Obesidad infantil | 12 FEB 08

No es la hamburguesa, niños, es el deporte

Aumentar la educación física es más eficaz para combatir la obesidad infantil que cambiar los hábitos alimenticios - Cinco horas de ejercicio a la semana servirían para frenar la pandemia.

CARLOS ARRIBAS 
 
Los niños engordan no porque se hinchen a comida basura, una dieta hiperproteica, hipergrasienta e hipercalórica que hacen descender al hinchado estómago con bebidas azucaradas carbonatadas (o no sólo), sino porque no se mueven, porque con la poca educación física del colegio, la única actividad para muchos, no pueden combatir la sobredosis calórica. La solución, pues, no es la dieta. Numerosos estudios han advertido de la poca eficacia que tienen las modificaciones nutricionales en la disminución de la obesidad a medio plazo, e incluso son cuestionadas en periodos de crecimiento crítico.

"La escasa actividad física y deportiva escolar genera, más que la mala alimentación, sobrepeso, obesidad infantil y riesgo de síndrome metabólico", dice Gerardo Villa, médico del deporte y profesor en la Universidad de León, que acaba de ser distinguido con el Premio Nacional de Investigación en medicina del deporte por un trabajo sobre el asunto. "Investigué con chavales de 11 a 13 años", dice Villa. "Los dividí entre sedentarios (los que no hacían más ejercicio semanalmente que las dos horas obligatorias de educación física), activos (cinco horas semanales) y deportistas (los que practicaban deporte federado y competían: más de siete horas semanales de actividad física). Los tres grupos comieron la misma comida del comedor escolar, que les aportaba diariamente entre 2.000 y 2.100 calorías, hipercalórica, porque supera las 1.800 calorías recomendadas. A las cuatro semanas, los que realizaron cinco horas de ejercicio físico, a la misma intensidad moderada, con un gasto energético de unas 200 calorías por sesión, mejoraron sus indicadores de presión arterial, peso, índice de masa corporal y, significativamente, redujeron la resistencia a la insulina".

Luis Arranz, profesor de gimnasia en un instituto de Salamanca, recuerda que cuando él era chaval, hace no tanto, en clase había un gordito y un gafotas, que muchas veces era el mismo. "Y, en cambio, ahora, entre mis alumnos de 14 años, hay más y más obesos", dice Arranz, que imparte educación física a alumnos de ESO en el Martínez Uribarri.

No es nada nuevo lo que cuenta Arranz. La obesidad infantil es una pandemia en el mundo desarrollado. Los colegios han desarrollado un papel clave en la provisión de ejercicio físico a jóvenes y niños, y no sólo por las clases obligatorias. Hasta hace poco, los niños iban andando o en bicicleta al colegio, y los recreos eran pura expresión de energía y juegos activos. Pero los niños van ahora en coche o en autobús -no hay tiempo para ir andando y sí miedo de dejarlos solos, o en bicicleta-, y en los recreos juegan, sentados, con la gameboy.

En Estados Unidos sólo un tercio de los desplazamientos a escuelas situadas a un kilómetro y medio (o menos) se hacen a pie o en bici, y ese porcentaje desciende al 3% cuando el colegio dista tres kilómetros o más. Los niños son más activos que los adultos, pero su grado de actividad física declina según se acercan a la adolescencia.

Según datos del Ministerio de Sanidad, un 13,9% de la población de entre 2 y 24 años sufre obesidad (su índice de masa corporal, medida que toma en cuenta peso y altura, es igual o superior al 95% del percentil que le corresponde), y un 26,3%, sobrepeso (85% del percentil).

En un informe de Pál Schmitt, eurodiputado popular y ex campeón olímpico húngaro, para el Parlamento Europeo, se señala que el número de niños que sufren obesidad o sobrepeso en Europa aumenta cada año en más de 400.000, que se suman a los tres millones de niños obesos que hay en la actualidad. Uno de cada cuatro menores padece sobrepeso en Europa. Su causa principal no es tanto una dieta rica en calorías como la falta de actividad física: los niños no comen más, se mueven menos. "Mientras la obesidad aumenta, disminuye el número de horas dedicadas a la educación física en los colegios", concluye Schmitt, quien, en sintonía con Villa, propugna más horas de educación física obligatoria.

El problema no es estético. La preocupación no es sólo la corona de grasa que adorna los abdómenes de cada vez más niños y niñas. "La obesidad es una pandemia que se asocia a diabetes mellitus tipo 2 y a síndrome metabólico o de resistencia a la insulina, el cual recientemente ha comenzado a describirse en niños obesos", explica Villa. "Este síndrome se define como un conjunto de alteraciones asociadas a un elevado riesgo de padecer enfermedad cardiovascular y diabetes. En España, su prevalencia en niños y adolescentes obesos es del 18%".

Todo lo malo empezó, quizás, hace 12.000 años.

Hace 45.000 años, el primer homo sapiens anatómicamente moderno era cazador-recolector. Fuerte, fino, fibroso, se alimentaban de la carne que cazaba el hombre y de los vegetales que recogían las mujeres. No consumía más de lo que su cuerpo le pedía: proteínas, vitaminas, poca grasa, mucho ejercicio físico. Vivía en un hermoso equilibrio fisiológico que dependía obligatoriamente del movimiento. Hace 12.000 años, sin embargo, la humanidad, por necesidad, por la sequía, por el agotamiento de la caza, por el crecimiento de la población, se embarcó en un experimento llamado agricultura, y ni el ser humano ni el planeta se han recuperado aún. La agricultura trajo consigo una explosión demográfica, déficit de proteínas y vitaminas, exceso de calorías, nuevas enfermedades y deforestación.

 

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