicine, University of Missouri, Kansas City; Stephanie Rennke, M.D., assistant clinical professor, medicine, University of California, San Francisco; Aug. 8, 2011, Archives of Internal Medicine, online.