Ediciones IntraMed | 31 MAR 16

La verdad y otras mentiras (Historias de hospital)

La vida íntima de un médico en el hospital. Relatos cargados de emoción y humanidad que recorren pasillos desiertos y madrugadas de insomnio.
INDICE:  1. Sobre el libro | 2. Sobre el libro | 3. Sobre el libro
Sobre el libro

Hemos seleccionado un relato que es parte de La verdad y otras mentiras para que puedan descargar en forma libre aquellos que deseen tener un primer acercamiento con esta obra:



Fragmento del libro

La mirada de los otros

"Siempre nos piden que entendamos el punto de vista de los otros sin importar si es anticuado, necio, asqueroso". Charles Bukowsky

Hay una medicina que se ejerce en los salones de los hoteles five stars, en los journals y en las academias. Es interesantísima, deslumbrante, te come la cabeza. Está llena de gente valiosa e inteligente, pero también está infestada de fanfarrones y egomaníacos. Es una medicina para médicos, endogámica, una isla paradisíaca donde el sufrimiento, el dolor o la muerte nunca salen del PowerPoint. Es seductora y mentirosa. Huele a perfume de free shop. Es falsa como el espejo de la madrastra de Cenicienta.

Pero también está la mujer que te mira con sus enormes ojos azules y te pide aire, aire, aire… El hombre que se toma el pecho y cierra la mano como una garra sobre el esternón. El tipo te pregunta con la mirada si eso es la muerte. La madre que te pone sobre los brazos a una nena empapada en sudor sacudiéndose en medio de una convulsión. Te grita sin pronunciar ni una palabra, con la boca apretada y las manos crispadas, que vos sabés, que vos podés, que vos sos Dios y que por eso te la entrega. Una viejita esquelética abandonada en la cama del hospital a la que nadie nunca vino a ver. Te mira. Te pide que le tomes la mano, que la toques, porque morirse sin otra piel que roce la suya es inhumano, es indigno, miserable. Y vos le apretás fuerte los dedos flacos y huesudos. Y esperás a que la muerte se la lleve en paz. El viejo que te pregunta si sus hijos están afuera. Se queda esperando tu respuesta con los ojos clavados en los tuyos. Vos dudás. Y le decís que sí, que pasaron toda la noche en vela, que están preocupados, que lo deben querer mucho por la forma en que preguntaban por él, que más tarde los dejarás pasar aunque sea un ratito. Pero afuera no hay nadie. Le mentiste. Nunca hubo nadie.

Después viene la secretaria y te exige que completes un certificado. Te apura para que hagas las epicrisis pendientes. Te llaman del sanatorio para avisarte que las obras sociales no pagaron, que no podrás cobrar por tu trabajo del mes. Más tarde entregás la guardia y te vas a tu casa.

 
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