Por Carlos Chernov | 09 JUL 10

Donde tu vocación te lleve

Escritor y psicoanalista Carlos Chernov, autor de "El amante imperfecto", sostiene que hablar de vocaciones y profesiones remite al lenguaje religioso y señala el peso que la sociedad otorga a la elección de un oficio. "Compromisos varios inclinan una decisión que debería definir el deseo", dice.

En "Pieza inconclusa para piano mecánico", esa conmovedora película rusa sobre amores e ideales traicionados, hay una escena que resume la desesperación de varios de los personajes. Uno de ellos comienza a gritar: "Tengo treinta y cinco años y soy un cero, una nulidad. Lermontov a los veintisiete estaba en la tumba, Napoleón ya era general y yo no hice nada en esta maldita vida." Cuando la vi, yo también tenía treinta y cinco años y estaba atravesando una crisis vocacional que la película puso en escena y que, de algún modo, me ayudó a resolver.

De joven, estudiaba medicina y escribía poesía; después me recibí y me dediqué por completo a la psiquiatría y al psicoanálisis y abandoné la poesía. Al ver la película, terminé de entender un malestar que arrastraba desde hacía varios años. No estaba conforme con mi vida. Mi profesión me apasionaba, pero me faltaba la literatura y esta ausencia me hacía profundamente infeliz.

A lo largo de la historia, la mayoría de las personas no ha podido elegir sus trabajos. Los condicionamientos sociales han predominado absolutamente sobre las elecciones individuales. Los hijos de los campesinos se convertían en campesinos, los señores feudales les legaban sus posesiones a sus descendientes, los hijos de los artesanos se iniciaban como aprendices y se integraban a los gremios. Este orden sólo era alterado por catástrofes masivas: guerras, pestes, hambrunas o revoluciones. El hombre empieza a elegir, a no heredar su ubicación laboral en la sociedad, con el surgimiento de la burguesía como clase, con sus ideales liberales y su valoración de las profesiones universitarias.

No elegir, quedar determinado por el origen, también era lo habitual a la hora de casarse. Los casamientos se arreglaban. El amor, como causa suficiente para superar los mandatos familiares, es un invento posterior a la Revolución Francesa.

Siempre recuerdo una frase que no sé dónde leí: "Mi abuelo fue campesino, para que mi padre fuera comerciante y yo pudiera ser poeta". Una buena ilustración de la movilidad social. Si uno apenas puede sobrevivir, las elecciones vocacionales son un lujo disparatado; sin embargo, incluso para los "poetas", que por no sufrir necesidades acuciantes tienen más libertad, la elección del proyecto de vida estará jaqueada por compromisos familiares y sociales.

Los compromisos arrancan con nuestro nacimiento. Se nace en deuda: la deuda de que nos hayan dado la vida. Una deuda curiosa porque nunca pedimos el crédito, pero sin duda entendemos que es un crédito porque actuamos como si nuestra vida no fuera del todo nuestra, y no me refiero a lo efímero de la existencia, sino a la cantidad de deberes que hemos contraído antes de empezarla.

Debemos saldar la deuda teniendo hijos y cumpliendo con los ideales más diversos. Cuando nos damos cuenta, ya hemos pasado los cuarenta o cincuenta años y todavía no hemos terminado de pagar. Esta deuda originaria es uno de los motivos de la dificultad para apropiarnos de nuestra vida: pocos consiguen hacer lo que realmente quieren; vivir de acuerdo a su manera de sentir y pensar.

 

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