Sexología | 09 DIC 05

Las mujeres eyaculan y los hombres tienen punto G

Los hombres también tienen un punto G, que es la próstata. En las mujeres, es un área muy sensible que se encuentra en la pared interior de la vagina; las investigaciones demuestran que es, en realidad, el tejido de la glándula prostática femenina.
Fuente: El Universal, Página 12  

La investigadora estadounidense Beverly Whipple aseguró que el primero no siempre es visible y que el segundo se encuentra en la próstata. El punto G siempre se ha asociado con las mujeres, y la eyaculación, con los hombres. Pero la sexóloga estadounidense Beverly Whipple, descubridora del punto G femenino, no le teme al debate, y por eso asegura que estas verdades también lo son para el contrario: es decir, que los hombres poseen un punto G que responde maravillosamente al toque, y que las mujeres exhiben una eyaculación tan real como la masculina.

"Los hombres también tienen un punto G, que es la próstata. En las mujeres, es un área muy sensible que se encuentra en la pared interior de la vagina; las investigaciones demuestran que es, en realidad, el tejido de la glándula prostática femenina", asegura Whipple.

Esa zona tan particular, al ser manipulada, puede provocar orgasmos en el varón. "Al tocarla, aumenta de volumen, y la pareja se da cuenta", puntualiza. Hay dos vías para encender este botón: introducir un dedo en el recto del varón, o presionar fuertemente (sin causar dolor) en el sitio que queda entre el escroto y el ano. "Lo importante", insiste la investigadora, "es conocer el cuerpo; no enfocarse necesariamente en el punto G, sino encontrar lo que les gusta a ambos".

Igual, sin espermatozoides

El tema de la eyaculación femenina es polémico: algunos sexólogos la aceptan, otros dicen que es un mito. Pero no para Whipples, quien confirma que sí existe, y que se ha demostrado en diversos trabajos. Lo que ocurre, indica la experta, es que este líquido (entre 3 y 5 centímetros cúbicos) no siempre es visible; en otras palabras, puede mojar los genitales de la pareja luego del orgasmo, o confundirse con la orina la próxima vez que la mujer vaya al baño.

Tanto en el semen de ellos como en la secreción de ellas se han encontrado sustancias similares, tales como glucosa, fosfatasa ácida prostática y antígeno prostático específico (sí, lo leyó bien: las mujeres también poseen esta sustancia considerada exclusivamente masculina). Por supuesto, bromea Whipple, en la femenina no se encuentran espermatozoides.

Cuando le preguntan si en todas las vaginas hay un punto G, la científica responde que las evidencias demuestran que sí, pero que no todas saben cómo ponerlo en acción. "Es diferente la estimulación del punto G de la estimulación del clítoris. Con la del punto G, es como si te halaran hacia abajo; es un orgasmo que sientes con todo el cuerpo". Es tan poderoso este sitio, que "si es estimulado, produce un efecto bloqueador del dolor, que se siente durante el trabajo de parto y se ha evaluado en todas las especies".

Luego de tantos años dedicada a desentrañar la sexualidad femenina, Whipple subraya que lo más importante "es lograr la satisfacción. Las mujeres deben conocer lo que les gusta, porque todas son diferentes". En su opinión, "no se pueden extrapolar a las mujeres los hallazgos de estudios hechos en hombres, porque nosotras somos diferentes de los hombres".

Página 12
Un mundo de sensaciones

 

Beverly Whipple es la sexóloga norteamericana que desde dos décadas recorre el mundo tratando de compartir con la mayor cantidad de mujeres posible su descubrimiento: el punto G. Cuando se difundió su pretendida existencia, muchas voces se alzaron en contra: el punto, ubicado en el interior de la vagina, parecía retrotraer el avance realizado cuando el clítoris fue revalorizado y el orgasmo clitoriano dejó de ser “inmaduro”. Whipple sigue siendo una ferviente defensora de ese punto, aunque reivindica “todas las maneras de gozar”.

Por Marta Dillon

Hay quienes lo ven, y quienes no. Quienes pueden tocarlo –y sentirlo crecer– y quienes hurgan sin éxito en su búsqueda. Quienes creen en él -como si se tratara de un acto de fe– y los que aseguran que es sólo un mito. Están los que enseñan caminos para aprehenderlo y quienes denuncian que su sola mención es, casi, regresar a la época de las cavernas. ¿Es un ovni? ¿Acaso un vampiro? ¿Es Superman? ¡No! Es algo más divertido que todo eso, se trata, señoras y señoras, del punto G, ese bien ponderado y nunca suficientemente localizado ¿órgano?, que en lo profundo de la vagina aparece –o no– como la puerta al jardín de las delicias. Por lo menos eso es lo que asegura su redescubridora y propietaria del copyrigth, Beverly Whipple, quien desde 1980 viene anunciando la buena nueva a un mundo incrédulo que 21 años más tarde todavía se muestra indiferente ante la evidencia científica que esta sexóloga de 51 ha recopilado en su laboratorio.

¿Por qué? Para Whipple la respuesta es una suma de varias: la dificultad para hablar del placer de las mujeres, los estudios sexólogicos casi siempre conducidos por varones –y según sus propias pautas de sentir y gozar–, la resistencia de los médicos a ejercer sobre los pacientes cualquier tipo de maniobra que genere placer –eso, según Whipple ayudaría a enseñarles a las pacientes dónde tienen el punto G– y, sobre todo, el protagonismo excluyente del clítoris en el orgasmo femenino.

“Hubo muchas protestas sobre el trabajo que estamos haciendo porque cuando se había logrado desterrar la concepción de que el orgasmo conseguido por la estimulación del clítoris era inmaduro, después de que Masters y Johnson hicieran su investigación, llegamos nosotros con una nueva noticia, ¿qué pasó? Muchas voces, especialmente las feministas, dijeron ¿qué están haciendo?; ¿nos están regresando a la vagina de nuevo?; ¿nos están queriendo decir que el placer está centrado en la penetración? Y no es así, muchos de los estudios que hicimos tenían como sujeto a mujeres lesbianas porque creíamos que estarían más cómodas con lo que estábamos investigando que era la eyaculación femenina y el punto G. Tuvimos razón. No se trata de volver a la penetración como única fuente de placer sino abrir el arco de sensaciones múltiples que ofrece el cuerpo de la mujer. Es más, el punto G es localizable con más facilidad con los dedos, ya que el pene no siempre puede ejercer sobre la zona la presión necesaria para estimularlo.

Beverly Whipple, blonda, bajita y rubicunda, como la postal de esposa que cocina pasteles en cualquier serie norteamericana, no teme dar una y otra vez las mismas explicaciones. De hecho ése es su trabajo principal, andar por el mundo contando la noticia de la existencia del punto G y -como si esto fuera poco–, de su función como emisor de la eyaculación femenina –creer o reventar–, “sobre todo para aliviar a aquellas mujeres cuyas experiencias parecen

 

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