¿Por qué estudiar medicina? | 03 NOV 10

¿Quieres ser doctor?

Las motivaciones y deseos que impulsan, hoy en día, a que un joven decida estudiar medicina.
Autor/a: Prof. Dr. Ricardo Teodoro Ricci 

Introducción y advertencia

Hace un tiempo, se me ocurrió preguntarme acerca de las motivaciones y deseos que impulsan, hoy en día, a que un joven decida estudiar medicina. La cuestión de la pregunta vocacional, por uno u otro motivo, frecuentemente está cerca de mí. En el medio que me muevo, una facultad de medicina, puedo observar toda la variedad de motivaciones, elecciones de conductas, modos de ganarse la vida, etc. A fuer de no caer en inocencias, debemos decir que entre los estudiantes también hay una gran variedad, que no se trata de un colectivo homogéneo. Este espectro estudiantil va, desde el que se inicia en la carrera por que la considera un modo de servir al ser humano, hasta el que ve en ella la manera segura de ganarse la vida ejerciendo un oficio técnico, de alta precisión, de gran responsabilidad, de gran rentabilidad económica y de prestigio social asegurado. “Pedes in terra”.

Hecho este breve y acaso innecesario prologo, comienzo a contar mis impresiones al respecto, tratando de mantenerme en el amplio rango central del espectro comentado. Es decir, intentando interpretar a la mayoría de los agentes involucrados en los actos concretos de la educación médica. Vamos al trabajo:     

¿Por qué estudiar medicina?

Tengo la oportunidad de constatar que en nuestro medio, es bastante frecuente que los mismos médicos renieguen abierta, y ferozmente de su vocación. En rondas de café, en pasillos de hospitales, en los mismos sanatorios, muchos colegas, a voz de cuello, abominan de sus desventuras, protestan de su elección de vida.

Las causas variadas de esa actitud podemos analizarlas en otra oportunidad, cabe sin embargo, destacar algunas voces: “Mi hijo esta loco, totalmente loco, es una carrera larguísima, entre la facultad, la residencia y la especialidad, recién va a producir algo para él mismo a los treinta y dos años”. “Va a estudiar toda la vida, para poder laburar va a tener que llenarse de papelitos de cursos, jornadas, congresos y demás”. “No se da cuenta que la medicina antes era una profesión liberal, ahora va a ser un empleado más, en las empresas toman al que más barato les resulta, al mérito ya nadie lo tiene en cuenta”. “Si, es inteligente, pero no tiene carácter, vive de sueños, cree que alguien le va a agradecer sus desvelos”. “No es carrera para mujeres, nunca será una buena madre”. “Nunca su tiempo será suyo”. “No sabe en lo que se está por meter, no tiene ni idea del esfuerzo que va hacer en vano”.

Entre esas voces aisladas pero recurrentes, acaso estén las causas de tanto desaliento. Los mismos médicos aconsejan a los jóvenes, incluso a sus propios hijos, no estudiar medicina. En esta actitud no deja de esconderse una gran paradoja, ya que el mismo médico que desalentó a su hijo antes de la elección, posteriormente hace ostentación de la condición de colega cuando ese hijo egresa de la facultad. Primero el desánimo, luego el orgullo y la complacencia pública. Para sembrar la, para ellos justificada desmoralización, se encargan de hacer una pormenorizada lista de la negatividades, entre las que se encuentran, como constatamos más arriba: el esforzado y prolongado tiempo de estudio, las escasas expectativas de trabajo, las frustraciones económicas, y lo sacrificado de la labor.

Según la tradición, Esculapio legó a su hijo sus famosos consejos. Se trata, desde la mirada del dios de la medicina, de una perspectiva realista y completa de lo que significa ser médico. Describe, aconseja y, a su vez, deja la puerta abierta promoviendo la elección libre y personal: “Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.” 1

Tengo la gracia y la fortuna de ser profesor en la Facultad de Medicina de la UNT. Mi materia, Antropología Médica, se dicta en segundo año de la carrera de médico. He constatado personalmente, sin intermediarios, las ilusiones que tienen los jóvenes que se inician en la carrera, su cabeza alta y sus ojos francos. Rebozan de inteligencia, humor, y se enfrentan con saludable desparpajo a cualquier desafío intelectual y vital. Cuando veo a esos mismos chicos años después, terminando su carrera o ya con su título bajo el brazo, la situación es harto diferente. A menudo los observo alicaídos y perturbados, cuando no francamente desalentados. ¿Qué pasó durante los años de formación?

Los sueños propios, y la vocación por servir al otro, se han trocado dramáticamente por el interés en la propia supervivencia, es cierto, han crecido, han madurado. La vocación se ha debilitado, o se ha metamorfoseado en un utilitarismo calculador, acaso desmedido. Lo grave de todo esto es que, al parecer, la misma institución formativa ha colaborado en esa muda radical. Lo cierto es que, las instituciones no tienen voz ni testimonian con el ejemplo, somos algunos de sus integrantes, imbuidos en un paradigma agonizante y portadores de nuestras propias frustraciones, los que influimos de manera perversa en los jóvenes escudándonos en nuestro “vasto conocimiento de la realidad”. Sucede que los doctos, los docentes, aquellos que pueden influir categóricamente en las vocaciones, son los mismos que escatológicamente, prometen infiernos de desdichas. Ocurre que las realidades personales, testimoniadas en el diario compartir de las aulas y salas de hospital, cercenan los sueños, descalifican la creatividad y homologan la mediocridad.

Soy consciente de que me desempeño en una de las instituciones de mayor prestigio en la educación médica de nuestro país, no reniego de ella, por el contrario estoy orgulloso de mi pertenencia, siempre lo estaré. En esa condición, me siento en la necesidad de sacar a la luz, y advertir acerca del nefasto comportamiento testimonial de algunos de nosotros; en medio de nuestra propia penuria y desilusión, trasladamos la angustia paralizante a nuestros alumnos. Los tutores se adosan a las plantas jóvenes para guiar su desarrollo y crecimiento, para asegurar que cumplan con los designios de su especie, las podas predicen mejores flores y frutos óptimos. Puede ocurrir, sin embargo, que el tutor ahogue, dificulte, entorpezca y marchite, si por defectos propios no cumple adecuadamente su función. 

En algunas universidades:

Indagando entre las ofertas de las carreras de medicina en algunas universidades anglosajonas, me llamaron particularmente la atención, los requisitos iniciales que las mismas pretenden de aquellos jóvenes que desean ser médicos. Me parecieron interesantes, por lo que transcribo textualmente parte de esos anuncios:

“So, You want to be a Doctor? Here is how you get there from studying at Bradford:

Personal Requirements:
To be a Doctor, you need to develop or already posses the following personal qualities:
Good communications skills
Self –confidence
Conscientiousness
Able to relate to people
Compassion towards others
Enjoy working with people
A high degree of motivation and self- discipline”
2

Por su parte, en algunas Universidades Inglesas se requiere que los aspirantes a las carreras de medicina posean las siguientes características:

“Competence, Integrity, confidentiatity,
Caring, compassion, commitment,
Responsabilty, advocacy, and spirit of inquiry”
3

Estas últimas condiciones, son formuladas y avaladas como las necesarias para la profesión médica en el siglo XXI por la Asociación Británica de Médicos.
 
Resulta ser un lugar común, que los diferentes centros universitarios que se postulan para enseñar la carrera de médico, expresen que las competencias y características iniciales que debe poseer todo estudiante de medicina, se relacionen con manifestaciones tales como la compasión, el servicio al otro, el cuidado y demás. Esto resulta coincidente con mi experiencia como profesor de segundo año de la facultad. Los jóvenes ingresantes, manifiestan ostensiblemente su agrado cuando en Antropología Médica tratamos y discutimos algunos temas de las Humanidades Médicas. Se sienten complacidos – siempre existen excepciones - cuando se dialoga acerca de temas como la filosofía de la medicina, salud y  enfermedad, la muerte y el médico, o la relación médico- paciente. Alguno llegó a decirme que allí, en esas clases, le había encontrado el gusto al estudio de la medicina, que hasta entonces todo le había parecido demasiado científico y mecánico, que nunca había escuchado hablar acerca del hombre y del fenómeno humano. Son cada vez más numerosos los estudiantes que reclaman estos y otros temas, que los vinculan de manera directa con el dilatado mundo de las Humanidades Médicas. Estas disciplinas los anotician que la medicina no es una isla, que es una actividad de características particulares, que es una forma de proponerse al servicio de los semejantes, que se encuentra inserta en un mundo complejo. Un mundo, en que el balance entre el egoísmo y el altruismo están en permanente tensión y equilibrio inestable.

Desde esta perspectiva, se intenta dar respuesta a la demanda de los estudiantes que manifiestan actitud y capacidad para compadecerse, tratar fluidamente con otras personas, ayudar al necesitado, y que aprecian que desde la estricta perspectiva biomédica no son satisfechos.

Teniendo en cuenta nuestra experiencia, debemos reconocer que los contenidos a los que hacemos referencia son desenvueltos a un nivel teórico, más anclados a la vida misma, que a la propia vida del médico. Resulta indispensable, por lo tanto, consolidar estos conceptos y vivencias en años posteriores, en materias del ciclo clínico, de ese modo podrán convertirse en habilidades y competencias propiamente clínicas, útiles para la práctica real y cotidiana de la medicina.

 

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