El objetivo del presente estudio fue realizar una evaluación de la personalidad en pacientes con al menos un infarto del miocardio e involucrados en un programa de apoyo psicopedagógico (N=35, sexo masculino y con un rango de edad: 45-65 años). Se aplicaron el IDARE, el Zung (en su versión adaptada), el Thurston, el MMPI-R y un cuestionario de Autoestima. Los datos sólo revelaron diferencias significativas en la escala Pa del MMPI-R (p± .05) y en la de autoestima (p± .001). Por lo que posiblemente el perfeccionismo, la inflexibilidad, la susceptibilidad en las relaciones sociales y el deterioro de su autoestima, resulten ser los rasgos de personalidad esenciales en esta población y por tanto más refractarios a la intervención.
El papel desempeñado por los factores metabólicos en la aparición de las cardiopatías está bien demostrado, mientras que el desempeñado por los factores psicosociales sigue siendo discutido. Para Appels (1) la naciente reconceptualización de los precursores de un ataque cardíaco, hacia el reconocimiento de los factores psicológicos asociados a éste, es uno de los mayores cambios diagnósticos de la medicina. Sin embargo, intentar establecer la relación entre factores psicológicos y trastornos cardíacos no ha sido una tarea fácil; después de casi un siglo de especulación y casi cuatro décadas de investigación, la relación entre factores psicológicos y trastornos cardíacos es aún poco clara.
La magnitud del problema pide una mayor comprensión. Mucho se ha dicho del estrés, la ingesta elevada de colesterol y grasas, del tabaquismo, la vida sedentaria, etc. como factores de riesgo. Sin embargo un elemento clave, sobre el cual se cimientan en gran parte los factores de riesgo englobados en la categoría "estilo de vida", son los factores de personalidad asociados a los trastornos cardíacos. Friedman y Rosenman (13) parecen ser unos de los primeros autores en establecer una relación entre la demanda ambiental y el individuo: afirman que a partir del entrecruzamiento de demandas se genera un conflicto, ante el cual el organismo responde activando un mecanismo automático de defensa, lo que afecta a todo el aparato cardiocirculatorio (vasoconstricción, hipertensión, taquicardia) y provoca el infarto del miocardio.
De ahí, que algunos autores refirieran la necesidad de reconocer como variable psicológica la actitud que el sujeto tenga hacia las dificultades ambientales a las que deba de enfrentarse, y no las dificultades per se (4).
Otros de los factores psicológicos analizados en su relación con el infarto del miocardio fueron la obsesividad, la ansiedad y los problemas familiares (3). Se puede observar que estos primeros planteamientos "psicologizantes" de la patología cardíaca condujeron a que más actualmente algunos autores investigaran factores psicológicos como el estrés (8,11) y que incluso se llegase a hablar de una población vulnerable, aquélla con mayor sensibilidad y reactividad a la presión externa -"tendencia a la ansiedad"-(15); estos autores además encontraron puntuaciones más altas de ansiedad flotante y funcionalidad de las quejas somáticas, en los pacientes con trastornos cardíacos. En un estudio realizado por Hlatky, Haney, Barefoot, Califf, Mark, Pryor y Williams (18), se confirmaron niveles altos de ansiedad, depresión e hipocondrías, así como problemas de autoestima asociados con la incapacidad para seguir trabajando.
También se empezó a reconocer y establecer la conducta tipo A, caracterizada por Rosenman (23) como una intensa ambición, competitividad, urgencia y hostilidad, como factor de riesgo en la aparición de coronariopatías (5,12,20). Asimismo Kahn, Kornfeld, Heller y Hoar (19) comunicaron una correlación elevada entre la presencia de conducta tipo A y complicaciones médicas durante y a posteriori de la cirugía de revascularización. Mientras que en una investigación realizada en México por Schneider (24), con pacientes que sufrieron de infarto del miocardio prematuro, y que se enfocó a la detección del patrón conductal tipo A a partir de una evaluación de los factores de personalidad, se confirmó la presencia de los rasgos: "prisa", competitividad, hostilidad encubierta y agresividad verbal. Sin embargo, respecto al patrón de conducta tipo A, Hansson, Hogan, Johnson y Schroeder (16) realizaron un observación pertinente, y sugirieron que no todos los elementos del patrón tipo A son deletéreos; señalaron la importancia de identificar aquéllos directamente asociados a los trastornos cardíacos.
En otra investigación Dembrosky, MacDougall y Williams (9), compararon los patrones de conducta tipo A con la ocurrencia de trastornos coronarios y hallaron que sólo la hostilidad mostró una asociación estadísticamente significativa con el infarto del miocardio. Asimismo, otros autores han coincidido en reconocer a la hostilidad -valorada a través del MMPI- como el principal componente de la conducta tipo A asociado a trastornos cardíacos, así como al aumento del riesgo de muerte (20,25). Por lo que autores como Smith y Anderson (26) consideran que la conducta tipo A, y por tanto sus componentes, debe ser concebida como un factor de riesgo para la presentación de trastornos coronarios, independientemente de los factores de riesgo tradicionales (edad, hipertensión, altas concentraciones de colesterol y tabaquismo). Al respecto, Raglan y Brand comunicaron que la conducta tipo A duplica aproximadamente el riesgo del atribuido a los otros factores (22), observándose que ésta se relaciona inversamente con la sobrevivencia después de un infarto del miocardio (14).
Al avanzar la investigación sobre los trastornos cardíacos se ha ido dando mayor importancia a los factores psicológicos de riesgo y, específicamente, a los rasgos o trastornos de personalidad asociados. Booth-Kewley y Friedman (2) señalan como dimensiones prioritarias por investigar a la ansiedad, la depresión y la hostilidad, debido a las contradicciones comunicadas en su asociación con los trastornos cardíacos; en el meta-análisis que dichos autores realizaron, encontraron que la ansiedad estuvo escasamente relacionada con aquéllos.
Niaura y Goldstein (21) manifiestan sus dudas respecto a la ansiedad y a la depresión como factores de riesgo para la presentación de trastornos cardiovasculares, pero no piensan lo mismo respecto de la hostilidad, a la cual identifican como estrechamente asociada. Ante esto, Booth-Kewley y Friedman (2) sugieren realizar investigaciones dirigidas a estudiar la posible existencia de asociaciones diferenciales entre la personalidad y los diferentes trastornos cardíacos.
Casamadrid (7) realizó una investigación multidimensional centrada en definir los rasgos psicológicos, físicos, demográficos, familiares, escolares y ocupacionales de las personas que padecen una enfermedad coronaria, distinguiendo entre cardiópatas reumáticos, congénitos, hipertensos e isquémicos; el papel del estrés se corroboró parcialmente, y respecto al patrón de conducta tipo A, sus resultados concuerdan en lo fundamental con lo referido en la literatura. Respecto de la población isquémica, los describió como sutiles y flexibles en sus puntos de vista, ansiosos, responsables, dominantes, audaces, desinhibidos socialmente, aventurados, agresivos, ambiciosos, confiados en sí mismos, impulsivos y vigorosos.
Por lo tanto, el objetivo de la presente investigación de naturaleza retrospectiva, fue realizar una exploración de algunas características psicológicas, como son: ansiedad, depresión, rasgos temperamentales y personalidad, de pacientes con infarto del miocardio que participan en un grupo de apoyo multidisciplinario y de autoayuda.