"La verdad y otras mentiras" | 20 FEB 08

¿Por qué no te callas?

Entre el diván y el espejo.

Desde hace un tiempo he sentido la necesidad de revisar ideas que consideraba establecidas, verdades de hecho sobre las que creía que ya no valía la pena volver. La experiencia es inquietante y no cesa de procurarme enemigos. Ésta es una de ellas.

Resulta suficiente observarnos un poco para registrar una situación bastante generalizada. Verborrágicos e incontinentes no podemos dejar de hablar de nosotros mismos. Autocentrados, esclavizados a un yo hipertrófico y caprichoso orbitamos sobre nuestros propios deseos, nuestras frustraciones, nuestra manifiesta inadaptación al mundo real.

Alguien nos convenció del imperativo de encontrar secretas verdades interiores y seguir el azaroso camino que ellas nos señalan. Hemos creído -sin someterlo a prueba jamás- que todo debe ser dicho, que las palabras exorcizan el dolor y que el silencio es un veneno. Es posible, aunque por el momento no más que la afirmación contraria, o que el prudente equilibrio entre lo que se dice y lo que se calla. Nada, excepto un conjunto de hipótesis muy bonitas, apoya estas propuestas. ¿Y si resulta que no es así?

Estas débiles premisas:

¿No nos convierten en sujetos onfalocéntricos atrapados entre el diván y el espejo?

¿Habremos creado entre todos una cultura que promueve estándares de normalidad imposibles de alcanzar?

¿Estaremos sometidos a mandatos de autorrealización personal, de pareja y sociales tan ilusorios que alimentan nuestra perpetua insatisfacción?

Al aceptar la existencia de un supuesto "Yo" opaco y oculto, ¿no nos estaremos condenando a la búsqueda interminable de lo que se supone que somos?

La creación de una clase media "normalmente neurótica"  que admite sin reparos que cierto grado de insatisfacción o de sufrimiento personal constituyen anomalías a tratar, ¿no nos condena a una terapia infinita?

La aceptación de premisas pseudo-psicológicas que nadie somete a la prueba empírica no solo ha creado lenguajes -un léxico que intoxica el habla cotidiana- sino categorías que ingresaron al sentido común.

 

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