Estudio del Conicet | 10 MAR 08

En la Argentina se recurre a 35 tipos de terapia

Van de la medicina tradicional hasta el chamanismo y el reiki.

La Nación

“Con el drama de mi marido, recorrí todo lo que encontré: brujas y médicos, y no de los ortodoxos, ¿sabés?, porque buscaba que me ayudaran, no que me dijeran lo que pasaba, porque eso yo ya lo sabía...”. Como Susana, una porteña de mediana edad y estudios secundarios completos, buena parte de los argentinos no se conforman sólo con la opinión del médico tradicional, sino que recurren a opciones terapéuticas alternativas, que les brindan alivio a su padecer, no sólo físico, sino mental y emocional.

Un recorrido por todo el país, desde las grandes ciudades hasta las poblaciones indígenas, demuestra que los argentinos pueden utilizar hasta 35 tipos de terapia para combatir la enfermedad.

“Todo el mundo selecciona y combina medicamentos, pero la cantidad y el tipo depende de la región, el nivel socioeconómico y las diferencias culturales y étnicas. Es más, la mayoría de los problemas de salud de la población se soluciona con medicina doméstica”, comentó a La Nacion la doctora Anatilde Idoyaga Molina, directora del Centro Argentino de Etnología Americana (CAEA)-Conicet y coordinadora del primer mapa argentino de uso de la medicina.

Los sectores con más recursos económicos son los que más combinaciones realizan entre la medicina tradicional (a la que la investigación denomina hospitalaria), las alternativas y el autotratamiento con fármacos y cataplasmas, ventosas o alguna mezcla de hierbas recomendada por una vecina, un familiar o un compañero de trabajo.

El trazado del mapa de medicinas comenzó en 1997, cuando 22 investigadores del CAEA, el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA), la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de San Juan comenzaron a recorrer el país y a convivir con la realidad en ciudades, pueblos y asentamientos.

"Este trabajo es muy importante porque está centrado en los enfermos y en sus decisiones, que no son al azar, sino racionales y coherentes para cada uno de ellos -opinó el médico y antropólogo Roberto Campos Navarro, de la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre el estudio-. Debemos reconocer que en América latina existen diversas opciones terapéuticas, por lo que hay que pensar en políticas de salud que no estén centradas en una única práctica médica legalizada cuando la gente usa esas opciones."

Esto, para el experto, es ridículo en el siglo XXI y es necesario educar y orientar a la población en los usos de esas alternativas. Campos Navarro visitó nuestro país como comentarista de los dos tomos que reúnen los datos recolectados durante la investigación Los caminos terapéuticos y los rostros de la diversidad , presentada la semana pasada.

Allí, en casi 800 páginas, los autores concluyen que en la Argentina funciona en realidad un "sistema etnomédico" en el que convive una combinación de la medicina académica u hospitalaria con las medicinas tradicionales (el chamanismo y el curanderismo), el autotratamiento (fármacos o remedios caseros), las medicinas religiosas (carismáticas, evangélicas y afroamericanas) y las terapias alternativas, como reiki, acupuntura, cromoterapia, dieta macrobiótica, terapia de vidas pasadas, medicina ayurvédica, aromaterapia, astrología o túnel fotónico, entre tantas otras.

Se estima que de cada tres revistas o libros que se editan, dos son sobre dietas para vivir mejor, terapias alternativas o temas de salud.

"No esperábamos encontrar que las personas que más medicinas combinaba iban a ser las más educadas y las que mayor recursos tienen -señaló Idoyaga Molina-. Evidentemente, su universo o red social tiene una mayor llegada o es ilimitado, dado que disponen de los medios de información y económicos para, incluso, viajar al exterior en busca de un tratamiento."

De boca en boca

A lo largo y a lo ancho del país, la difusión de las distintas medicinas disponibles es básicamente de boca en boca, y cuanto mayor es la duración de la enfermedad, más opciones se consultan.

Así lo experimentó Alicia, una habitante de San Salvador de Jujuy entrevistada por la doctora Idoyaga Molina durante el trabajo de campo entre la población criolla, mestiza e indígena del noroeste argentino (NOA) y Cuyo.

 

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