Una reflexión sobre la pedantería | 06 JUN 16

¡Apenas ayer fuiste alumno mío!

La medicina y la arrogancia, una combinación absurda y peligrosa
Autor/a: Ricardo Teodoro Ricci Fuente: IntraMed 

Hola Ramiro:

Acabo de cruzarme contigo en la esquina de La Rioja y Lamadrid. Sí, en la esquina de atrás del Padilla. No es, por cierto, la primera oportunidad; en lo que va de este año ya nos encontramos varias veces sólo que a algunos metros de distancia. Me pareció que no me viste, lo dejé pasar. Hoy casi chocamos y aun así no advertiste mi presencia, o por lo menos eso me pareció. Mantuviste esa apostura médica con tu ambo celeste y el delantal desabrochado, ondulante a merced de la brisa de la mañana que lo hacía flamear libremente. Sí, no me viste; ¿o sólo me pareció?

Recuerdo que en el 2006 o 2007 entraste al aula con toda tu camada de compañeros del segundo año de la carrera de médico. Venían a participar de la clase inaugural de Antropología Médica en el aula que antes era de Anatomía, la que tiene esa tan acogedora disposición en semicírculo. Siempre me ha maravillado esa multitud bullanguera que reboza de juventud y entusiasmo. Me encanta observar las posturas y los gestos, ellos hablan de sus almas. Las miradas francas y curiosas, la actitud corporal entre el respeto y el desafío adolescente, la atención despierta, vigilante. ¿Para qué ingresaron a medicina? “Para servir a la gente”, “para paliar el sufrimiento en el mundo”, “para luchar por una sociedad más sana, justa y equitativa”. Las respuestas de siempre. Convencidas, mayoritarias, contundentes. Idealismo en su grado más puro. Es posible que siempre haya excepciones, lo cierto es que habitualmente estas se refugian en el silencio. No se expresan con la vehemencia de aquellas que denotan altruismo, compromiso social y amor por la humanidad. Es claro, se muestra la adolescencia a pleno, soñadora, ilimitada, arriesgada y sin temores. Durante el tiempo de cursado advertí tu interés en los temas que tratábamos en las teóricas y en los trabajos prácticos. No eras para nada el único, la mayoría de tus compañeros compartían contigo esas características que nos resultan tan estimulantes a los docentes. El respeto en el trato con los profesores, la solicitud para encarar las diversas tareas, la sorpresa y la devoción con la que escuchabas - vos y los otros a los que también recuerdo – las experiencias médicas de tus profesores. El agradecimiento luego del examen final, las despedidas en tono amistoso, la disposición a continuar avanzando en tu aventura. Tengo en mi memoria cientos de rostros iluminados por la ilusión, entre ellos está el tuyo.

Sé que ya hace un tiempo has obtenido tu título y que continúas tu etapa formativa en la residencia de cirugía, si no me equivoco. Al verte caminar tan orgullosamente se me presentaron algunas imágenes que deseo compartir contigo.

Me hiciste acordar a algunos grandes hombres de la historia, aquellos que conquistaron inmensos territorios, que fundaron imperios, que impusieron su grandeza y su poder a grandes masas de hombres y mujeres que acataron sus designios. ¿Viste ilustraciones de Alejandro Magno montando a Bucéfalo por las planicies de Asia Menor? Un muchacho elegante, educado, un gran líder. La mirada en el vasto horizonte a conquistar. El rostro despejado, el cabello enrulado mecido por el viento y la mandíbula levantada, paralela al suelo. Los músculos del cuello exagerando la lordosis cervical de modo que toda la cara se eleva y la mandíbula apunta desafiante hacia adelante.

¿Viste los retratos de Napoleón cuando es coronado como emperador de Francia? La cara despejada, la incipiente calva que pronuncia el volumen de su cabeza tocada con una corona de laureles. Es cierto, un tanto petizo y ligeramente obeso pero…con esa capa de armiño, ¡cuánta prestancia! Todos a su alrededor lo miran con admiración, todos un escalón más abajo, la viva imagen del poder. Había conquistado Europa, había vencido en Austerlitz en la Batalla de los Tres Emperadores, pronto estaría a las puertas de Moscú. El mundo, sí, el mundo rendido a sus pies. Su voluntad estaba por sobre la voluntad de todos aquellos a los que sólo les cabía obedecer, admirar o temer.

 

Comentarios

Para ver los comentarios de sus colegas o para expresar su opinión debe ingresar con su cuenta de IntraMed.

AAIP RNBD
Términos y condiciones de uso | Política de privacidad | Todos los derechos reservados | Copyright 1997-2024