Estudian una posible causa del autismo | 19 MAR 12

Ensimismados

El autismo, un trastorno que afecta a cuatro de cada 10 mil niños, según la OMS, no tiene aún una causa certera.

Tradicionalmente se pensó que era una enfermedad estrictamente psicológica y se creyó, incluso, que su origen residía en la falta de afecto de los padres. Sin embargo, hoy se tiende a considerar que hay una causa biológica que podría deberse a una alteración en el desarrollo del cerebro, debido a razones genéticas o ambientales.
 

Por Susana Gallardo

¿Cómo confirmar esa hipótesis? “En principio, los comportamientos característicos del autismo pueden estudiarse en modelos animales”, sostiene la doctora Amaicha Depino, investigadora del IFIByNE, instituto de la UBA y el Conicet, que funciona en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Depino, junto con el doctor Fernando Pitossi y la licenciada Luciana Lucchina, acaban de publicar un trabajo en Brain, Behaviour and Immunity, donde muestran la relación entre comportamientos y alteraciones en el cerebro.

ENCERRADOS EN SI MISMOS

El autismo fue descripto en 1943 por un psiquiatra del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos: Leo Kanner, nacido en Austria. El término que eligió para designar a la enfermedad había sido empleado por el psiquiatra suizo Eugen Bleuler para describir una característica de la esquizofrenia: el ensimismamiento y la dificultad para relacionarse. Tal vez por esa razón el autismo, durante mucho tiempo, estuvo asociado con las psicosis.

La médica psiquiatra Silvia Panighini, jefa del servicio de Neuropsiquiatría Infantil del Instituto Fleni, explica que hasta la década de 1950 se atribuía el autismo a una causa psicológica. “Pero pronto se vio que otras enfermedades no vinculadas con el autismo, y que tenían causas biológicas demostradas, se presentaban de la misma manera.”

Y prosigue: “El DSM, manual de enfermedades mentales, antes la llamaba psicosis infantil. Y eso se presta a confusión, porque la psicosis tiene una evolución diferente. El autismo se trata y tiende a mejorar siempre, a diferencia de la esquizofrenia, que tiene un curso más variable y complejo”.

Cuando los padres consultaban al médico, siempre se encontraba alguna coincidencia con un hecho sucedido en la familia que, se suponía, había desencadenado el problema. “Pero, en realidad, las investigaciones indican que tiene que haber una causa biológica, aunque hay muchos especialistas que no piensan así”, señala Panighini.

Las dificultades para encontrar una causa certera de este trastorno dieron lugar a algunas hipótesis descabelladas. Una de ellas vinculó la enfermedad con la vacuna triple, también conocida como MMR, que protege del sarampión, las paperas y la rubéola. Todo comenzó con el artículo que en 1998 publicó en The Lancet el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield. En aquel entonces, muchos medios se hicieron eco de esos resultados que, según se comprobó luego, eran falsos. Lo cierto es que, en Gran Bretaña, muchos padres se asustaron y dejaron de vacunar a sus hijos, con desastrosas consecuencias, pues aumentaron los casos de sarampión. En 2007, las autoridades sanitarias del Reino Unido iniciaron un proceso de investigación sobre las posibles malas prácticas en las que habría incurrido Wakefield. Finalmente, en enero de 2010, se confirmó que todo había sido un gran fraude.

La alocada propuesta de Wakefield prendió en muchos padres debido, posiblemente, a la desolación ante esta enfermedad. Por otra parte, la hipótesis de una causa psíquica, que atribuía el trastorno al desapego y falta de afecto de los padres, los había llenado de culpa.

Hoy en día, los especialistas se inclinan por asignar al autismo un origen biológico en función de sus síntomas de inicio, su curso, y por la relación con otras enfermedades como la epilepsia. Se cree que se trata de una conjunción de causas genéticas y ambientales. De todos modos, la compleja interacción entre el ambiente y la biología sigue siendo un enigma. “Cuando hablamos del ambiente, lo decimos en sentido amplio, incluyendo la crianza, pero también las condiciones del embarazo y el parto, así como las infecciones y los componentes tóxicos del ambiente”, dice Panighini.

TEMPLE GRANDIN

La intensidad de los síntomas del autismo es muy variable, desde la ausencia total de lenguaje y cierto grado de retraso mental hasta personas que pueden a ir a la universidad e incluso convertirse en brillantes científicos.

Un caso paradigmático de alguien que padece esta enfermedad y logró graduarse y convertirse en profesora universitaria es el de la estadounidense Temple Grandin, nacida en 1947 en Boston, Massachusetts. Estudió etología y neuropsicología, se doctoró en Ciencia Animal en la Universidad de Illinois, y hoy es profesora de comportamiento animal en la Universidad de Colorado. Es reconocida por ser una gran defensora del bienestar de los animales, en particular de aquellos que son explotados por la industria ganadera.

En una conferencia TED, ofrecida en 2010, Grandin explica cómo su condición de autista la ayudó a comprender la mente animal. Allí afirma que su mente no piensa con palabras sino con imágenes. Y defiende la idea de que el mundo necesita personas con diferentes patrones de pensamiento.

Actualmente, los síntomas del autismo se diagnostican como trastornos generalizados del desarrollo (TGD), entre los que se encuentran la enfermedad de Rett, la de Asperger y el trastorno desintegrativo de la infancia. El síndrome de Asperger tiene rasgos parecidos al autismo, pero los niños afectados tienen lenguaje. Esta enfermedad fue retratada en la novela El curioso incidente del perro a medianoche, del escritor británico Mark Haddon. La historia está narrada en primera persona por un chico de 15 años que sufre esa enfermedad: es muy bueno en matemática, tiene memoria fotográfica y es extremadamente observador, pero tiene dificultades para entender el comportamiento humano, y las expresiones de alegría o tristeza en los rostros de los demás. Al respecto, investigaciones realizadas mediante resonancia magnética funcional, replicadas por distintos investigadores en varias oportunidades, han mostrado en las personas afectadas por Asperger una menor activación del área del cerebro asociada con la habilidad de percibir y diferenciar distintas expresiones faciales.

 

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