La controversia sobre el uso del preservativo está llegando a su fin a medida que la evidencia científica demuestra cada vez más que puede reducir el riesgo de la mayoría de las enfermedades trasmisibles por relación sexual, particularmente el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
En el año 2000, se constituyó un panel de expertos sobre el preservativo convocado por la Food and Drug Administration (FDA), el National Institutes of Health (NIH), los Centers for Disease Control and Prevention, y la U.S. Agency for International Development. El informe final de este encuentro determinó que el preservativo reduce el riesgo de embarazo, la transmisión por VIH y la gonorrea.
Seis años después, los beneficios del preservativo se extendieron sobre la prevención de la chlamydia y el virus del herpes simple, tanto en hombres como en mujeres. Respecto del VIH se calcula que el preservativo reduce el riesgo entre el 80% y el 90%. La falta de precisión en estos porcentajes se debe a diversos factores que incluyen las defensas inmunológicas, el grado de virosis, la técnica de colocación del preservativo y los hábitos sexuales.
Virus del papiloma humano
La infección por el virus del papiloma humano (VPH) es frecuente en las mujeres jóvenes de vida sexual activa y algunos tipos de VPH están causalmente relacionados con cáncer anogenital y verrugas. Hasta el presente, los estudios sobre la eficacia del preservativo para reducir la tasa de infección por VPH se limitaban a trabajos de corte transversal y de escasa población y los resultados eran imprecisos.
El presente trabajo es un estudio longitudinal designado para evaluar el beneficio del preservativo sobre la prevención del VPH.
Métodos
Se seleccionó una población de sexo femenino de la Universidad de Washington de 18 a 22 años de edad que no habían tenido relaciones sexuales o la tuvieron con un solo hombre dentro de los últimos 3 meses. Las participantes no debían estar embarazadas y debían estar en buena salud. Se enviaron invitaciones por carta a 24.201 candidatas, de las cuales 210 aceptaron y además reunían las condiciones exigidas.
Las participantes completaron cada 2 semanas una agenda sobre hábitos y actividad sexual y fueron sometidas a examen ginecológico cada 4 meses. La agenda debía informar sobre el número de actos sexuales por vía vaginal, la frecuencia del empleo de preservativos por parte del compañero masculino y el número de nuevas relaciones.
En cada consulta, las participantes tenían una entrevista con una enfermera especialmente entrenada que también les efectuaba un examen pélvico y obtenía material para estudio proveniente del cuello uterino, la vagina y la vulva. Las participantes fueron también instruidas para obtener muestras vaginales y conservarlas en u
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