Por Mario Bunge | 06 OCT 10

¿Qué hacen los filósofos?

Pero un disparate no hace una filosofía, así como una golondrina no hace verano.

Todos sabemos qué hacen los agricultores, panaderos, carpinteros, maestros, médicos, ladrones, y demás trabajadores especializados. Pero nadie sabe a ciencia cierta qué hacen los filósofos. Ni siquiera los propios filósofos están seguros de lo que hacen ni, menos aun, de lo que debieran hacer. Pero no por esto dejan de opinar.

Las dos opiniones más extravagantes que conozco al res-pecto son las de Wittgenstein y un ex colega, cuyo nombre fue olvidado en cuanto murió. Wittgenstein creía que la filosofía es como una enfermedad causada por el mal uso de la lengua. Por esto concluyó que la tarea del buen filósofo es corregir tales errores. Por ejemplo, puesto que las palabras “mente” y “cerebro” son muy diferentes entre sí, sería funesto pensar que se piensa con el cerebro. El que los que estudian las funciones tiendan a cometer este presunto error, les tiene sin cuidado a los secuaces del célebre aforista austrobritánico.

Sin embargo, una versión moderada de la tesis de Wittgenstein es verdadera: que hay quien ha tomado disparates, e incluso errores gramaticales, por profundas verdades filosóficas. Ejemplo 1: Hegel afirmó que el devenir es la síntesis del ser y del no ser. No explicó el mecanismo por el cual algo se combina con nada. Ejemplo 2: Heidegger escribió que “el ser es ELLO mismo” (Sein ist ES selbst). Ejemplo 3: el flósofo de la mente contemporáneo Jaegwon Kim afirmó que lo peculiar del dolor es que duele. Que es como decir que el movimiento se mueve, la digestión digiere, o el pensamiento piensa. Se olvida de la admonición del Aristóteles: empieza por decir de qué vas a hablar (a qué vas a referirte). Ejemplo 4: el igualmente famoso Thomas Nagel dijo que la conciencia se distingue en que “hay algo que es como” (there is something it’s like). Pregúntesele a un anestesista si esta presunta definición de la conciencia le sirve para averiguar si su paciente ya está listo para el cirujano. Ejemplo 5: los celebérrimos Bertrand Russell and Willard Van Orman Quine se negaron a distinguir el “existe” (o “hay”) que figura en: “Hay infinitos quebrados entre 0 y 1” del que figura en: “Hay cerveza en la heladera”.

Pero un disparate no hace una filosofía, así como una golondrina no hace verano. La pregunta de Demócrito, “¿cuáles son los constituyentes del universo?”, fue legítima y generó la hipótesis atómica, que ha sobrevivido dos milenios y medio. Y la pregunta de Platón y Aristóteles, “¿cómo razonamos?”, generó la lógica. Hay, pues, problemas filosóficos auténticos, y de ellos se ocupan los filósofos auténticos.

La otra opinión estrafalaria que recuerdo es la que escuché todas las veces que participé de las mesas examinadoras de Introducción a la Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. En efecto, una de las preguntas claves que hacía el profesor era: “¿En qué se distingue el filósofo?” La respuesta ganadora era: “El filósofo se distingue en que se ensimisma”. Afortunadamente, al examinado no se le pedía que definiese la palabra clave, que es tan ambigua como “absorto”. En efecto, según el contexto, “ensimismado” significa ya “olvidado de sí mismo”, ya “pensando en sí mismo”. Pero lo que realmente importa es que, cualquiera sea su ocupación, cualquiera se ensimisma de vez en cuando. Y también importa, aunque mucho menos, el que la palabra en cuestión se presta a chistes fáciles, tales como: “¿Estás entimismado?” y “¿Por qué no te callas y te entimismas de una vez?”

Dejémonos de tonterías y recordemos qué han hecho algunos grandes filósofos del pasado: Demócrito, Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza y Kant.

 

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