¿Ud. cómo considera a las Medicinas Alternativas? | 22 MAR 09

Medicina a la carta

Las terapias alternativas mueven hoy 16 mil millones de dólares por año

Convertidas en un boom en todo el mundo, las terapias alternativas mueven hoy 16 mil millones de dólares por año. En la Argentina, casi el 90% de la población combina la visita al doctor con reiki, yoga, flores de bach, medicina china o ayurvédica, entre otras opciones. Los riesgos de la falta de control. Qué dice la Academia y por qué hospitales y universidades empiezan a permitir el ingreso de estas prácticas a sus claustros.

Por Lorena Oliva. 
Foto: Fotros: CORBIS / Enrqieu Villegas

El auge de las terapias alternativas -de la medicina ayurvédica a la china, de la homeopatía a la medicina antroposófica, de la aromaterapia o las flores de bach o al reiki, pasando por cientos de otras variantes, entre ellas el chamanismo- es un fenómeno que no sólo no para de crecer, sino que además logró en los últimos años cruzar el cerco de la desconfianza y los prejuicios para sentar sus reales incluso en ámbitos antes exclusivos de la medicina científica, como hospitales y universidades.

No es para menos. Convertidas en un boom en todo el mundo, las terapias alternativas mueven hoy 16 mil millones de dólares por año. Las estadísticas ponen en cifras lo que la observación cotidiana ya hacía sospechar: la mayoría de la gente no agota sus necesidades de salud con los "médicos de guardapolvo".

En nuestro país, casi el 90 por ciento de la población de sectores medios y altos combina la medicina científica (a la que también se llama biomedicina, medicina hegemónica, hospitalaria u occidental) con algún otro tipo de terapia, según revelan los estudios realizados por el Centro Argentino de Etnografía Americana (CAEA) que dirige la antropóloga Anatilde Idoyaga Molina.

También la OMS puso un ojo en el crecimiento de estas modalidades: en los países en vías de desarrollo, la complementariedad entre lo científico y lo alternativo está en un promedio del 80 por ciento. En Europa, oscila entre el 20 y el 70 por ciento, según los países (en total ,unos cien millones de personas), y en EE.UU. alcanza el 70 por ciento. Pero mientras que el gobierno norteamericano respondió a esta tendencia con la creación del Centro Nacional de Medicinas Alternativas y Complementarias, al que le otorgó un presupuesto de 117 millones de dólares anuales para financiar investigación básica y clínica en esta materia; mientras que en países como Francia y Alemania muchas de las prácticas alternativas están cubiertas por los planes de salud, en la Argentina, el universo de la medicina complementaria se mueve en una nebulosa de la que se sabe poco y que se controla menos, a causa de la falta de regulación.

Esa misma falta de parámetros hace que el universo local esté integrado por un espectro de disciplinas de variado rigor científico: desde la medicina china, la ayurvédica o la homeopática -de larga tradición- hasta propuestas de bienestar muy new age como la aromaterapia o la hidroterapia.

Pero, en cualquier caso, la única ley que continúa regulando el ejercicio de la medicina sigue relegando a la ilegalidad a toda aquella actividad que no se aprenda en la Facultad de Medicina, como bien recuerda Manuel Martí, miembro de la Academia Nacional de Medicina y profesor emérito de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la UBA.

Disparador de autocríticas

Pese a esa inflexible delimitación que hace como portavoz de la medicina occidental, Martí no propicia una caza de brujas. Puesto a pensar en las razones que alimentaron el crecimiento de lo alternativo, abre el juego y acepta que debe haber lugar también para la autocrítica por parte del sistema médico.

"Si uno hiciera una encuesta en cualquier consultorio de medicina general, se encontraría con que tres cuartas partes de los problemas que hacen acudir a la gente al médico son funcionales, ocasionados muchas veces por ansiedad o estrés. Frente a esto, ¿qué es lo que suele decirles el médico a esos pacientes?: "Usted no tiene nada", admite.

Martí no carga la responsabilidad tanto en los profesionales de la salud como en la degradación del sistema médico que dio origen a una relación mucho más deshumanizada: el vínculo paciente-institución-médico. Pero reconoce que la orientación extremadamente fisiológica de la formación universitaria puede estar contribuyendo a ciertos cuestionamientos por parte de los pacientes.

Sin embargo, no son sólo ellos los que comienzan a hacerse preguntas. Un estudio realizado durante seis meses de 2001 por especialistas del Departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas reveló que más de la mitad de los 540 pacientes consultados (54,4 por ciento) utilizaba terapias alternativas.

La hipótesis de trabajo de los doctores Cristina Pecci y Jorge Franco, responsables de la investigación, es ésta: "La medicina científica ha desarrollado el conocimiento de la enfermedad pero ha descuidado el desarrollo de una relación médico-paciente capaz de valorar y comprender al enfermo como persona en su singularidad y con su sistema de creencias".

Aunque mantiene serios reparos con respecto a la medicina complementaria, para Alberto Agrest, médico clínico con 65 años de ejercicio, el antagonismo entre la medicina hospitalaria y las terapias alternativas existía incluso cuando la relación del médico con su paciente era más afectuosa y su autoridad no estaba tan cuestionada como en estos días.

Agrest lo explica de este modo: hay personas que no toleran la incertidumbre y, frente a determinada dolencia, prefieren tener una creencia casi religiosa, que no requiera verdades demostradas. Para este médico, también miembro de la Academia Nacional de Medicina, ése es uno de los más graves problemas de las medicinas alternativas: la falta de rigor científico.

"Hay carreras más establecidas como la homeopatía, o la quiropraxia u osteopatía en los Estados Unidos. Tienen una condición de esfuerzo más académico, pero, en general, sólo pueden ofrecer casos para demostrar su efectividad. Y, lo cierto es que cualquier charlatanería puede reclutar casos favorables", se endurece.

Sin embargo, Agrest, autor del libro "Ser médico ayer, hoy y mañana" (Libros del Zorzal) también apunta a las contradicciones de la medicina convencional: "La medicina científica también tiene sus pecadillos. Pienso en el énfasis que pone en medicalizar la cultura, vendiendo la idea de que es capaz de conquistar la vida eterna. Te ofrece productos que tienen detrás a los grandes complejos médicos industriales, interesados, especialmente, en recuperar inversiones. Aunque, para ello, vendan basura".

La hora de la integración

Además de habilitar cierto modo de la autocrítica entre los médicos, el avance de las terapias alternativas logró lo que hace apenas unas décadas parecía imposible: abrir el camino hacia una forma integradora de comprender el arte de curar.

De hecho, las facultades de Medicina y de Farmacia dependientes de la UBA respaldan posgrados en medicina ayurvédica y preparados homeopáticos, respectivamente.

Otros ejemplos: en el centro de salud de la localidad de Olascoaga, en el partido de Bragado, se integra medicina hospitalaria con prácticas mapuches, en tanto que en el Hospital Italiano de nuestra ciudad, que ofrece tratamientos integrativos complementarios, se incorporan técnicas modernas de tratamiento miofacial, acupuntura y osteopatía. También talleres y cursos de Chi Kung, Tai Chi y yoga, a los que los pacientes acceden, en muchos casos, por sugerencia médica.

 

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