Es vital en la adaptación de las especies al entorno | 07 NOV 18

La necesidad del olvido selectivo

Nuestra capacidad para olvidar de forma selectiva los recuerdos que distraen se comparte con otros mamíferos, sugiere una nueva investigación de la Universidad de Cambridge
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El descubrimiento de que las ratas y los humanos comparten una capacidad de olvido activo común, y en regiones cerebrales similares, sugiere que la capacidad de olvidar juega un papel vital en la adaptación de las especies de mamíferos a sus entornos, y que su evolución puede remontarse al menos hasta el momento de nuestro ancestro común.

El mero hecho de recordar es una de las principales razones por las que olvidamos, moldeando nuestra memoria de acuerdo a cómo se usa.

Amnesia selectiva

Se estima que el cerebro humano incluye unos 86 mil millones de neuronas (o células nerviosas) y hasta 150 billones de conexiones sinápticas, lo que lo convierte en una poderosa máquina para procesar y almacenar recuerdos. Necesitamos recuperar estos recuerdos para ayudarnos a llevar a cabo nuestras tareas diarias, ya sea recordando dónde dejamos el automóvil en el estacionamiento del supermercado o recordando el nombre de alguien que nos encontramos en la calle. Pero la magnitud de las experiencias que las personas pueden almacenar en la memoria a lo largo de nuestras vidas crea el riesgo de estar abrumado por la información.

Cuando salimos del supermercado y pensamos en dónde dejamos el auto, por ejemplo, solo necesitamos recordar dónde estacionamos el auto hoy, en lugar de distraernos recordando cada vez que venimos a hacer nuestras compras.

El trabajo previo del profesor Michael Anderson en la Unidad de Cognición y Ciencias del Cerebro del Consejo de Investigación Médica, Universidad de Cambridge, mostró que los humanos poseen la capacidad de olvidar activamente los recuerdos que distraen, y que la recuperación desempeña un papel crucial en este proceso.

Su grupo ha demostrado que el recuerdo intencional de una memoria pasada es más que simplemente despertarlo; en realidad nos lleva a olvidar otras experiencias en competencia que interfieren con la recuperación de la memoria que buscamos.

"En pocas palabras, el mero hecho de recordar es una de las principales razones por las que nos olvidamos, configurando nuestra memoria de acuerdo con la forma en que se usa", dice el profesor Anderson.

“La gente está acostumbrada a pensar en olvidar como algo pasivo. Nuestra investigación revela que las personas están más comprometidas de lo que se dan cuenta para moldear activamente lo que recuerdan de sus vidas. "La idea de que el simple hecho de recordar puede causar olvido es sorprendente y podría decirnos más sobre la capacidad de las personas para la amnesia selectiva".

Si bien este proceso mejora la eficiencia de la memoria, a veces puede conducir a problemas. Si la policía entrevista a un testigo de un crimen, por ejemplo, sus preguntas repetidas sobre los detalles seleccionados pueden hacer que el testigo olvide información que luego podría ser importante.

Aunque la capacidad de olvidar activamente se ha visto en humanos, no está claro si ocurre en otras especies. ¿Podría esta habilidad ser única para nuestra especie, o al menos para mamíferos más inteligentes como los monos y los grandes simios?

En un estudio publicado hoy en la revista Nature Communications, el profesor Anderson, junto con Pedro Bekinschtein y Noelia Weisstaub de la Universidad Favaloro en Argentina, ha demostrado que la capacidad de olvidar activamente no es una característica peculiarmente humana: las ratas también comparten nuestra capacidad de selección olvidar y usar un mecanismo cerebral muy similar, lo que sugiere que esta es una habilidad compartida entre los mamíferos.

Para demostrar esto, los investigadores idearon una tarea ingeniosamente simple basada en el sentido innato de la curiosidad: cuando se ponen en un entorno, las ratas exploran activamente para aprender más sobre él. Al explorar un entorno, las ratas forman recuerdos de cualquier objeto nuevo que encuentren e investiguen.

Sobre la base de esta simple observación, los investigadores permitieron que las ratas exploraran dos objetos que no se habían visto (A y B) en una arena abierta: los objetos incluían una pelota, una taza, juguetes pequeños o una lata de sopa. Las ratas primero tuvieron que explorar el objeto A durante cinco minutos, y luego fueron retiradas de la arena; luego fueron colocados de nuevo en la arena 20 minutos más tarde con el objeto B, que también exploraron durante cinco minutos.

 

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