Mercedes Sosa, inolvidable | 04 OCT 09

Duerme, duerme, negrita...

Una despedida emocionada para alguien que no se irá jamás. El adiós a una mujer que ingresa en la memoria colectiva.

Vos ya lo sabías Mercedes,  la muerte es la frontera de las palabras, es su límite implacable. Esta mañana de sol tremendo el cielo no tiene ni una nube y  amanece un escándalo de luz, precisamente esta mañana Mercedes, sus alas negras te rozaron los talones.  Ahora mismo, tan temprano, mi mujer se ha encerrado en la habitación para llorar a solas, mi hijo acaba de llegar de una noche de parranda y me pregunta por qué nos duele tanto. ¿Qué puedo decirle? ¿Cómo contarle estos años de emociones, de desdichas y alegrías que vivimos arropados por tu voz?  Le dije que ya habías estado muerta antes. Cuando la barbarie te impidió volver al único lugar donde tu vida era posible.  Que a su madre y a mí nos resulta muy difícil encontrar un momento de la historia de la que él procede sin que vos hayas estado allí. Que sentíamos una deuda que ya no podríamos saldar, una imposible de pagar porque lo que habíamos recibido no tenía precio ni cantidad. Que cuando los miserables o los idiotas decidían por nosotros qué era bueno y que no lo era  vos seguiste cantándonos al oído mientras afuera todo era noche de terror y de silencio. Que te acercaste para besarlos en la frente a todos cuantos fueron víctimas de quienes le exigen al talento certificados de salud y buena conducta. Vendrán días de homenaje y protocolo. Yo me encerraré en el desván de la memoria a escucharte acurrucado a mis recuerdos. Volveré a sentir la emoción del primer día y me permitiré guardarte para siempre tal como yo te quiero. Así, estallando en  millones de Mercedes incrustadas en el alma de tanta gente, nos estaremos burlando de la ausencia brutal con que nos amenaza la estúpida muerte.

D.F

 
Homenaje a Mercedes Sosa
Dale, Santi, vos sos Peter y yo el Capitán Garfio

Los Justos

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Jorge Luis Borges

Querida Mercedes:

Hoy miré sus funerales por TN, conmovido por la noticia de su muerte, ensimismado y abstraído por las imágenes desde el Congreso, y las de mis recuerdos.
Recordé el living de mi casa, de cuando era chiquito, y el tocadiscos al lado de la chimenea.
Recordé el dibujo de la tapa de uno de sus longplay, y que no entendía porqué había un circulito como en sacabocados, que se transportaba fuera de su cuerpo.
Recordé que no entendía qué cosa quería decir “la maza sin cantera”.
Recordé que durante un tiempo creí que su nombre era Alfonsina.
Me pregunté qué cosa tenían que ver los datos de su biografía con su canción.
Recordé que no entendía cómo era que se le había perdido su unicornio y cómo era que estaba dispuesta a pagar tanto por información.
Recordé su dueto con el Polaco Goyeneche y mi sorpresa al escuchar que cantaba una canción de Sting.
Pensé porqué me asaltaba ahora el coleccionismo de sus discos.
Me emocioné cuando vi que Charly entraba al salón de los Pasos Perdidos.
Escuché de lejos (casi sin escuchar) que mi hijo me invitaba a jugar a las espadas.
Recordé que después de haber bajado en mp3 su último disco, fui a la disquería a comprar el original.
Recordé La Misa Criolla.
Recordé que cuando me llevaron a verla por primera vez a uno de sus conciertos, me llamó la atención que fuera gorda.
Recordé que después fui a verla sin que nadie me llevara.
Tarareé “Inconciente colectivo”, “Gracias a la Vida”, “Cuando ya me empiece a quedar solo” y “Los Mareados”.
Escuché que mi hijo se enojaba por mi falta de respuesta y que tiraba al suelo la espada de madera que le hice para el día del niño.
Y caí en la cuenta que el último tema de su último disco había sido el Himno Nacional Argentino, y que luego de cantar el último verso “oh juremos con gloria morir” Usted agregó “…y juremos, con gloria, vivir”.
Y creo que ahí entendí, Señora, creo que entendí.
Recordé el poema “Los Justos”, de Borges.
Apagué el televisor, recogí la espada del suelo, y salí a perseguir a Santi, decidido a, con gloria, salvar al mundo.
Gracias, Señora.

 

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