Un llamado urgente para un plan de acción coordinado | 07 JUL 20

Latinoamérica: Impacto del coronavirus en ancianos con deterioro cognitivo y demencia

El impacto selectivo del coronavirus en la demencia en la región será devastador, creando más tensiones en los sistemas de salud
Autor/a: Agistín Ibañez et al 

Por Agustín Ibáñez

Adaptado de Ibáñez A et al, on behalf of The Latin America and Caribbean Consortium on Dementia (LAC-CD). The impact of SARS-CoV-2 upon elders with cognitive impairment across Latin America. Lancet Neurology 

Resumen

Aunque no lo percibamos a primera instancia, la pandemia del SARS-CoV-2 impactará desproporcionadamente en países con economías débiles y poblaciones vulnerables, incluidas las personas con demencia o con deterioro cognitivo. Los países de América Latina y el Caribe padecen un desarrollo económico inestable, sistemas de atención médica frágiles, disparidades económicas masivas y una alta prevalencia de demencia. El impacto selectivo del coronavirus en la demencia en la región será devastador, creando más tensiones en los sistemas de salud especializados y aumentando las desigualdades entre los pacientes. Por ello, hacemos un llamado urgente para un plan de acción coordinado. Las organizaciones no gubernamentales multi-regionales abocadas a la demencia, deben liderar a una respuesta escalada en la región, en triangulación con los gobiernos y las redes multilaterales internacionales.

Aunque la propagación de la pandemia del coronavirus en los países de América Latina y el Caribe ha alcanzado niveles de crisis, paradójicamente, no ha captado la atención y los recursos necesarios para controlarla. La elección desgarradora entre la salud pública y el bienestar económico que ha polarizado el debate político en los Estados Unidos y Europa es más marcada en Latinoamérica.

En estos países, los ancianos y las personas con demencia son particularmente vulnerables.

Al mirar un fragmento de la historia de América Latina y el Caribe se advierten algunos factores críticos. Aunque la fertilidad ha disminuido rápidamente desde los años setenta, la población en Latinoamérica se ha expandido y triplicado entre 1950 y 2000. La disminución de la fertilidad ha resultado en un aumento en la proporción de ancianos.

Si bien los países de América Latina y el Caribe aún son jóvenes en comparación con los Estados Unidos y Europa occidental, la tasa de envejecimiento se encuentra entre las más altas del mundo(1). Este patrón de envejecimiento se observa en casi todos los países de la región(2). En los países de Latinoamérica, el grupo dependiente ha cambiado de niños pequeños a ancianos(2). Condiciones como la obesidad, hipertensión, diabetes, y colesterol elevado, no sólo aumentan la mortalidad por COVID-19, sino que se han vuelto más frecuentes en la región.

En América Latina y el Caribe nos enfrentamos a desafíos trascendentales de la atención a los ancianos en la era de la pandemia (Panel 1). El primer caso confirmado de COVID-19 de fue un hombre de 61 años, en febrero del 2020, en São Paulo, Brasil. En semanas, el número de casos en Brasil saltó a los primeros puestos de los países más afectados. Las condiciones de salud pública en América Latina y el Caribe plantean complejidades únicas. Perú cerró rápidamente sus fronteras a los extranjeros en marzo e impuso rigurosas medidas de cuarentena. Dos meses después, el país se encuentra en el segundo puesto en Latinoamérica. Chile, que implementó algunas medidas, es tercero. Argentina, que desarrolló fuertes medidas tempranas de cuarentena estricta, esta actualmente entre el Top 10 y Top 20 mundial en el número de nuevos contagios diarios.

Una explicación subyacente podría ser la brutal economía informal: los trabajadores sin seguridad laboral y sin ahorros deben salir a la calle todos los días, pararse en las esquinas de tráfico abarrotadas para vender chicles y dulces, lustrar zapatos o limpiar casas. Según el Foro Económico Mundial, aproximadamente el 55% de todos los trabajadores de América Latina y el Caribe dependen de la economía informal(1), lo que constituye al menos 140 millones de personas. Para los más vulnerables de nuestra región, el distanciamiento social puede equivaler a inanición.

Las explicaciones generales apuntan a desigualdad económica y sistemas de salud pública inadecuados(2), pero no siempre consideran la inadecuada infraestructura y los programas de atención a largo plazo insuficientes (por ejemplo, los geriátricos) para las personas con discapacidad cognitiva. La atención básica para ancianos y pacientes con demencia difiere de la atención médica estándar en que debe incluir apoyo para actividades de la vida diaria. Pocos centros de atención a largo plazo existen en América Latina y el Caribe. Millones de ancianos pululan en favelas, villas, poblaciones, o barrios densamente poblados, en familias numerosas que a menudo comparten una habitación individual. Muchos encuentran inconcebible o inviable enviar a un abuelo a un hogar de ancianos. Sin embargo, los ancianos no pueden ser puestos en cuarentena dentro de viviendas con mucha gente sin ser expuestos a portadores jóvenes menos sintomáticos. Las familias extendidas en Latinoamérica habitualmente poseen relaciones sociales frecuentes que crean un entorno protector y de atención informal(5). Desgraciadamente, son las mismas familias extendidas las que ahora provocan más tensión con el aislamiento físico, aumentando los riesgos de salud mental y maltrato en los ancianos(6).

La situación con los profesionales de la salud trae poco consuelo. Si bien los trabajadores de la salud han sufrido un enorme número de víctimas mortales, los sistemas de atención médica debilitados en América Latina y el Caribe contribuyen aún más a esta cifra. Con uno de cada cinco trabajadores de la salud enfermo por coronavirus en México (>11.000, una de las tasas más altas del mundo), el personal hospitalario es esquelético(7). Muchos hospitales de Latinoamérica carecen de equipos de protección adecuados y apoyo médico suficiente para los trabajadores de la salud en caso de que se contagien(8). Las barreras a la telemedicina y el acceso restringido a Internet en la región causan complicaciones adicionales(4), y alrededor del 40% de los hospitales no pueden brindar consultas remotas suficientes(8).

Creemos que es indispensable tener conciencia sobre este grave escenario.

Ciertamente, los países de América Latina y el Caribe están lejos de ser uniformes, y algunas ciudades que cuentan con organización y recursos de salud más fuertes pueden enfrentar las necesidades de las personas con demencia mejor que otras. Sin embargo, a nivel regional los números son claros y desalentadores. No es viable ni efectivo en el caso de esta pandemia, pensar una solución adecuada sin considerar la situación a nivel regional y de manera colaborativa.

 

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