Entre la vida profesional y la personal | 18 SEP 12

Congelar óvulos: desafiar al reloj biológico

Crecen las consultas por la decisión de postergar la maternidad.

El desarrollo profesional, la carrera académica o simplemente las dificultades en las relaciones que impone la vida actual están llevando a un número creciente de mujeres a postergar la maternidad casi hasta el límite de su fertilidad. Aunque socialmente los 40 de hoy son los 30 de hace dos o tres décadas, el reloj biológico no cambió: la capacidad reproductiva femenina comienza a decaer pasados los 35 años.

Ante este escenario, las autoridades de los principales centros de medicina reproductiva del país confirmaron que en los últimos dos años se duplicaron las consultas de mujeres que quieren congelar o vitrificar óvulos para preservar su posibilidad de ser madres biológicas más adelante. La mayoría de ellas tienen más de 37 años, son profesionales o tuvieron un fracaso de pareja cuando empezaban a pensar en la maternidad.

En otro ámbito, las mismas técnicas están comenzando a ser utilizadas para proteger la fertilidad de hombres y mujeres de distintas edades que deben afrontar un tratamiento oncológico.

La criopreservación de óvulos y espermatozoides, e incluso de tejido ovárico, ayuda a sortear los efectos de la quimioterapia y la radioterapia.

La conversación de la mesa vecina llega entrecortada. Tres amigas recostadas en los sillones del café hablan de la vida. Hacen chistes, se ríen. Tres conceptos se escuchan con claridad. Carrera, pareja y reloj biológico. No hace falta más: hablan de uno de los temas más recurrentes entre mujeres profesionales porteñas. Una vez que se estabilizaron o llegaron al lugar al que aspiraban superaron los 35 años. El deseo de ser madre no cuadró hasta entonces en su plan de vida, pero cuando por fin llegó, por razones laborales o porque no están en pareja, ese deseo se convirtió en una incógnita.

En los últimos dos años, se duplicaron las consultas en los centros de medicina reproductiva porteños de treintañeras que, por motivos profesionales o personales, decidieron no convertirse en madres en el momento presente y quieren congelar sus óvulos treintañeros para ser madres más adelante. Así lo confirmaron a LA NACION las autoridades de los principales centros de fertilidad del país.

Las últimas estadísticas del Ministerio de Salud indican que el 54% de los bebes que nacieron en la Capital son hijos de mujeres que tienen más de 30 años y el 25% de los nacimientos se produce después de los 35. Además, una de cada tres madres es profesional y el 45% tiene estudios universitarios.

La postergación de la maternidad, como consecuencia del desarrollo personal y profesional, ha empujando a las mujeres casi al límite de su fertilidad. Porque, aunque los 40 años sean los nuevos 30, el reloj biológico se sigue rigiendo por el viejo huso horario que indica que a los 25 una mujer tiene el 50% de chances de lograr un embarazo. A los 40 años, sólo el 10%, explica Stella Lancuba, directora de Cimer.

"La mayoría son profesionales, con una carrera en crecimiento, con un fracaso en la vida de pareja cuando se empezaba a pensar en la maternidad. Es una mujer muy consciente de su reloj biológico y sabe que encontrar a una nueva pareja y empezar a pensar en hijos va a demandar tiempo. Quiere ser madre, pero no tiene definido cuándo", explica Lancuba.

Ponerles un seguro a sus óvulos. O mejor dicho, a la posibilidad de ser madres. Preservar la fertilidad. Poner una pausa al reloj biológico. A Noelia le faltaba poco para cumplir 30 años. Estaba de novia, tenía una carrera interesante en una agencia de publicidad. Pero su vida dio un giro. Se separó y se fue a España a hacer un máster. Cuando lo terminó, volvió a conectarse con su deseo de ser madre, pero su situación era otra.

"Nunca dejé de querer formar una familia. Pero no pude formar una pareja. Salí con alguien, pero no avanzó la relación. Cuando cumplí 36, empecé a ver que a mis amigas les costaba bastante quedar embarazadas y consulté al ginecólogo. Él me habló de la posibilidad de vitrificar mis óvulos y lo hice, hace dos años", cuenta Noelia. Pocos meses después, volvió a España para el casamiento de una amiga y el chico que la sacó a bailar se enamoró de ella. Están en pareja desde hace un año y ahora están buscando un hijo "a la manera tradicional", dice. "Si no quedo, vamos a intentar un tratamiento con mis óvulos. Mi novio entendió que fue una decisión de preservar el deseo de ser familia, no simplemente de ser madre. Ahora, esa decisión lo involucra también a él", agrega.

Los tratamientos de vitrificación cuestan entre 10.000 y 15.000 pesos, según los distintos centros, y unos 80 pesos de mantenimiento mensual. La mujer se somete a un tratamiento hormonal de estimulación ovárica para almacenar unos ocho a diez óvulos por tiempo indefinido.

 

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