Lo dice Mikkel Borch-Jacobsen | 14 SEP 05

"El psicoanálisis va a desaparecer"

Considera a Freud "alguien poco fiable"

PARIS.– Los intelectuales norteamericanos llaman the Freud war a la guerra sin cuartel que libran, desde 1993, defensores y detractores de Sigmund Freud y de la teoría que modeló al hombre del siglo XX, el psicoanálisis.
En ese contexto, el filósofo e historiador Mikkel Borch-Jacobsen puede ser considerado uno de los generales que lideran las huestes antifreudianas. Es uno de los principales autores de un libro colectivo que acaba de ser publicado en París y que ha desencadenado la fase más despiadada de esta guerra: “El libro negro del psicoanálisis”.
Dinamarqués de nacimiento, francés por su educación, Borch-Jacobsen se instaló en los Estados Unidos en 1986. Es profesor en la Universidad de Washington. Identificado con la corriente constructivista del pensamiento, Borch-Jacobsen ha pasado los últimos 30 años de su vida denunciando “las falacias, ocultamientos y manipulaciones” de los representantes de la escuela freudiana, comenzando por su propio fundador. Su estilo pasional y directo aumenta el impacto de sus controvertidas posiciones.

Participaron unos 40 especialistas europeos y norteamericanos. La primera de las 830 páginas de “El libro negro del psicoanálisis” comienza así: “Francia es, con la Argentina, el país más freudiano del mundo. En nuestros dos países es comúnmente aceptado que todos los lapsus son reveladores, que los sueños develan deseos inconfesables y que un terapeuta es forzosamente un psicoanalista. (...) En el resto del planeta, desde hace 30 años, la autoridad del psicoanálisis se ha reducido en forma dramática. (...) ¿Francia y la Argentina serán las únicas en tener razón, contra el resto del mundo?"

De paso por París, Mikkel Borch-Jacobsen recibió a LA NACION.

-Usted dice que Freud era un mentiroso y un charlatán.

-No digo que era un charlatán. Digo que Freud se tomó libertades con la verdad, deliberadamente.

-Eso se parece mucho a la definición técnica de la mentira...

-Sí, así es.

-¿Y por qué?

-Se pueden dar muchos ejemplos. El más flagrante es el caso que dio origen al psicoanálisis: el de la llamada Anna O. Freud afirmó hasta el fin de su carrera que su amigo Joseph Breuer había conseguido curarla de sus síntomas histéricos, cuando sabía perfectamente que no era verdad. La verdad es que Anna O. tuvo que ser internada en una clínica psiquiátrica inmediatamente después de haber terminado con su terapia y que pasaron años antes de curarse. Podría dar otros ejemplos, pero ése es el más evidente de una afirmación falsa y deliberada. Freud afirmó con frecuencia haber curado pacientes, sin que fuera cierto. Con frecuencia, lanzó rumores falsos sobre algunos de sus colegas o discípulos renegados... En otras palabras, era alguien muy poco fiable. Es imposible tener una confianza ciega en lo que Freud decía.

-¿Eso quiere decir que, debido a sus mentiras, la teoría psicoanalítica queda totalmente invalidada?

-El psicoanálisis es, en principio, una teoría basada en la observación clínica. Así la describió el mismo Freud. Las construcciones metapsicoanalíticas son especulaciones que deben ser producto del material clínico, de la observación clínica. Sobre esa cuestión, Freud tenía una posición absolutamente positivista, de fines del siglo XIX. Es evidente que la cuestión de la fiabilidad de sus observaciones clínicas tiene una importancia crucial. Si manipuló esos datos para hacer que se aceptara su teoría, es muy grave. Y hoy es perfectamente posible demostrar cómo Freud manipuló esos datos clínicos.

-¿Cómo?

-El mejor ejemplo es el de las notas clínicas sobre el llamado Hombre de las Ratas. Su verdadero nombre era Ernst Lanzer y fue a ver a Freud en 1907, quejándose de padecer miedos obsesivos y reacciones compulsivas. Habitualmente, Freud destruía las notas que tomaba durante sus análisis. Sin embargo, por una razón misteriosa, los apuntes del análisis del Hombre de las Ratas sobrevivieron. Así fue posible compararlas con la historia del caso publicada por Freud. Esto fue hecho por el psicoanalista e historiador canadiense Patrick Mahony y yo acabo de repetirlo con un colega en un libro que saldrá en enero: las contradicciones son flagrantes. La verdad es que Freud inventaba personajes. Y esto es muy grave. A partir de allí, es imposible creer en lo que él escribía. No inventó todo. En el caso del Hombre de las Ratas, es evidente que se apoyó en lo que vio y escuchó, pero también que cada vez que algo no le convenía, lo cambiaba. Cambiaba las fechas, pretendía que el paciente había aceptado su interpretación cuando no era cierto, etcétera. Sí, creo que la cuestión de la fiabilidad de Freud es muy importante para la validez de la teoría.

-Permítame insistir, desde un punto de vista científico, que Freud haya sido un mentiroso no invalida su teoría...

-La razón por la cual es tan importante la veracidad de Freud es que en todas las disciplinas científicas los resultados y las experiencias son públicas. Un científico que quiere verificar los resultados de otro científico puede hacerlo; puede volver sobre el terreno del experimento o rehacer el mismo camino. En el psicoanálisis eso es imposible. Porque Freud, por razones totalmente sorprendentes, decidió que las sesiones de psicoanálisis fueran confidenciales y que nadie, ni siquiera otro psicoanalista, pudiera asistir a una sesión conducida por otro colega.

-¿Por qué "sorprendentes"?

-Porque hasta ese momento la práctica psiquiátrica era abierta, pública. Así se formaban los especialistas: asistiendo a esas sesiones. Para Freud, el único modo de formarse era poniéndose a sí mismo en el diván. En esas condiciones, es imposible verificar desde un punto de vista científico su teoría. ¿Freud deformaba, mentía, decía la verdad? Imposible saber si se equivocaba o si, influido por una u otra teoría, insistía demasiado sobre algunas cosas. El único relato de sus psicoanálisis era él mismo.

-¿O el relato de sus pacientes?

-No, porque en el psicoanálisis el paciente jamás es nombrado. No se conoce su identidad. Por otro lado, en la época de Freud los pacientes no iban a gritar en la plaza pública: "Yo soy la víctima de una neurosis que Freud ha tratado de tal fecha a tal fecha". Debemos, pues, depender de la buena fe de Freud, lo que es una situación absolutamente inédita en el terreno científico.

-Pero si es imposible verificar, lo que usted considera mentiras, bien podrían ser verdades...

-Por eso es tan importante el trabajo del historiador. Porque si bien esos pacientes no fueron identificados por Freud, los historiadores consiguieron descubrir sus identidades. Con frecuencia hicieron un verdadero trabajo de detective. El más espectacular fue el caso de Anna O. por parte del historiador Henri Ellenberger, que consiguió descubrir los documentos depositados en la clínica donde ella había sido internada. Gracias a ello se supo hasta qué punto había divergencias entre lo dicho por Freud y lo que constaba en esos documentos. Después de Ellenberger hubo un gran número de historiadores que consiguieron identificar a otros pacientes. De ese modo, fue posible reconstituir los hechos. Comprobamos entonces que las pretensiones terapéuticas de Freud eran completamente exageradas, que muchos de sus pacientes no estaban para nada de acuerdo con sus interpretaciones.

-¿Y por qué Freud habría hecho esto?

-Freud había inventado una teoría. Era un gran teórico, alguien que tenía un don excepcional para la especulación teórica. También tenía una confianza desmesurada en sus propias teorías. Para él, todo lo que pensaba era la verdad absoluta. A veces cambiaba de teoría; desde ese momento, la nueva teoría era la buena. Conociendo al personaje, estoy convencido de que estaba tan seguro de que tenía razón que cada vez que hallaba un obstáculo, pues... lo evitaba. Creo que ni siquiera era consciente de ello. Y hay algo más. Creo que una vez que Freud se transformó en esa especie de genio reconocido por todos, los pacientes se sentían tan impresionados que aceptaban todo lo que les decía. Si Freud decía: "Usted tiene una homosexualidad reprimida", ellos contestaban: "Claro, naturalmente". No se puede reducir toda esta cuestión a las mentiras de Freud; están sus mentiras, más profundamente, su autoconfianza absoluta, y también la respuesta de los pacientes.

-Se podría decir entonces que hubo manipulación, además de mentiras.

-Manipulación es una palabra fuerte, pero se produjo en algún caso. Por ejemplo, en el caso de Horace Frink, uno de los fundadores de la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York. La mayor parte del tiempo se trató de lo que, por entonces, se llamaba sugestión. Una sugestión medio intencional, medio inconsciente, que provocaba cierto tipo de respuesta en sus pacientes. Este es un proceso que se produce en todo encuentro psicoterapéutico. No es sólo el psicoanálisis el que se ve afectado por tal actitud. La sugestión, la colaboración entre el paciente y el terapeuta existe en toda terapia.

-¿Aun en las nuevas terapias de moda, por ejemplo las comportamentales?

-Estoy persuadido. La diferencia está en que en la mayor parte de las nuevas psicoterapias los terapeutas son conscientes de ello. Manipulan conscientemente; practican la sugestión conscientemente. Lo utilizan como un instrumento. Por el contrario, Freud no cesaba de decir: "No manipulo, no sugiero, sólo observo, todo esto es la verdad que yo, Freud, consigo extirpar de la mente de mis pacientes". Es muy diferente. Creo que ése es el problema del psicoanálisis: afirma cosas como si se tratara de verdades objetivas cuando sólo se trata de construcciones elaboradas mediante una interacción entre paciente y terapeuta.

-¿Para usted, entonces, la pulsión sexual no es el motor que determina el funcionamiento psíquico del hombre?

-Desde luego que no. Si usted me dice que la pulsión sexual es importante en el comportamiento humano, le contestaré que no hacía falta que llegara Freud para saberlo. Por el contrario, si usted me pregunta si la pulsión sexual tiene la importancia que Freud le dio, le responderé que no. Yo creo que todas sus teorías -el complejo de Edipo, el complejo de castración, el deseo fálico de las mujeres, el instinto de muerte, etcétera-, todo eso son puras construcciones hipotéticas, especulativas, muy interesantes, fascinantes quizá, pero que no tienen absolutamente ninguna base empírica o científica.

-Lo que usted dice es que el hombre moderno que todos conocemos -víctima del complejo de Edipo, de los recuerdos reprimidos, de las transferencias- nunca existió. Ese hombre que explican las universidades, los medios de comunicación y los consejeros matrimoniales, es otro.

-Así es. El hombre cambia en función de su época. No se puede decir que el hombre de la Edad Media era igual al hombre del siglo XVIII.

-¿O sea que la sociedad hace al hombre? ¿Por eso antes se hablaba de histeria y hoy se habla de estrés?

-Exactamente. Yo me defino como un constructivista. Esto quiere decir que, hasta que se pruebe lo contrario, toda teoría sobre las neurosis es una construcción social. Pienso que el psicoanálisis es otra de esas construcciones sociales. Por construcción social me refiero sobre todo a la interacción entre terapeuta y paciente. De esta manera, me parece normal que las teorías evolucionen con la sociedad y con la historia. Tampoco se encuentran las mismas teorías en los mismos países y en las mismas culturas. La gente tiene diferentes modos de tratar las "enfermedades del alma" y diferentes formas de caer enfermo. El psicoanálisis definió por cierto tiempo la forma en que la gente se enfermaba, manifestaba sus síntomas y buscaba la cura. Pero esto se ha terminado.

-¿Pero por qué razón el psicoanálisis se propagó como un reguero de pólvora por el mundo occidental?

-Si su pregunta quiere decir que la humanidad entera no puede haberse equivocado hasta ese punto, mi respuesta es sí, la humanidad se ha equivocado muchas veces en su historia. En cuanto a la razón de esa propagación, podríamos decir que, en sus comienzos, el psicoanálisis fascinó a la gente, que quería más libertad sexual. Eso fue señ

 

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