Higiene e inmunidad | 24 JUL 09

¿Lavamos demasiado a los niños?

No se obsesione con la higiene de los niños.

Por Juan Casado

Algunos estudios realizados en los últimos años han sugerido que el exceso de protección contra los microbios, esto es la limpieza excesiva y el aislamiento contra las posibles fuentes de infección, pueden ser perjudiciales en los niños pequeños. Esto podría predisponer más tarde a enfermedades alérgicas tales como asma, alergia a los alimentos, urticarias y otras enfermedades que afectan cada vez más frecuentemente a los niños que viven en los países desarrollados, por ejemplo diabetes y otras de origen inmunológico.

Es cierto que las enfermedades alérgicas y de origen inmunológico están aumentando en los países ricos, pero su causa es hasta ahora desconocida. Es posible que el escaso entrenamiento del sistema inmunitario de estos niños hiperprotegidos, permanentemente aislados de los microorganismos que pululan en el entorno donde viven, impida una respuesta adecuada para luchar contra alergenos (sustancias que producen alergias, por ejemplo virus, bacterias, medicamentos, alimentos). Esta asociación entre excesiva limpieza y esterilidad y alergias es sólo una hipótesis que de ninguna manera justifica que los niños no sean sometidos a una higiene adecuada, no obsesiva.

Si bien la higiene y el aislamiento de las posibles fuentes de contagio son imprescindibles para que los niños no sufran enfermedades innecesarias, la limpieza excesiva y el aislamiento obsesivo no sólo impide el entrenamiento de los mecanismos de defensa, también impide el desarrollo integral psicoafectivo de los niños. Los niños pequeños, durante los primeros meses de la vida, tienen mayor riesgo de sufrir infecciones, pero a partir del primer y segundo año, es imposible mantener cuerpo, manos, boca y piel exenta de microbios. Los microbios forman parte de la vida de los niños de cualquier edad, intentar evitarlos o eliminarlos, no solo es imposible, es perjudicial.

La boca, nariz, orejas, piel e intestinos contienen microbios que protegen. El intestino, por ejemplo, contiene miles de millones de microbios que sirven, entre otras cosas, para la absorción y digestión de los alimentos. Esta rica y abundante flora microbiana se altera o anula cuando los niños reciben antibióticos, por eso los antibióticos deben emplearse sólo cuando están completamente indicados.

 

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