¿Son conceptos compatibles en la actualidad? | 17 AGO 09

Agonía y muerte asistida

Al sufrir una enfermedad terminal, la persona se tiene que enfrentar al hecho de morir en un tiempo muy corto.
Autor/a: TulioVelásquez, anestesiólogo oncológico, Centro de Cáncer "Emma Romero de Callejas" Vol. VI/ Núm. 4/ 2009
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Bibliografía

Al sufrir una enfermedad terminal, la persona afectada se tiene que enfrentar al hecho de morir en un tiempo muy corto. Esto lleva a ese individuo a plantearse una serie de interrogantes: ¿habrá dolores severos?, ¿será larga la agonía?, ¿la familia sufrirá mucho al estar a mi lado?, ¿es legal, moral y éticamente aceptada la muerte asistida (eutanasia)?, ¿hay opciones para morir apaciblemente?

Para comenzar, tendríamos que iniciar hablando de que la agonía o los últimos días de vida es el fenómeno que precede a la muerte cuando ésta ocurre en forma lenta; tal situación se manifiesta por un deterioro físico severo, debilidad extrema, trastornos de la conciencia, dificultad para la ingesta de alimentos o líquidos, incapacidad para relacionarse con otras personas, postración. Al identificar en forma correcta esta agonía, se produce un cambio en la actitud profesional del médico a cargo, ya que va a aplicar mayores medidas de intervención y a detectar nuevas necesidades en la fase agónica, las cuales se reflejarán en el plan de tratamiento y cuidados.

Al ver que un paciente se va deteriorando progresivamente y que a pesar de seguir con un esquema de tratamiento no presenta mejoría alguna, conviene hablar con el paciente y su familia y exponer lo que pasa. No hay que temer a la reacción de ninguno de los miembros porque lo que las personas quieren es que su médico les hable con franqueza y sinceridad, sin ocultar ni engañar a ese ser querido que se encuentra enfermo. Al mencionar esta situación, tenemos que explicar todas las posibles opciones que se pueden esperar en el transcurso de esta etapa de agonía, pero a la vez hay que darles todas las probables soluciones para así evitar la aparición de situaciones que produzcan un mayor grado de ansiedad en la familia.

Por todo esto, los médicos paliativistas y algólogos deben ser capaces de aliviar dolores severos mediante el uso racional de medicamentos analgésicos (desde antiinflamatorios, opioides débiles y fuertes, así como coadyuvantes) ya establecidos en la escalera analgésica de la OMS. No sólo hay que enfocarse en el aspecto físico, debemos dar importancia al psicológico, social y espiritual del paciente y su familia, ya que si tomamos en cuenta todas estas facetas, la comodidad y grado de satisfacción que se brinda es mucho mayor. Un objetivo primordial en estos casos es tratar de que la persona alcance un estado de paz interior y aceptación de esa realidad tan dura de enfrentar, por lo que no conviene descuidar la atención espiritual (por un sacerdote o pastor), la visita de amigos cercanos y la expresión de estados de ánimo y emociones que tal vez no haya estado acostumbrado a manifestar antes.

Hay que recordar que desde el mismo momento en que se diagnostica una enfermedad terminal, es como si el paciente ya estuviera muerto, pero en un plano social más específicamente hablando, ya que la familia procura aislarlo en un sentido de protección, pero cuya verdadera razón es que se trata de negar la muerte e ignorarla, ya que si un familiar cercano está en ese proceso evolutivo de la muerte, esto confronta al resto de la familia con esa verdad inevitable de todo ser humano que es la muerte. Si logramos que todo el núcleo familiar se involucre en el cuidado del paciente, sobre la marcha se le brindará una atención más integral a casi todos los miembros de la familia (recordemos que siempre puede haber un miembro que se niegue a aceptar esa situación por la que atraviesa).

Cuando hemos logrado la aceptación en esta etapa, puede sobrevenir un empeoramiento de los síntomas que se manifiesta en la agonía, por lo que nos vemos en la necesidad de plantear la opción de la sedación al paciente y/o a la familia, ya que se pueden presentar síntomas refractarios (síntomas que no se pueden controlar a pesar de un gran esfuerzo, sin comprometer la conciencia del paciente) y síntomas difíciles (son aquellos que ameritan una intervención terapéutica intensiva, ya sea desde el punto de vista farmacológico, invasivo y psicológico) que ameritan ser manejados desde la perspectiva de la sedación, ya que así se aminora el impacto emocional que dicho síntoma produce en el paciente.

En el plano de la medicina paliativa se entiende por sedación a la administración de fármacos en dosis adecuadas para disminuir o anular la percepción por parte del paciente de síntomas que por su intensidad o nula respuesta al tratamiento recibido producirían un sufrimiento innecesario. La sedación se puede clasificar según:

a) Objetivo: primaria (cuando se busca como finalidad) o secundaria (como efecto secundario de un tratamiento).

b) Temporalidad: sedación continua (sin periodos de alerta o de despertar) o sedación intermitente (con periodos de alerta o periodos despierto).

c) Intensidad: sedación profunda (no se puede hablar con el paciente) o sedación superficial (se puede hablar con el paciente).

 

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