Paternidad y equidad | 08 JUN 15

Hacia el mínimo común educativo

Consejos referidos a los cuidados que deben tener los padres en el período inicial de crianza y educación de sus hijos.

La enorme variedad de información disponible en la Web, nos permite el ejercicio permanente del discernimiento y de nuestra capacidad para valorar y elegir. Algunos hallazgos nos invitan a reflexionar concienzudamente acerca de nuestra realidad personal y acerca de la realidad en general, la que sin dudas también nos pertenece.

Hace unos días leí con sumo interés las recomendaciones propuestas por un grupo de estudio de la Universidad de Harvard referidas a lo que podríamos llamar ‘Educación, paternidad y equidad’. Se trata de un documento en el que se detallan cinco consejos referidos a los cuidados que deben tener los padres en el período inicial de crianza y educación de sus hijos. Se trata de una declaración hecha pública por The Achievement Gap Initiative at Harvard University  denominada “Seeding Success Zero-To-Three Initiative”, cuyo documento final se titula: “Evidence for the fundamental five early childhood parenting behaviors”. En una traducción libre podríamos hablar de: “Los cinco fundamentales” en el contexto de la “Iniciativa Sembrando Éxito en la etapa de cero a tres años”.

Se trata de una estrategia de investigación – acción, orientada concretamente a disminuir la brecha (en algunos casos un abismo) entre las crianzas de niños pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos, raciales y étnicos, que luego se incorporarán a los establecimientos de educación inicial de los Estados Unidos. El objetivo explícito es disminuir el impacto y la impronta que la diferencia de crianza ‘determina’ en el desarrollo cognitivo y afectivo de los niños. Sostienen que cualquiera sea el medio en el que el niño se desarrolla (hay notables excepciones), hasta el año de vida no se producen diferencias significativas en el desarrollo del sistema nervioso en general y del cerebro en particular. Entre el primero año y los tres años de vida, se producen las diferencias que originan las profundas brechas que el programa desea paliar, o al menos moderar. En el lapso de esos dos años, las diferencias en el desarrollo del sistema nervioso marcan o sellan el futuro del niño en lo referido a la cantidad y calidad de los recursos neurales que poseerá y a los que podrá echar mano durante el resto de su vida.

El propósito del grupo de estudio es, por lo tanto, fomentar la equidad brindando a los padres consejos para efectuar una crianza equilibrada, adecuada y significativa, con el fin de evitar las brechas y diferencias que atentan contra la equidad educativa y contra la igualdad de oportunidades en la vida. Es menester tener en cuenta, que el estudio  se realiza en el contexto particular del estado de Massachusets en los Estados Unidos, a primera vista parece no ser equiparable a la realidad de nuestro país. Sin embargo considero que es válido extrapolar la experiencia a nuestro propio contexto social, económico y político con las debidas reservas, para utilizar lo que resulte compatible y poner entre signos de interrogación lo que no lo sea.

En nuestra condición de país emergente, según otros en franco deterioro, las variables a tener en cuenta se multiplican y los indicadores socio demográficos advierten una marcada diferencia. No podemos dejar de lado la extrema pobreza, la marginalidad, la promiscuidad, la desnutrición, el analfabetismo. Nuestras condiciones de vida no son las del estado de Massachusets, algunos dirán que por lo tanto las recomendaciones resultan improcedentes y triviales. A pesar de todo, creo pertinente atender a las propuestas por lo menos por dos motivos.

Uno, que ‘no todo lo que brilla es oro’, la miseria, la marginalidad, la inequidad, son exponentes generalizados del fenómeno humano que no respeta las fronteras de los países. Segundo, porque se trata de recomendaciones que por un lado intentan paliar una realidad pública, pero por otro lado tienen estricta pertenencia al ámbito privado y micro social. Con esto intento sostener que los ‘Cinco Fundamentales’ son válidos para toda interacción de crianza en cualquier lugar del mundo. Insisto con un ejemplo sencillo: puedo enseñar a cruzar la calle a mi hijo advirtiéndole que debe mirar a izquierda y derecha, más allá de la condiciones socio – culturales en las que ambos nos encontremos.

Considero adecuado atender a los ‘Cinco Fundamentales’ haciendo foco en lo micro, sin desligarse de lo macro. Son consejos que pueden ser acusados de falta de originalidad, sin embargo creo que su orden y fundamentación los valoriza y estimula a su consideración o reconsideración, según sea el caso. La traducción que efectué de la publicación es absolutamente libre y se halla matizada con elementos de mi propia experiencia como padre y médico. Por lo tanto lo que escribo permanece bajo mi exclusiva responsabilidad, intento no ‘hacer decir’, sino decir. Estimulo a todos los padres a leer con atención y espíritu crítico el presente trabajo. Creo conveniente tener en cuenta estos consejos a la hora de criar nuestros hijos (también nuestros nietos) con el fin de crear a su alrededor un ambiente que permita el desarrollo de todas las potencialidades con que están dotados por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Se trata más de crear las condiciones ‘de’, que enseñar ‘a’. Ponemos énfasis en el cómo y no tanto en el qué.

Debo confesar que la temática me ha interesado como médico, ya que el tema de educación y equidad me preocupa desde hace mucho tiempo, alguna vez publiqué un artículo denominado “Nutrición, cerebro y Sociedad”. Pero más me ha interesado como padre de seis hijos y abuelo de cuatro nietos, de modo que puedo dar testimonio de la pertinencia de los ‘Cinco Fundamentales’ aún sin haberlos conocido con ese nombre. Son formas de manifestar el amor más que modos de cumplir con requisitos. Creo que todo padre o madre estarán interesados en seguir adelante, vamos pues.

Primero: maximice el afecto y minimice el estrés.

Se refiere a la sensibilidad con la que es conveniente atender a las solicitudes del niño, actuar pronta, decidida y amorosamente a sus demandas. Por otro lado me parece conveniente hablar de distres, ya que el documento se refiere a aquellas situaciones que por su intensidad, por repetitividad o prolongada duración, causan un desequilibrio hormonal en el niño haciéndolo más vulnerable, no sólo inmunológicamente sino afectivamente.

La cuestión es provocar en el niño un estado de confianza en sus padres o cuidadores de modo que pueda enfrentarse a los asuntos propios de su edad con la mayor seguridad y solvencia posibles. Estas actitudes son recomendables iniciarlas lo antes posible, es decir desde el nacimiento, si bien pone especial énfasis al período antes descrito que va desde el año de vida a los tres años.

El niño debe percibir la proximidad disponible de sus padres, lo cual no significa estar siempre interactuando con él, significa estar atentos mientras el niño observa que sus padres desempeñan las tareas propias de la cotidianeidad. Estas actitudes tienen directa repercusión en la actitud creciente de exploración del mundo circundante y en la independencia relativa de los infantes. Tales actitudes resultan relevantes para un expansivo desarrollo de la cognición social, lo que facilitara la incorporación del niño a entornos más extensos y variados cuando se incorpore a la escolaridad inicial.

En el proceso educativo es conveniente advertir y corregir los errores cometidos en cuestiones referidas a su seguridad, las convenciones sociales y los modos culturales, como así también a lo que se considera bueno o malo. El juicio paterno debe tender a enmendar el error no a condenar a quien lo comete. Una cosa es insistir en que es inconveniente acercarse a artefactos eléctricos o colocar los dedos en los enchufes, y otra es tratarlo de tarado porque lo hace. En el contexto de las enseñanzas de la Iglesia Católica se habla de odiar el pecado y amar al pecador. Este proceso le permite adoptar actitudes adecuadas, sin que esté en cuestión su capacidad para hacerlo convenientemente.

El distres crónicamente instalado en la vida del niño, favorece la inseguridad y estorba el desarrollo de las funciones ejecutivas localizadas prioritariamente en la región prefrontal, área cerebral especialmente distinguida del cerebro de los humanos. Está comprobado que los efectos del distres disminuyen significativamente en entornos caracterizados por la contención y el afecto. Este fenómeno es fácilmente observable en los casos de niños adoptados que previamente se hallaban institucionalizados.

Segundo: hable, cante, señale, gesticule desde el principio

El título de esta sección es por sí mismo elocuente, casi se podrían obviar mas consideraciones. Sin embargo, conviene destacar algunos aspectos recomendados por la iniciativa de la universidad estadounidense.
Efectivamente, resulta adecuado exponer precozmente al niño al lenguaje; en realidad como vivimos en un mundo lingüístico, el esfuerzo consiste en exponerlo a él determinadamente. El niño entra en contacto con el mundo simbólico del lenguaje aún antes de su nacimiento. La recomendación consiste en que el niño esté expuesto al habla cotidiana, no al ‘habla bebé’.

En la mayoría de las culturas los padres proponen al niño a palabras que se encuentran adaptadas a su lenguaje inicial y balbuceante, de allí surgen las características palabras mono o disilábicas como papá, mamá, tata, teta, bebé, nene, tío, abu, pepi, etc. Cuanto antes hay que poner en contacto al niño con el habla real, con la de todos los días, aquella mediante la cual se efectúan las interacciones lingüísticas habituales. Esto predispone al niño a la variedad y la riqueza del idioma, y favorece su posterior inicio en el proceso de alfabetización. Los resultados se verán de manera contundente cuando inicie su etapa escolar, en la que verá favorecido su desempeño si se encuentra habituado al lenguaje social y no sólo al del entorno familiar.

Se propone que la riqueza expresiva, dentro de lo posible, vaya más allá de los condicionamientos socioeconómicos, las diferencias raciales o étnicas de las familias en las que crece. Son elementos valiosos, la riqueza expresiva, el vocabulario rico y variado, y la evaluación de la comprensión activa por parte del niño.
Se afirma que la exposición del niño a su propia lengua, como así también a lenguas extranjeras es determinante para futuras competencias lingüísticas. Es tan cierto esto, que en una época se resolvió que era conveniente exponer al niño al habla emitida por la radio o la televisión. Estas recomendaciones hay han sido dejadas de lado por haber descubierto, de manera fehaciente, que el lenguaje que el niño atiende es el que se encuentra directamente referido a él. Participa de manera activa en el mundo del lenguaje en la medida en que se encuentra directamente involucrado en las interacciones. Si las sentencias o proposiciones sencillas van dirigidas a él acompañadas de afecto, o manifestadas en un ambiente afectivo, el niño advierte que se halla implicado y tiende a atender y aprender.

La lectura y el relato de historias tienen especial valor en este proceso. El niño se ve incluido en universos reales o de fantasía que tienen sus propias cadencias y estimulan la curiosidad por la trama y la concatenación de los eventos relatados. Se siente involucrado en mundos que poseen un cierto orden, en el cual las acciones tienen sus consecuencias, donde las interacciones entre los humanos tienen características informativas o declarativas, pero también se encuentran cargadas de emoción, de premios y castigos. Mediante el relato se descubren nuevos universos con sus límites, sus parecidos, sus valores, y sus interacciones. De este modo se abren las puertas a la lectura y la escritura, se ha dado el primer paso hacia la educación escolar, ella lo proveerá de la explicitación de reglas gramaticales conocidas o nuevas y lo proveerá de construcciones sintácticas pertinentes.

El canto es lenguaje musicalizado. El canto tiene la particularidad de que transmite información cognitiva en un entorno cargado de emotividad. Es sabido que todo lo que informa y lleva incluida la activación del aparato emocional, se aprende con más intensidad y la huella mnémica tiene mayor relevancia. Siempre me llamó la atención el contenido catastrófico de algunos cantos infantiles: las desventuras de Mambrú y su guerra, el ‘genocidio’ de los tres alpinos para conseguir el amor de la princesa, el castigo a la señora que rompía los faroles con su sombrero, etc. Canciones infantiles con mensajes nada halagüeños enmarcados en contextos musicales agradables y de fácil memorización, en la voz de la persona correcta. Más allá de lo que se pueda decir acerca de esos mensajes, lo cierto es que se producen en entornos de musicalización placenteros para quienes los comparten.

Sabemos que nuestro mundo del lenguaje valora en grado sumo lo no verbal. Los gestos, el énfasis corporal, la coherencia de lo corporal con el habla, son detectados y valorados por el niño. Podríamos decir que nacemos con los recursos cerebrales apropiados para comprenderlo, no en vano el gesto precede a la palabra por millones de años en la evolución humana. Señalar los objetos al nombrarlos facilita el aprendizaje inmediato; según el documento, de ese modo se aporta sustancialmente a la riqueza literaria expresiva en el entorno de la pre escolaridad. Recomiendan la gesticulación, incluso la gesticulación exagerada y grandilocuente hasta la obviedad. Un ejemplo interesante para tener en cuenta el valor del gesto, es el cine mudo. En él la historia está contada mediante la acción gestual elocuente, acompañada de música que de manera estereotipada moviliza las emociones. Del mismo modo el niño asiste a los diálogos de los adultos atendiendo a lo no verbal (gestos, posturas corporales, movimientos de brazos y piernas, intensidad de la mirada, color de la piel, posición de las manos, etc) lo que le permite evaluar con asombrosa precisión lo que acontece a nivel emotivo y relacional.  

Tercero: utilice juegos con números.

Es provechoso hacer dos advertencias:

1) después de los trabajos de algunos neurocientíficos prominentes como el caso de Stanislas Dehane en Francia, se puede afirmar con seguridad que los seres humanos nacemos con un sentido del número. Esto significa que identificar cantidades, contar, ordenar, no son tareas que nuestro cerebro detecte como ajenas o novedosas.

2) Dejando el asunto en manos de la educación escolar,  a la que consideramos habitualmente como la encargada de enseñar las matemáticas, no hacemos hincapié en fomentar el sentido de lo numérico en nuestros niños tanto como lo hacemos con los cuentos y la lectura. Valoramos a estas últimas, como facilitadoras de la alfabetización y la lecto-comprensión, y no ponderamos de igual modo el impacto de la iniciación del sentido numérico en etapas precoces de la vida. Hacerlo repercute favorablemente en la actitud del niño ante las matemáticas.

 

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