"Vientre Subrogado" | 31 AGO 08

Vientre se alquila: maternidad en debate

Cada vez más mujeres se atreven a publicar avisos ofreciendo su cuerpo para gestar un hijo ajeno.

Por Gustavo Barco

Cada vez más mujeres se atreven a publicar avisos ofreciendo su cuerpo para gestar un hijo ajeno. En nuestro país se paga entre 10 mil y 30 mil dólares, aunque el vacío legal sobre el tema y el temor a la condena social empujan a muchas mujeres a buscar solución en EE. UU.

Por Gustavo Barco DISEÑO DE TAPA: SILVINA NICASTRO / FOTO: MARIA ARAMBURU

Fue una de esas noches frías, mientras sus siete hijos dormían con la panza vacía, cuando María se decidió a hablarlo con su marido.

"Estás loca", fue la primera reacción de Cristian. María no podía dormir, pensaba -piensa- que la solución para salir de la pobreza estaba en su vientre. Insistió susurrando al oído en el medio de la madrugada. "Si podemos hacer como la chica de Córdoba, me embarazo para otro y con esa plata por lo menos compramos un terrenito", insistió. "Estás loca, dormite de una vez", le respondió el marido en la oscuridad.

Pasaron muchas noches hasta que la idea de poner el vientre de María en alquiler se instaló también en la cabeza de Cristian: "Volver a casa después de alguna changa y ver a los chicos descalzos, que se pelean por una frazada o por la comida, eso fue lo que me decidió a apoyar a mi señora. Seamos sinceros, para mí esto está mal, pero es la única forma que encontramos para tener una casa. Pusimos un aviso en Internet. Nos contactaron más de 20 parejas argentinas, de México y España", dice el hombre, 32 años, mientras se fuma un rubio en una plaza de Berazategui, donde la pareja aceptó encontrarse con el cronista de LA NACION.

El anuncio de María y Cristian es uno de los cientos publicados en la Red y, como los otros, contribuye a darle visibilidad pública a una realidad incómoda que, sin embargo, cada vez aparece más. Los avisos los publican las mujeres, pero muchas veces ellas cuentan con el apoyo de sus maridos y parejas, como el único salvavidas para paliar su situación económica. "Monedita que tengo, que voy al cíber a ver la casilla a ver si alguien contestó al aviso", dice Cristian.

En muchos casos, al temor, el desconocimiento y la condena social se suma también la especulación política: cuando un caso toma notoriedad pública, deja al descubierto el contexto de pobreza que empujó la decisión de la mujer que se ofrece y, enseguida, algún funcionario se contacta para pedirle silencio.

Volvió a suceder hace unos días en Córdoba, con una joven oriunda de Salsipuedes que empapeló la terminal de ómnibus de Córdoba capital con su número de celular y tres palabras: "Alquilo mi vientre". LA NACION se comunicó con ella para ir a entrevistarla en su casa: "No me dejan hablar con los periodistas, discúlpeme, señor", contestó la joven a la que, según su relato, dirigentes políticos cordobeses, rápidos de reflejos, le prometieron un trabajo y ayudar a su familia a cambio de su silencio.

Lo mismo le había sucedido a Paola, otra chica cordobesa de Río Segundo. En 2006, ella había decidido poner su vientre en alquiler con la idea de aliviar un poco la situación de sus cuatro hijos, que usaban bolsas de plástico o toallitas femeninas como pañales. Hoy vive en la misma casa, los chicos ya son cinco y ella dice, roja de la bronca: "No me dieron nada, no hay que creerles a los políticos. Sí, pienso en volver a poner mi vientre en alquiler, creo que cualquier madre lo haría por sus hijos". Desde que se enteraron de lo que "quiso hacer", las vecinas le sacaron el saludo y no dejan que sus hijos jueguen con los de ella.

Con este panorama, se entiende cuando las madres que ya alquilaron un vientre en Estados Unidos y disfrutan de sus chicos en sus casas piden el anonimato, al hablar con LA NACION, para evitar lo que piensan que sería un "suicidio social".

Son pocos los que reconocen en público que estas prácticas se realizan en el país. En la Argentina, el alquiler de vientres no está legislado, como ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, en donde está permitido en algunos estados. Realizar la operación completa en ese país cuesta entre 30 y 70 mil dólares de "base" promedio. Otros estiran la cifra a 120.000 dólares cuando las cosas se complican. En cualquier caso, una aventura que sólo pueden costear bolsillos muy privilegiados.

Dentro de esa zona gris sin ley ni normas ni Estado que controle encuentra su cauce el alquiler de vientres y abre, al mismo tiempo, un debate en el que se encuentran convicciones religiosas, límites bioéticos, necesidades emocionales, por un lado, económicas por el otro, y una delicada discusión sobre la aceptación de la maternidad como negocio y del cuerpo femenino como una mercancía sujeta a las leyes del mercado. Según los especialistas, en la Argentina, como mínimo, 1 de cada 10 personas tiene algún problema de infertilidad. La donación de óvulos llega a pagarse a un promedio de 800 pesos; con más de 12 donaciones se puede tener riesgo de cáncer, por lo cual se permite sólo hasta seis ovodonaciones.

Existe un proyecto de ley en el Congreso sobre "Vientre Subrogado", de la senadora Adriana Bortolozzi (PJ-FPV), que considera el alquiler de vientres como parte de la "manipulación genética" y, entre sus fundamentos para prohibirlo, indica que "la maternidad subrogada implica un pacto de contenido inmoral contrario a las buenas costumbres". El proyecto, obviamente, niega la posibilidad de avanzar hacia la definición de un contrato de maternidad subrogada, una herramienta que en EE.UU. permitió al menos ordenar una realidad que se imponía por su propia fuerza.

Algunos de los especialistas y expertos en la materia consultados por LA NACION dijeron estar sorprendidos por el fenómeno que se da en Internet, en donde los anuncios de alquiler de vientre se encuentran por centenares y van de la mano de la lógica del mercado, en donde todo se cotiza, incluso el color de la piel. "Hola me llamo Vanina soy de Lanús, tengo 28 años, soy bonita bien blanca pelo largo y rubio cuerpo normal casada 3 hijos hermosos y bien sanos y anuncio que quiero alquilar mi vientre por inseminación artificial". "Alquilo mi vientre: me llamo Silvana soy argentina, busco parejas que deseen tener un hijo, puedo ayudarlos comuníquense conmigo". "Alquilo mi vientre, total seriedad, con garantías, 35.000 dólares." En uno de estos avisos, el buscador indicó que había sido leído 456 veces.

Otro indicio de la demanda que existe es la reciente aparición del sitio argentino www.unhijoesposible.com creado por un grupo de madres que pasaron por la experiencia de alquilar un vientre. En forma gratuita, el sitio brinda información sobre todo lo relacionado con la subrogación de vientres en tierras norteamericanas. Recibe 15.000 visitas por mes, de las cuales el 60 por ciento se reparte entre distintos países latinoamericanos y el 40% es de España, donde hasta el momento está prohibido pese a que la comunidad médica recomendó legislar en favor del alquiler de vientres debido a la demanda.

Una de las creadoras de la página, 33 años, que acepta charlar con LA NACION con la condición de no dar mayores detalles sobre su vida, para preservar a su bebe, aclara: "Vimos de manera alarmante cómo la gente hacía cualquier cosa. Yo no tengo contacto directo con nadie, pero si hay oferta de mujeres que ofrecen sus vientres en Internet es porque hay gente a la que le interesa, como contraparte, recurrir a esos servicios. Por falta de información a veces la gente va por el camino erróneo. Nosotros recomendamos que lo hagan en Estados Unidos. Esto no es para todo el mundo, no sólo por lo económico. Acá no hay una discusión ética, eso ya no se cuestiona. En Estados Unidos para ser madre subrogante hay que tener una buena posición económica, ser de clase media, nada que ver con lo que se da aquí. Es abrumadora la cantidad de gente que necesita de este método. No se puede esconder el sol con la mano".

María, la señora de Berazategui que espera alquilar su vientre, dice que ya se hizo la idea de que el bebé que va a tener no va a ser suyo, que lo va a entregar para que el resto de sus hijos pueda vivir dignamente, tener un patio donde correr, comer todos los días; el viento frío parece humedecerle los ojos en la plaza de Berazategui: "Yo estoy segura y decidida, los que nos contactan siempre preguntan lo mismo, si estoy segura de lo que voy a hacer. Lo hago por mis hijos. Vivimos con los chicos, somos nueve en total, en un cuartito que nos presta un compadre. Pedimos 10.000 dólares para comprar una casita. Ya no podemos vivir así, llegamos a un punto que no podemos más", cuenta María, 29 años, rosarina, siete partos naturales, hijos con edades de entre 1 y 12 años. 10.000 dólares es un precio justo, dice. "Otros cobran más caro, 20, 30 mil dólares. No pedimos nada del otro mundo. Queremos ayudar y que nos ayuden", dice Cristian sobre un tipo de negocio al que siente que llega por desesperación pero que, al igual que al resto de la sociedad, lo sumerge en un debate incómodo, difícil.
Sin normas claras

"No estoy de acuerdo con la subrogación de vientre cuando hay un contrato de por medio. Estoy al tanto de lo que pasa en Internet y no hay que ser cómplice de eso. En un caso excepcional, como de una madre que le presta su vientre a su hija para tener a su nieto, que es claramente un acto de amor, yo lo haría", señala Claudio Chillik, especialista en medicina reproductiva y ex presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer).

El alquiler de vientres se concreta cuando una mujer acepta gestar en su cuerpo un bebe que no reclamará como hijo propio. A veces, el bebe es concebido con el óvulo de la madre contratada y el espermatozoide del padre contratante. Otra de las posibilidades es transferir el embrión concebido con el esperma y el óvulo de los padres contratantes al útero de la madre de alquiler. También, el óvulo y el esperma pueden ser aportados por personas ajenas a la pareja que contrata y a la madre suplente. La fecundación in vitro siempre está de por medio, el embrión se implanta en la madre sustituta. Una vez nacido el hijo, la mamá sustituta debe ceder al bebé y renuncia a sus derechos de madre. Entonces la mujer de la pareja contratante adopta a la criatura.

 

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