Fallece María Elena Walsh | 11 ENE 11

El "país jardín de infantes" se queda sin su mejor maestra

La autora infantil ha muerto en Buenos Aires, a los 80 años, tras una larga enfermedad. El dolor de varias generaciones acunadas con su poesía y su música. Un desgarrado adiós del niño que alguna vez hemos sido.
Fuente: El País / Clarín / La Gaceta / Youtube 

"Tapenmé, cuando me muera / con una manta tejida /  por mis paisanas. / No se acaben todavía /angelitas de las guardas / ay madres mías." M.E.W.

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ  -  Buenos Aires (El País)
 
En los patios de todas las escuelas argentinas se ha escuchado, y se escucha todavía, a miles de niños cantándole a la tortuga Manuelita: "Manuelita vivía en Pehuajó, pero un día se marchó. Nadie supo bien por qué, a Paris ella se fue, un poquito caminando y otro poquitito a pie". María Elena Walsh, la autora de esa canción infantil y de una extraordinaria producción literaria tanto para niños como para adultos, murió este lunes en Buenos Aires, a los 80 años de edad, tras padecer una larga y dolorosa enfermedad que la obligó a ir en silla de ruedas los últimos años de su vida. Walsh estaba considerada como uno de los verdaderos mitos de la literatura argentina y era venerada y admirada por toda una sociedad que supo conectar, a todas las edades, con sus obras teatrales y musicales. Walsh, vinculada tanto a la literatura y a la vida intelectual argentina como al espectáculo y la farándula, vivía desde hace años con la fotógrafa Sara Facio. Sus restos serán velados en la sede de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores.

"María Elena cambió la literatura infantil en toda América Latina, cambió la manera de ver la infancia y de mirar a los niños, con una actitud nada condescendiente, sino respetuosa e inteligente", explica María Fernanda Maquieira, que editó su obra completa, tanto infantil como para adultos, en Alfaguara. "Sus textos infantiles tenían una calidad literaria extraordinaria, y era capaz de combinar la literatura clásica y la popular como nadie". Su obra se alejó del tono moralizante de los cuentos de la época y abrió un mundo nuevo de imaginación y juego, más relacionado con la Alicia de Carroll que con la literatura tradicional argentina. Algunos de sus personajes, como la Tortuga Manuelita (que tiene un monumento en Pehuajó, un pueblo cercano a Buenos Aires), Doña Disparate o Dailan Kifki están ya incorporados a los libros de texto de media América Latina.

María Elena Walsh nació en Ramos Mejía, una localidad de la provincia de Buenos Aires en 1930, hija de una argentina y de un irlandés, empleado de los ferrocarriles y pianista aficionado. Estudió Bellas Artes y se dedicó muy tempranamente al teatro y a la canción, tanto como compositora como cantautora. Su primera obra escrita fue un libro de poemas, que publicó con 17 años y que fue elogiado por Juan Ramón Jiménez y por Jorge Luis Borges. A principios de los 50, formó dúo con la folclorista Leda Valladares, con quien se marchó a París. Regresaron en 1956 y Walsh se metió de lleno en el mundo de la farándula y de la televisión, donde fue siempre muy querida y admirada por sus fabulosos espectáculos. Juguemos en el mundo, creado en 1968, supuso un verdadero acontecimiento que influyó no solo en la canción argentina sino en todo el mundo cultural latinoamericano. Sus canciones figuraron en el repertorio de Mercedes Sosa y de otros muchos intérpretes de todo el continente.

"María Elena Walsh era una intelectual, librepensadora, comprometida con su tiempo, pero si hubiera que resaltar un solo rasgo de su carácter yo hablaría de su formidable sentido del humor, su ironía y su delicadeza", asegura Maquieria. La cantante Susana Rinaldi explicó su admiración por la escritora: "María Elena formó a muchas generaciones en una percepción determinada de la sociedad gracias a sus libros y canciones. Ella siempre guardaba una distancia de respeto con los nenes. Le impresionaba la naturaleza humana".

"Fue un ser libre que hizo lo que quiso en cada época de su vida y nunca lo que se esperaba de ella", aseguró a EL PAÍS el escritor Leopoldo Brizuela, con quien mantuvo una gran amistad. Brizuela resaltó su actitud valiente durante la dictadura militar (sus canciones fueron prohibidas y ella publicó un artículo que se hizo famoso en el que acusaba al gobierno de pretender convertir "uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un jardín de infantes") y su decidido compromiso con el feminismo en una época en la que no era nada frecuente expresarse con esa libertad.

"Walsh, que fue una ferviente y temprana admiradora de Jorge Luis Borges, es muy parecida a él, en el sentido de que representa muy bien a la clase media argentina de principios de siglo y que, como él, fue capaz de conectar corrientes culturales muy diversas", explico Brizuela.. "Hasta el final mantuvo una formidable voracidad lectora", explicó María Fernanda Maquieira. En una de sus últimas entrevistas, en el diario Clarín, mostró su enfado por la pobreza de lenguaje que apreciaba cada vez más en los niños y realizó una encendida defensa de la educación infantil. "Además en la literatura, muchos escritores deciden escribir más sencillamente, tal vez imitando la pobreza de los chicos, cosa que a mi no me gusta, aunque respeto a quien lo quiera hacer". "La vida es muy triste sin diccionarios", sentenció, con visible irritación. Ayer, prácticamente todos los canales difundieron, una y otra vez, sus canciones más famosas: "La leche tiene frío y la abrigaré. Le pondré un sobretodo mío, largo hasta los pies". 


Homenaje del diario "La Gaceta" (Youtube)

Habla el mono moto loco 

El pibito corría con un casco de plástico alrededor de la mesa. Él era el mono moto loco. Corría y escuchaba, deseoso de llegar a ese final dramático donde el mono se hace pelota.

Para él, el mono se moría. Posta. Y podía sentirlo en esa voz celestial. No se percataba que al final, según la canción, parecía estar bien. Se quedaba con el momento en que la moto le quedaba de sombrero. Esquivaba sillas y veía como se llevaba por delante todo con su moto hecha de aire y corrida. Y al final chocaba con lo que tenía adelante y se quedaba tirado ahí, jugando el drama del pobre mono loco que iba en moto, una y otra vez.
Qué divertido era.

Pucha, ahora la escucho y se me hace un maldito nudo en la garganta. Y no es porque hoy ha fallecido esa voz celestial. No. Es porque esa canción es como un rayo; de los más poderosos; que me vapulea y me recuerda que hace mucho que no soy el mono moto loco.

 Blog Elviajesecreto (Darío García)


Sin embargo estoy aquí, resucitando
El tamaño de la tristeza
Por Andrea Ferrari *

Para las muchas generaciones que crecimos con los libros y la música de María Elena Walsh, es difícil pensar en ella separándola de la experiencia personal. ¿Quién es capaz de recordar cuándo oyó hablar por primera vez del Mono Liso o de la tortuga viajera? La impresión que teníamos entonces era que esas historias eran tan parte de la infancia como la leche chocolatada, que siempre habían estado, que permanecieron cuando nos distrajimos con el rock y los libros “de adultos” y que, por suerte, seguían estando ahí cuando las quisimos para nuestros hijos. Pero hubo una época en que no habían llegado. Y si las creaciones de Walsh perduraron tanto en el tiempo fue por su furiosa originalidad, por la ruptura que significaron con el pasado.

 

En la literatura infantil la irrupción de María Elena fue una ventana abierta para airear tanto cuento acartonado, plagado de diminutivos y moralejas. Ella se plantó en contra del pedagogismo imperante en las historias para chicos. Se propuso darles más juego, más goce y menos “enseñanzas”. Haciendo eje en el humor, sus obras cuestionaron las verdades establecidas, se rieron de la autoridad, combatieron la solemnidad a través de la irreverencia. En la línea del nonsense inglés, implantó el disparate, experimentó con palabras y sonidos y se permitió poner al mundo patas para arriba.

Walsh no sólo moldeó a varias camadas de lectores, sino también a los escritores que vinieron después. Es tan difícil aislar hoy a la literatura infantil argentina de su influencia como al rock de la marca de Los Beatles.

Para las generaciones que consumieron, cantaron y repitieron las historias de María Elena hoy es un día triste. Una tristeza grande, como de elefante. Y sabemos gracias a ella que una tristeza de elefante es mucho mayor que una tristeza de persona. Es capaz de inundar casas, provocar vendavales, hacer despegar todas las estampillas del correo y varias catástrofes más. 

Lamentablemente, se desconoce el paradero de aquel bombero de la manguera a lunares y el hacha brillante como la luna.

Página 12
 

“Desventuras en el país Jardín de Infantes”

Texto completo de María Elena Walsh

La muerte de María Elena Walsh Desventuras en el país Jardín de Infantes Si alguien quisiera recitar el clásico "Como amado en el amante / uno en otro residía..." por los medios de difusión del País-Jardín, el celador de turno se lo prohibiría, espantado de la palabra amante, mucho más en tan ambiguo sentido.

 

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