¿Qué tiene que decir la Biología sobre el sexo y el amor? | 28 FEB 07

Sexo, drogas y biología...

Diego Golombek -biólogo- cuenta en un libro fascinante las conexiones entre el amor, el sexo y la biología.
Autor/a: Diego Golombek 
INDICE:  1. Un organismo llamado "mamá" | 2. Un organismo llamado "mamá"
Un organismo llamado "mamá"

¿Por qué nos resultará tan difícil pensar sin separar? ¿Por qué nos parecerá imposible articular el rigor científico, el humor y un discurso con voluntad de ser comprendido?

Es probable que el futuro transite por caminos donde se produzcan asociaciones hasta hoy inéditas. El recurso analítico -tan propio de las ciencias- tiende a disgregarse y nuevas formas de pensar, nuevos modos de hablar -aunque tal vez sea lo mismo- hoy comienzan a ser posibles.

Las disciplinas han resultado tan fructíferas y tan productivas que caemos en la tentación de considerarlas eternas e inmutables. Así, el encierro disciplinar, se torna un obstáculo epistemológico. Lo “decible” opera como una frontera para dar cuenta de lo real. Lo que está permitido decir forja en cada época lo que es posible observar. La percepción sucede a la razón, y esta se organiza en el lenguaje.

¿Será una condición necesaria para el entretenimiento el recurso a la estupidez, la trivialidad de la ignorancia o los ásperos senderos de la grosería?

Por que resiste a eso -entre muchas otras cosas- Diego Golombek es un “creador”, por eso es un “científico” en la acepción más trascendente de la palabra. Diego sabe, entonces goza de su saber. Porque conoce como producto del esfuerzo sistemático y riguroso puede reírse y hacernos reír. Porque comprende que su ciencia es incompleta y que la realidad es inabarcable, no necesita investirse con identidades corporativas.

“Sexo drogas y biología” es uno de esos textos que uno esperaba leer, uno de esos libros que uno -secretamente- hubiera querido escribir. En estas páginas nos reencontramos con nuestra tantas veces negada condición de seres biológicos. Nos enfrentamos a ella sin los ancestrales terrores humanos a la hora de advertir su naturaleza animal. Diego nos la enseña con la ternura de un humor inteligente y la certeza de que, al hacerlo, no menoscaba la condición sublime del amor ni atenúa en nada las cimas de la pasión.

Me he quedado pensando al cerrar el libro. Y eso, no es poco...

Daniel Flichtentrei

¿Quién es Diego Golombek?

Diego Golombek nació en Buenos Aires en 1964, es licenciado y doctor en Biología de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es profesor y secretario de Posgrado en la Universidad de Quilmes, e investigador del CONICET. Dirige el laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes, y ha publicado numerosos trabajos de investigación científica. Ha trabajado, además, como director de teatro, periodista y músico. Del autor: ADN, El cocinero científico, Demoliendo papers, Sexo, drogas y biología.


Fragmento del libro:

Sus latidos cardíacos –los de ella– llegaban a 200 pulsaciones por minuto. Mientras tanto, su frecuencia respiratoria –la de él– no bajaba de 20. Las mejillas –las de los dos– estaban inequívocamente sonrojadas, y el sudor les caía por la piel. Por sobre todo, sus zonas sexuales más activas –el hipocampo, el cíngulo y el resto del sistema límbico– estaban en un pico de su actividad. No cabía duda: estaban enamorados.

Porque, ¿qué es el amor sino una serie de reacciones fisiológicas? ¿De qué hablaba Pablo Neruda cuando escribía “aquí te amo y en vano te oculta el horizonte”, o Manolito cuando afirmaba que estar enamorado es como “estar hamacándose en la plaza tirándole cascotazos a un tambor”? Pues bien: ni más ni menos que de neurotransmisores, olores y estimulaciones químicas. O, al menos, eso es lo que algunos científicos predican desde el laboratorio.

El amor después del amor

¿Por qué nos enamoramos? Y, sobre todo, ¿de quién nos enamoramos? La belleza, por ejemplo, no está necesariamente en el ojo del consumidor: tal vez esté más adentro, en algún mecanismo inconsciente que la evolución se ocupó de mantener más allá de las modas.

Los hombres las prefieren jóvenes, se quejan ellas... Y tienen razón: los machos de cualquier especie buscan hembras con características que indiquen una buena fertilidad. La belleza, en definitiva y mal que nos pese, es una serie de signos de juventud, divino tesoro: labios gruesos, simetría en los rasgos, ciertas distancias y proporciones mágicas en el rostro y en el cuerpo. Y la sensualidad “clásica” femenina que deja boquiabiertos (o vociferantes) a los obreros de la construcción está diciendo “mírame, mírame, mírame, soy muy fértil, con mis pechos y mis caderas, lista para la reproducción de la especie”.
Ellas, en cambio, los prefieren maduros. También altos (una investigación reciente demuestra que los petisos tienen una tasa mayor de soltería que los lungos;  así que nada de “qué tendrá el petiso”... sólo mala suerte). Y aunque lo nieguen, un poquito ostentosos. Un auto, buena ropa, por qué no colores vistosos en las plumas, o unos flor de cuernos (con perdón) no están nada mal. Es más: las hembras son siempre más selectivas que los muchachones. Tienen sus motivos: tanto les cuesta producir un huevecillo, que no se lo van a entregar a cualquiera que ande desparramando sus millones de espermatozoides por el mundo, qué se han creído. Por otro lado, en especies de períodos largos de gestación (como las mamás humanas), viene bien –evolutivamente hablando- tener al lado a alguien con recursos propios  para pasar el invierno. Lo que se dice un buen partido.
Pero no todo es instinto: las muchachas (humanas o no) en edad de merecer no sólo actúan guiadas por las reglas de la especie, sino que a veces lo hacen por imitación. Algo así como que si tantas zorzalas o salmonas eligen a ese zorzal o a ese salmón, algo debe tener, y una no puede ser menos... Y así la evolución nos lleva a los carnets de baile, los grupos de solas y solos, y hasta los ciber-romances.


Nexus, lexus, ciencius

Amor, love, amour… y siguen las palabras. Si bien se supone que no hay forma de definir ni contar al amor, los diversos idiomas tienen cualquier cantidad de vocablos y variedades para todos los gustos. Podemos hablar de amor románti

 

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