Good morning doctor

 

La semana entrante me recibe con un día en quirófano junto con el doctor de la semana pasada cuya forma de trabajar tanto me había gustado. Luego de dos cirugías menores de melanoma y partes blandas, pido permiso para ir al consultorio de oftalmología oncológica que es lo que hoy día más me interesa dentro de la medicina.

 

Presencio fascinantes consultas de linfoma ocular, carcinoma de glándulas sebáceas, exoftalmos secundario a hipertiroidismo y post-quirúrgicos de reconstrucción palpebral tras CBC. Luego, vuelvo al quirófano para asistir en el último caso de melanoma. Me encuentro con el doctor, al que hace algunos días admiraba por su relación medico paciente, maltratando ahora al residente y al instrumentador, bufando ante los errores y contestando de mala manera. Con gusto raro en la boca, repaso en mi mente que lo importante es incorporar lo bueno de cada persona y de cada mentor, así como también descartar las cualidades que lo alejan a uno de quien quiere ser. 

 

El martes nuevamente es el día académico de la semana, primero asisto a un seminario de genética ya que no había ninguna cirugía que durara la hora libre que tenía antes de entrar a la simulación. Muy abstracta, se trata de metilación de la adenosina en un trabajo de investigación realizado en un cultivo celular. Más tarde, el robot se presenta en la guardia con dolor abdominal.

 

Más allá de la inmediata respuesta por parte de Radiología ante el llamado para interpretar la TC y de Farmacia para averiguar qué antibiótico se le puede dar al paciente según su historia clínica y antecedentes, el resto del caso se hubiera planteado de la misma manera en mi país y me da gusto. En el debriefing repasamos los diagnósticos diferenciales del dolor abdominal según cuadrantes. Al tener la tarde libre, no dejo pasar la oportunidad de asistir a clase en el horario de almuerzo que ofrece el departamento de medicina interna. En este hospital no se pierde ni un minuto del día; muchos de los doctores no almuerzan o bien comen mientras se capacitan, como en este caso.

 

 

Los días subsiguientes me los paso en el quirófano, aprendiendo no solo de cirugía general y mama, sino también de oftalmología oncológica y oculoplástica. A costa de ser repetitiva, vuelvo a mencionar la tecnología y nuevos dispositivos que afloraban ya que a mí me resultó emocionante cruzarme con ellos y ver cómo los empleaban a diario. Agujas anti-accidentes que al retirarlas se tapan solas, cánulas de succión y retractores con luz en la punta. Tanto en ambulatorio como en internación se utilizan brazaletes para identificar a los pacientes con su código de historia clínica, y para reconocer a aquellos que necesitan especial atención. Estos llevan inscripciones tales como "riesgo de caídas", "alerta de alergias" y "no transfundir". Todo se utiliza una sola vez y se desecha, desde el electrocauterio completo hasta el manguito para tomar la presión que tiene puesto el paciente durante la cirugía. Por supuesto, nada es perfecto: mientras operamos se escucha Taylor Swift, Justin Bieber y One Direction. Nada de Sui Generis, Jaime Roos ni Juan Luis Guerra.

 

 

Para convertirse en médico en Estados Unidos se tienen que cumplir dos etapas una vez terminado el colegio secundario: primero cuatro años de College en los que se deben cursar ciencias biológicas básicas, matemática y física entre otras, y segundo cuatro años de Medical School, con Anatomía, Patología y las materias clínicas. Un año de Escuela de Medicina en Yale cuesta alrededor de 65.000 dólares, a los que se le debe sumar el costo del housing y la comida. Prácticamente todos los estudiantes toman préstamos para co