A 20 años del estudio CARDIA | 30 SEP 10

Precio de los alimentos y resultados alimentarios y sanitarios

Las políticas para aumentar el precio de ciertos alimentos poco saludables pueden ser eficaces para orientar a los adultos hacia una alimentación más sana y contribuir a la reducción del peso o de los niveles de insulina.
Autor/a: Kiyah J. Duffey, PhD; Penny Gordon-Larsen, PhD; James M. Shikany, MD; David Guilkey, PhD; David R. Jacobs Jr, PhD; Barry M. Popkin, PhD Intern Med 2010;170 (no. 5), Mar 8

Aunque las políticas de precios, tales como la aplicación de impuestos, se están comenzando a emplear para enfocar la obesidad, la diabetes y otros problemas sanitarios relacionados con la nutrición, hay pocas investigaciones sobre el impacto de los cambios de precios sobre el consumo de alimentos y sobre la salud.

Como compensación por el mayor costo de los alimentos saludables (frutas y verduras), especialistas en salud pública y políticos han sugerido aumentar los impuestos sobre los alimentos ricos en calorías, grasas saturadas o azúcar o subsidiar los alimentos más saludables.

A fin de investigar adecuadamente el efecto de los cambios en los precios sobre la salud, es necesario estudiar los efectos directos e indirectos de los cambios de precios sobre el consumo alimentario. Éstos comprenden:

1- La elasticidad de la demanda según los precios, es decir, el cambio en la cantidad consumida de un producto como resultado del cambio de precio de ese producto.
 
2- Los efectos indirectos sobre complementos y sustitutos, es decir otros alimentos cuyo consumo se podría afectar por los cambios de precio de un determinado alimento. Por ejemplo, se podrían estudiar los cambios en el consumo de jugo de frutas o de leche en respuesta a cambios en el precio de las gaseosas.
 
Los autores investigaron las tendencias seculares en los precios de determinados alimentos y bebidas y su asociación con el consumo (elasticidad de la demanda según los precios), la ingesta calórica total, el peso y la puntuación HOMA-IR (homeostasis model assessment of insulin resistance), durante el curso de 20 años en el estudio Coronary Artery Risk Development in Young Adults (CARDIA). Para ello emplearon la medición directa del consumo a nivel individual y los datos sanitarios vinculados con los precios en cada población.
 
MÉTODOS
 
Población
El CARDIA es un estudio multicéntrico, longitudinal, de los determinantes y la evolución del riesgo de enfermedad cardiovascular en adultos jóvenes negros y blancos en los EE. UU. El relevamiento original fue completado por 5.115 adultos de 18-30 años, de 4 ciudades de los EE. UU. Los estudios de seguimiento se realizaron 2, 5, 7, 10, 15 y 20 años después del inicio, con tasas de retención del 91%, 86%, 81%, 79%, 74% y 72%, respectivamente. Para este estudio se emplearon los datos de los años 0 (1985-1986), 7 (1992-1993) y 20, (2005-2006) que son los años en que se obtuvieron los datos sobre alimentación.
 
Precios de los alimentos
Los precios de los alimentos fueron recolectados por el Council for Community and Economic Research. De estos datos, los autores seleccionaron las siguientes variables entre bebidas y alimentos, que eran comparables con los datos de consumo del estudio CARDIA: gaseosa (envase de 2 l), leche entera (envase de 1,9 l), hamburguesa (0.113 kg) y pizza (29,4-33,0 cm de diámetro, con masa chata (éstas dos últimas no caseras).
Se incluyó también una selección de precios de alimentos y bebidas supuestamente complementarias y de reemplazo: cerveza (6 envases de 360 ml), vino (botella de 1,5 l), café molido (envase de 450 g) bananas (450 g), churrasco (450 g), queso parmesano rallado (224 g) y pollo frito (trozado, pata y muslo, adquiridos en comercios). Para tener en cuenta la inflación, se empleó el índice de precios al consumidor de EE.UU. del último cuatrimestre de 2006, como base para aumentar los valores nominales para todos los precios a dólares de 2006.
 
Evaluación alimentaria
El consumo alimentario habitual se evaluó mediante la anamnesis alimentaria del estudio CARDIA seguida por un cuestionario sobre frecuencia de consumo. Se emplearon dos clases de bebidas y de alimentos consumidos fuera de la casa: leche entera, gaseosas o refrescos (azucarados), hamburguesas y pizza.
 
Antropometría y resistencia a la insulina
Se midieron la talla, el peso y las concentraciones de insulina y glucosa en ayunas.
La puntuación HOMA-IR, que mide la resistencia a la insulina, se calculó como: [Glucosa en ayunas (en milimoles por litro) x Insulina (en microunidades por litro)]/22,5. Las puntuaciones más altas indican aumento de la sensibilidad a la insulina.
 
Covariables
En cada período de estudio, se aplicaron cuestionarios sobre variables sociodemográficas y determinadas conductas relacionadas con la salud, (edad, nivel educativo, ingresos y estructura familiar). Se evaluó también la actividad física mediante el cuestionario del estudio CARDIA. Se ajustaron todos los modelos al costo de vida.
 
La muestra final comprendió 12.123 observaciones de 5112 participan
 

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