El escáner 'voyeur' | 11 MAR 09

Orgasmo. ¿Qué, cómo, por qué?

Mitos, misterios y realidades que se dicen en voz baja. ¿Qué tiene para decir la ciencia al respecto?

LUIS MIGUEL ARIZA 
 
De estos tres estudios, dos son seudociencia. Una encuesta afirma que el 86% de los hombres reconocen que disfrutan más del sexo cuando sus compañeras son intelectualmente inferiores. Otra, que las mujeres que se acuestan con hombres más inteligentes alcanzan mejor el orgasmo. Por último, una investigación sugiere que es más difícil que una pareja alcance el orgasmo si tiene los pies fríos, así que antes de hacer el amor deberían ponerse calcetines.

¿Con cuál se queda usted? La relación entre inteligencia y orgasmo no es más que un bulo entre centenares que circulan por Internet. La historia de los pies fríos y los calcetines no es más que una anécdota del que hasta ahora es el mejor experimento para investigar cerebralmente el orgasmo en tiempo real. Fue realizado por el investigador Gerst Holstege, de la Universidad de Groningen, en Holanda. Se trataba de examinar con un escáner de emisión de positrones (TEP) los cerebros de 13 mujeres y 11 hombres cuando experimentaban un orgasmo. "No hicieron el amor de la forma habitual, ya que esto resultaba técnicamente imposible. En el escáner sólo hay espacio para una persona", responde Holstege en un correo electrónico a El País Semanal. Cada voluntario o voluntaria se colocaba bajo el escáner mientras su pareja le masturbaba. ¿Qué tiene que ver esto con los pies fríos? "En realidad, nada, excepto que, después de dos horas de mentiras bajo el escáner, casi todos los voluntarios se habían descalzado, por lo que, transcurrido un cierto tiempo, se les enfriaban los pies", aclara Holstege. "Decidimos aprovisionarnos siempre de calcetines, ya que tener los pies helados en cualquier situación no es algo agradable. No hay relación entre los calcetines y el sexo, que yo sepa, aparte del hecho de que todo el mundo quiere practicarlo en las circunstancias más agradables, y eso incluye no tener los pies helados".

El escáner ''voyeur'' arrojó resultados fascinantes. "Lo más interesante que encontramos fue que durante el orgasmo todas las regiones del cerebro relacionadas con el miedo o la alerta se apagan, y esto es algo que nunca habíamos visto", explica este experto. El orgasmo produce una especie de trance; nos aleja del miedo y de la ansiedad, y en el momento del clímax sobreviene una especie de apagón momentáneo del cerebro.

Hay sutiles aunque importantes diferencias entre los orgasmos de ellos y ellas. En las mujeres, el apagón es mucho más acusado que en los hombres, aunque en estos últimos los centros del miedo también se desactivan. Parte del experimento consistía en pedirles a ellas que fingiesen. "Obviamente, en los hombres no fue difícil determinar si alcanzaban un orgasmo o no, pero en las mujeres no es un asunto fácil, ya que podían fingirlo", dice Holstege. El escáner cazó la mentira. ¿Qué ocurre en el cerebro de una mujer cuando miente así? "Se activó la región del córtex motor que controla voluntariamente el movimiento pélvico. En realidad, esta región no se enciende cuando un orgasmo es real".

El orgasmo aguarda al final de un ciclo sexual que comienza con la mera excitación, durante la cual la sangre acude al pene o al clítoris, zonas muy inervadas. En el hombre, uno de los aspectos menos comprendidos es la eyaculación. Al parecer, el cerebro no se ve envuelto a la hora de enviar la señal específica al pene para que el semen salga disparado. Los expertos se inclinan por pensar que es un fenómeno que depende de un reflejo nervioso de la médula espinal. Un tipo de neuronas llamadas espinotalámicas, localizadas en la región lumbar, tienen la llave: si se estimulan, provocan eyaculaciones en las ratas en casi el cien por cien de las veces. Sin embargo, es cierto que la voluntad consciente por parte del hombre es capaz de retrasar la eyaculación, por lo que el cerebro debe cumplir algún papel antes de que se produzca el fenómeno. Así que, desde el punto de vista científico, la búsqueda de un centro del orgasmo masculino en el cerebro continúa eludiendo los esfuerzos de los científicos.

En el hombre el orgasmo es breve, dura unos segundos, tras los cuales necesita un periodo de descanso para volver a empezar el ciclo. Algunos estudios sugieren que algunos hombres son capaces de sentir orgasmos múltiples -sin que tenga lugar la eyaculación-, llamados "orgasmos en seco". El sexólogo Alfred Kinsey, en su histórico estudio de 1948, ofreció las primeras estadísticas fiables acerca del orgasmo experimentado por los hombres: las tres cuartas partes alcanzan el orgasmo muy rápidamente, dentro de los dos primeros minutos del acto sexual. Pero quizá donde más mitos se han vertido es sobre el pene humano y su tamaño. La longitud del pene humano en reposo puede ser muy variable entre individuos; sin embargo, en erección, esta diversidad se reduce notablemente. Por otra parte, en los gorilas, el pene apenas sobrepasa los tres centímetros, mientras que en el hombre mide unos doce centímetros. ¿Por qué esa discordancia entre tamaño de cuerpo y longitud? ¿Por qué el pequeño ser humano tiene un pene tan desproporcionado? Una hipótesis sería que un pene más grande es capaz de proporcionar más placer a la mujer al permitir mayores posturas copulatorias, lo que no deja de tener su base. Sin embargo, y de acuerdo con Jared Diamond, profesor de Geografía de la Universidad de California en Berkeley, en su obra Why sex is fun (Por qué el sexo es divertido), los orangutanes son capaces de dejar en ridículo al hombre en cuanto a posturas sexuales con un miembro mucho más pequeño: el acto puede durar hasta quince minutos, en comparación con los cuatro minutos de media en los humanos.

El orgasmo en la mujer puede durar entre veinte segundos y dos minutos. Hay una diferencia sustancial con el masculino: ella no lo necesita para producir un óvulo ni para tener hijos, mientras que en el hombre, el orgasmo es una estación obligatoria para que se produzca la eyaculación, y por tanto, indispensable para la transferencia de genes. "Desde la antigüedad hasta el siglo XIX, la asunción general era que las mujeres experimentaban orgasmos al igual que los hombres, y que, de hecho, el orgasmo era necesario para la concepción", indica Thomas Liqueur, profesor de Historia de la Universidad de California en Berkeley y autor del libro Sexo en solitario (Fondo de Cultura Económica). Eso no contradice un sorprendente conocimiento de la anatomía del clítoris, la descripción que ya se tenía de él desde los tiempos de Galeno, en el siglo II después de Cristo, y el posterior descubrimiento en la literatura médica por el médico italiano Realdo Colón en 1559, que lo asoció al orgasmo de la mujer.

De acuerdo con el zoólogo y escritor británico Desmond Morris, el hombre es el primate "más sexy del mundo". Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo se producen unos 100 millones de actos sexuales cada 24 horas. Visto lo visto, parecería estúpido preguntar por qué las mujeres tienen orgasmos. En realidad, tendríamos que reformular la cuestión: ¿por qué, según las estadísticas, solamente el 25% de las mujeres experimentan un orgasmo durante el acto sexual? Sólo hay respuestas parciales. El sexólogo Stuard Brody, de la Universidad West Scotland, descubrió que las chicas que se contoneaban al andar experimentaban más orgasmos vaginales que las que no (Journal of Sexual Medicine). Y encuestas realizadas en mujeres gemelas sugieren que la variabilidad de los orgasmos podría tener raíces genéticas en un 45%. Los genes supuestamente responsables aún no han salido a la luz.

El orgasmo femenino es un misterio policiaco de primer orden dentro de la biología. En su famosa obra El mono desnudo, Morris sugería en 1967 que el orgasmo inmovilizaba a la mujer y la mantenía en posición horizontal tras el acto sexual, lo que permitía que no escapase el esperma y, por tanto, aumentaban las posibilidades de ser fecundada. Durante los años noventa, los científicos Robert Baker y Mark Bellis, de la Universidad de Manchester, sugirieron que el orgasmo femenino tras la cópula permitía a la mujer retener más esperma. Sería un laborioso ejercicio de contracciones musculares para inyectar el esperma en el útero. Este punto de vista chocó frontalmente cuando un gigante de la biología llamado Stephen Jay Gould escribió un famoso artículo en la revista Natural History en el que exponía con claridad que estaba muy orgulloso de sus pezones, a pesar de que no tenían ninguna función. "Estoy bastante unido a todas las partes de mi cuerpo", relató. Gould afirmaba que el hecho de que los hombres tuvieran pezones como un eco de los pezones femeninos no era una razón para avergonzarse de ellos. De igual manera, el clítoris de la mujer no era sino un reflejo del pene humano. Gould retomaba una teoría de la historiadora de la ciencia Elisabeth Lloyd que sugiere que el orgasmo femenino no tiene ningún sentido evolutivo.

Lloyd, que ocupa en la actualidad la Silla Arnold y Maxine Tanis de Historia de la Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Indiana, maduró estas ideas y en 2005 soltó una bomba, The case of the female orgasm (El caso del orgasmo femenino, no publicado en España), que cayó en medio del feminismo norteamericano: el orgasmo de la mujer es un subproducto de la evolución. "La idea de un subproducto evolutivo es bastante antigua y se remonta a los tiempos de Darwin", responde Lloyd a El País Semanal desde el teléfono de su casa. "Es un rasgo que es arrastrado por otro. Los pezones de los hombres son el ejemplo más claro". Ellos los han adquirido porque comparten con ellas la misma arquitectura del cuerpo. En las mujeres, los pezones son el resultado de una adaptación evolutiva: sin ellos resultaría imposible la crianza de los bebes (antes de la invención de los biberones y la leche en polvo).

En este sentido, el embrión y su desarrollo suponen un fascinante viaje al pasado. "El orgasmo es algo que aparece muy pronto en la construcción de un ser humano", nos dice Lloyd. Incluso en estas etapas tempranas el sexo masculino obtiene esta capacidad orgásmica, absolutamente necesaria para la reproducción. Pero las mujeres también consiguen este equipamiento desde que están en el vientre, y sin coste. "Obtienen los nervios implicados, los tejidos y los músculos implicados en el orgasmo, de una manera gratuita, debido a que el niño los necesita". Este razonamiento explicaría, entre otras cosas, por qué sólo ese 25% de mujeres que alcanzan el orgasmo durante el acto; o que una tercera parte de las mujeres no lo experimenten durante el coito; o que "entre un 5% y un 10% de las mujeres, que es una proporción muy grande, jamás lo vayan a experimentar".

 

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