Reflexiones, debates, controversias | 09 MAY 07

¿Qué es la conciencia?

Daniel Dennett: un polémico filósofo con fuertes opiniones sobre el tema. Léalo y opine en nuestros foros de discusión.
Autor/a: Daniel Dennett Dulces sueños, Katz Editores

El tema de la “conciencia” a desvelado a los pensadores desde los tiempos más remotos de la humanidad. Sobre su definición, alcances y características se han expresado religiosos, filósofos, científicos, escritores y líderes espirituales de todo tipo. Cuando un concepto convoca perspectivas tan diversas los debates y la polémica no pueden quedar ausentes. Incluso en nuestros días subsisten disputas intelectuales y juegos de poder que -de uno y otro lado del espectro- refutan argumentos y postulan meras hipótesis como si fuesen verdades establecidas.

Un filósofo con fuerte personalidad y un gusto muy particular por la controversia como Daniel Dennett ha renovado el interés sobre el tema. Sus apariciones públicas y sus textos en forma de libros o artículos generan siempre interés y, esté Ud. de acuerdo o no con lo que postula, es siempre estimulante seguir las reflexiones de este hombre inteligente y portador de una erudición admirable.

IntraMed reproduce fragmento de su libro “Dulces sueños” que Katz Editores ha publicado para el público lector de habla hispana. Leerlo es todo un desafío, no porque su lenguaje resulte incomprensible -más bien todo lo contrario- sino porque pone en jaque al sentido común o a nuestras certezas menos cuestionadas. Es un viaje apasionante hacia el interior de nosotros mismos, un desafío a lo que creíamos creer y una oportunidad imperdible de pensarnos en lo más íntimo de lo que en verdad somos.

Lejos del limbo aséptico y neutral en el que a menudo imaginamos habitar, la Medicina es también una toma de posición sobre el mundo. Dennett, nos sacude la cómoda seguridad de lo que no discutimos, la modorra de lo que creemos saber y nos pone a prueba en un libro que no le dará tregua. Ajuste su cinturón y anímese a emprender este vuelo tormentoso pero enriquecedor.

Le propongo una estrategia, un juego intelectual: léalo y, luego, opine en nuestros foros. ¿Está usted de acuerdo o en disidencia con la propuesta del autor? Este es su espacio y el de su comunidad de pares: ¿conoce un lugar más apropiado para discutir sobre estos temas? Lo esperamos en nuestros Foros de Discusión.

Daniel Flichtentrei

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Los métodos de la ciencia alcanzan para entender el funcionamiento de la mente.

"Científicos marcianos" y obstáculos filosóficos

Por Daniel Dennett

A menudo se ve a la conciencia como un misterio que está más allá de la ciencia, impenetrable desde afuera por más íntima que sea la relación que tenemos con ella desde adentro. En mi opinión, esta idea no es sólo un error, sino también un obstáculo para el desarrollo de la investigación científica que puede explicar la conciencia con la misma profundidad y exhaustividad con las que da cuenta de otros fenómenos naturales: el metabolismo, la reproducción, la deriva continental, la luz, la gravedad, y muchos otros. Para establecer, o poner en claro, las bases de esa investigación, comenzaré por analizar las consideraciones acerca de los supuestos límites de todos los estudios que se han hecho de la conciencia.

Científicos marcianos

Supongamos que unos "marcianos" avanzados en materia científica y tecnológica llegaran a la Tierra para estudiar la flora y la fauna del planeta. Vamos a imaginárnoslos con algún tipo de órgano de los sentidos, que bien puede ser distinto de los de los seres humanos pero que les permite adquirir información sobre las regularidades del mundo con la misma facilidad conque lo hacemos nosotros. Como también cuentan con tecnología avanzada, pueden hacer lo que nosotros hemos hecho con los microscopios, telescopios, detectores de rayos infrarrojos y ultravioleta, "rastreadores" químicos y adminículos afines: así, pueden arreglárselas para "ver" lo que vemos nosotros,"oír" lo que nosotros oímos y percibir lo que nosotros percibimos, gracias a las extensiones mecánicas de los sentidos con las que estén dotados, equipadas con interfaces para usuarios marcianos.

De modo que todo lo que nosotros podemos observar es observable para ellos, aunque a veces sólo de manera indirecta (como las formas de las bacterias, las sombras de fuentes infrarrojas de radiación electromagnética y las vibraciones de terremotos distantes son observables gracias a nuestros dispositivos tecnológicos).

Entre los fenómenos que los marcianos podrán observar de inmediato se encuentran las representaciones públicas de la conciencia: globos de historieta como los de la obra de Steinberg, soliloquios de obras de teatro, voces "en off" de películas, usos del punto de vista omnisciente en novelas y otros. Es común pasar por alto el hecho de que gran parte de lo que creemos sobre la conciencia proviene de las representaciones objetivas, públicas, compartidas, del fluir de la conciencia de otros, en la ficción o en la realidad. Los marcianos también podrían tener acceso a las representaciones menos entretenidas que se encuentran en los libros de los filósofos, los psicólogos, los neurocientíficos, los fenomenólogos y otros estudiosos serios del tema. Con todo esto, los antropólogos de Marte (los estudiosos de la fauna extramarciana) podrían llegar a elaboradas conclusiones sobre esa parte de la conducta del Homo sapiens (tal es el nombre que nos damos los terrícolas parlantes) de la que se ocupa la "teoría popular de la conciencia" y también los primeros atisbos de una formulación científica al respecto.

Me permito una digresión: toda esta fábula se apoya en el supuesto de que los marcianos adoptan la "actitud intencional" respecto de la fauna que observan, de modo que pueden aprender nuestras lenguas e interpretar nuestra comunicación, pero no se supone que sean conscientes en ninguno de los sentidos tendenciosos de las últimos debates filosóficos.

De modo que, para los fines de esta argumentación, vamos a considerar que los marcianos podrían ser "zombis" cuya recolección de datos y teorización científica se realizan sin rastros de "fenomenalidad", "qualia" o como sea que llamemos a lo que caracteriza a la verdadera conciencia. O sea que, por el momento, no voy a presuponer que su pericia científica manifiesta sea evidencia que permita concluir que son conscientes.

Podría suceder, por ejemplo, que nuestros marcianos no se emocionaran con nuestra música, nuestro arte o nuestro teatro, y sí pudieran detectar sin ningún inconveniente cómo esas cosas nos afectan a nosotros. ("¿Qué verán estos tíos en esos cuadros de Picasso?", se preguntarían incrédulos, advirtiendo no sólo las cantidades de dinero que estamos dispuestos a pagar por esos cuadros sino también los importantes efectos en los neuromoduladores, el sistema endocrino y las vísceras que los encuentros con esas obras nos producen.)

Esta introducción sobre los científicos marcianos imaginarios me permite hacer una presentación vívida de un tema subliminal frecuente en los debates actuales sobre una teoría científica de la conciencia. Uno de los postulados de la teoría popular que los marcianos no tardarían en descubrir es que los terrícolas consideran que una teoría científica de la mente es imposible.

Parte de la sabiduría popular que recopilarían (como la recopilamos nosotros como miembros de esta cultura) apunta a que la conciencia es absolutamente privada, inaccesible para los extraños, imposible de transmitir al menos en parte, e inescrutable por medio del método científico, justamente los medios que los marcianos usarían para explorar nuestro planeta. ¿Qué dirían de esto los marcianos? ¿Lo creerían? ¿Lo entenderían? ¿Cómo lo explicarían? Y, lo que es más significativo aun, ¿qué opinarían de la hipótesis de que hay algo en la conciencia humana que ellos no podrían conocer mientras que nosotros, los terrícolas, sí?

Nuestros marcianos han leído el artículo "¿Cómo es ser un murciélago?", de Nagel (1974), y lo oponen a la pregunta "¿Cómo es ser un ser humano?". Han leído el libro de David Chalmers "La mente consciente: en busca de una teoría fundamental" y entonces se preguntan si han podido identificar "el problema difícil" de la conciencia. ¿Qué aspectos de la conciencia quedan fuera del alcance de los investigadores alienígenas? Y si existen esos aspectos, ¿cómo sabemos "nosotros" que son reales?

Uno de los textos que con toda seguridad estudiarían los marcianos son las Meditaciones de Descartes (1641), y al leerlas advertirían que parecerían estár dirigidas a ellos. El prefacio convoca a quienes deseen "meditar conmigo seriamente y apartar la mente de los sentidos y con ello de todos los prejuicios". Descartes esperaría que los lectores marcianos hicieran los experimentos mentales y las inferencias necesarias, eliminando todas las peculiaridades de su aparato sensorial ("apartar […] de los sentidos y […] de todos los prejuicios"). Como buen científico que era, Descartes apreciaba el valor de la intersubjetividad, y los modos de la ciencia para suprimir la idiosincrasia de los investigadores individuales para que todos compartieran la misma investigación: el abordaje "en tercera persona"del método científico.

Por cierto, nada impide a los marcianos participar de las meditaciones cartesianas, y yo propongo que sigamos el camino de Descartes y busquemos una ciencia de la conciencia con el mayor grado de intersubjetividad posible. Veamos qué ocurre cuando tratamos de llevar esta metodología científica en tercera persona al interior privado de la mente. ¿Dejaremos recovecos importantes sin analizar?

El acceso a la conciencia

En la actualidad, muchas voces se alzan para cantar a coro que nuestros intentos van a fallar, ya que una ciencia de la conciencia en tercera persona es pobre desde el punto de vista metodológico y se aparta de importantes fuentes de evidencia, datos, explicaciones o… lo que sea. Lo que se necesita, nos dicen esas voces, es una "ciencia de la conciencia en primera persona", o incluso "en segunda persona" (denominación que acentúa la empatía con el objeto de estudio, y que refleja una metodología de trato familiar, es decir, de "tú" y no de "usted"). La idea de base, que se expresa de distintas maneras o se presupone, es que los marcianos no pueden jugar los juegos de los humanos.

No pueden hacer ciencia de la conciencia en primera persona porque no son primeras personas del tipo adecuado. Pueden usar la primera persona para estudiar la conciencia "marciana", si es que existe, pero no la "nuestra". Tampoco pueden hacer ciencia en segunda persona porque, como son una forma de vida alienígena, no pueden establecer el vínculo de empatía entre un "yo" y un "tú" que el método requiere.

Ahora yo me pregunto: ¿hay alguna razón valedera para creer que todo eso es cierto? Mi respuesta es que no: no hay nada en nuestra conciencia que sea inaccesible a los métodos marcianos.

Los métodos en tercera persona de las ciencias naturales alcanzan para estudiar la conciencia con tanta exhaustividad como cualquier otro fenómeno de la naturaleza, sin dejar residuos significativos.

¿Qué quiere decir aquí "significativos"? Nada más que esto: si los científicos estudiaran un grano de arena, siempre habría más cosas para averiguar sobre él, por más tiempo que le dedicaran. En la suma de las fuerzas de atracción y repulsión de todas las partículas subatómicas que componen los átomos del grano, siempre habrá una incertidumbre residual de la magnitud del último dígito significativo que hemos calculado hasta la fecha, y ubicar en tiempo y espacio el grano de arena a través de miles de millones de años lleva a un cono creciente de indiscernibilidad. Sin embargo, esa incertidumbre no será significativa. Aquí también aplica la ley de disminución de beneficios.

En mi opinión, si usamos los métodos en tercera persona de la ciencia para estudiar la conciencia, la ignorancia residual que tendremos que admitir no será, al fin y al cabo, ni más perturbadora, ni más frustrante ni más desconcertante que la ignorancia imposible de eliminar del estudio de la fotosíntesis, los terremotos o los granos de arena. En resumen, no se han esgrimido buenos argumentos para defender la hipótesis popular de que, vista en tercera persona, la conciencia es un misterio cuya naturaleza es diferente de la de los otros fenómenos naturales.

Tampoco hay buenas razones para afirmar que, por ser conscientes, nosotros sabemos algo significativo que a los marcianos les resulta absolutamente incomprensible, por más distintos de los humanos que sean.

Una buena manera de empezar a abordar este tema es planteando cuestiones que lo delimiten. Si, por fuerza, los marcianos que pretendan estudiar la conciencia humana tienen que dejar algo sin explicar, ¿cómo lo sabemos nosotros? Y, ¿quién es ese "nosotros"? Por ejemplo, ¿hay algo que los francófonos saben acerca de su conciencia que quienes no hablan francés desconocen? ¿Acaso hay algún aspecto de la conciencia femenina al que los hombres no pueden tener acceso? ¿O los diestros saben algo de su conciencia diestra que los zurdos no pueden entender? ¿Quizás el lector sepa algo acerca de su propia conciencia que nosotros, los demás, nunca podremos conocer?

En el texto clásico que aborda esta cuestión, Nagel se resiste con astucia –pero sin argumentos– a caer en el solipsismo: sugiere que es posible para "nosotros" saber lo que se siente cuando "experimentamos" sensaciones humanas, pero sostiene –una vez más, sin argumentos– que no podemos saber lo que se siente cuando se es algo muy distinto, como un murciélago.

La razón, creo yo, por la que Nagel logra escapar al solipsismo es que nadie se atreve a cuestionar su modo de pensar porque es atractivo. A todos nos resulta atractivo. "Nosotros" sabemos sobre nuestra conciencia porque nos comunicamos a propósito de ella todo el tiempo. En nuestros intercambios cotidianos, "presuponemos" que, en gran medida, compartimos las representaciones públicas de la conciencia y, como contribuimos a ese acervo común cuando interactuamos, el presupuesto parece reforzarse con la interacción.

La teoría popular sobre la conciencia humana es producto de una empresa común que ha tenido un éxito asombroso, pero tiene sus conocidos puntos oscuros. ¿Puede una persona que ha nacido ciega tener "nuestra" concepción del color? ¿Y las personas daltónicas? ¿Y la "inversión espectral", un experimento mental que tiene más de trescientos años? ¿Puede ser que lo que yo percibo azul otro lo percibe amarillo, pero aun así llama a ese color subjetivo "azul"? ¿Cómo es ser un bebé: una "floreciente confusión de zumbidos" o algo completamente distinto? ¿La experiencia femenina del mundo y la masculina son incomparables?

Cada una de estas preguntas tiene muchas respuesta en pugna, y todas merecen que, con el tiempo, nos vayamos ocupando de ellas. Pero antes de decidir sobre ellas desde el principio, tenemos que respirar hondo y aceptar que todas las respuestas, buenas y malas, forman parte de la "sabiduría popular" sobre la conciencia y no son "datos" que podamos compartir con los marcianos.

En tercera persona

El método en

 

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