Mientras en Paraguay crece la epidemia | 17 MAY 11

Revisan un programa contra el dengue

Un trabajo científico detectó limitaciones en las medidas y m"Cuando comenzamos a hablar con los habitantes, advertimos dónde podía haber una debilidad en las acciones de control"étodos puestos en práctica en la ciudad formoseña de Clorinda.

Gabriel Stekolschik

En setiembre de 2009, LA NACION dio a conocer un programa de control del dengue que, después de cinco años de esfuerzo sostenido, había logrado reducir a cero la transmisión de esa enfermedad en Clorinda.

La importancia de aquel trabajo cobra verdadera dimensión si se tiene en cuenta que esa ciudad formoseña de alrededor de sesenta mil habitantes, situada a cuatro kilómetros de la frontera con Paraguay, es uno de los tres mayores focos de riesgo de dengue de nuestro país, junto con Iguazú, en Misiones, y con Tartagal, en Salta.

Aquel exitoso programa de control, realizado entre 2003 y 2008 por iniciativa de la Fundación Mundo Sano, consistía en visitas casa por casa cada cuatro meses para dar información a sus habitantes y para buscar recipientes que pudieran acumular agua y servir de criaderos para el mosquito vector del dengue. Esos recipientes eran cuidadosamente inspeccionados para ver si había larvas de mosquitos y, cuando era posible, se los descartaba o se los daba vuelta para que no acumularan agua. Además, como en la gran mayoría de los patios de las casas acopian agua para consumo en tanques de 300 a 1000 litros, durante esas visitas cuatrimestrales se agregaba a estos depósitos un insecticida cuyo nombre genérico es Temefós.

Sin embargo, los investigadores que monitoreaban el funcionamiento del programa advirtieron que no se conseguía reducir la cantidad de larvas del mosquito a los niveles recomendados internacionalmente.

"Cuando comenzamos a hablar con los habitantes, advertimos dónde podía haber una debilidad en las acciones de control", revelan Ricardo Gürtler y Fernando Garelli, investigadores del Laboratorio de Eco-Epidemiología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y del Conicet, quienes, junto con Manuel Espinosa y Diego Weinberg, de Mundo Sano, y María Trinelli del Inquimae (UBA/Conicet), firman el trabajo científico que se publicó en PLoS Neglected Tropical Diseases .

"La gente nos contaba que, debido a que el servicio de agua potable es irregular, aprovechan los momentos en que hay presión para recargar los tanques, entonces supusimos que ese procedimiento diluía el insecticida y, por lo tanto, reducía su efecto", comenta Garelli.

 

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