Acerca de la relación entre el psicoanálisis y las neurociencias | 07 FEB 07

Lo que nos hace la vida que hacemos

El Dr. Luis Chiozza reflexiona sobre aspectos controvertidos de un tema en permanente debate.
Autor/a: Dr. Luis Chiozza 
INDICE:  1. Desarrollo | 2. Desarrollo | 3. Desarrollo | 4. Desarrollo
Desarrollo
¿Dónde estamos hoy?

La posición más avanzada, entre las que poseen un considerable consenso, acepta el paralelismo psicofísico cartesiano, de acuerdo con el cual el cuerpo y el alma, como tales, son dos realidades ontológicas que existen fuera de la conciencia que las percibe.

Sostiene además que el organismo material “produce” la mente conciente, y las fantasías o afectos  inconcientes, a partir del grado de complejidad que le permite desarrollar un cerebro: y afirma que los métodos de investigación que se apoyan en la física, en la química y en la biología, para indagar en las estructuras materiales y en sus funciones, son los que finalmente otorgan un estatuto científico al conocimiento del alma.

La segunda hipótesis fundamental del psicoanálisis conduce a comprender que el concepto psicoanalítico acerca del psiquismo inconciente y la concepción psicoanalítica de la relación psicofísica surgen de una idea que difiere totalmente de la que predomina en el consenso. En los términos de la segunda hipótesis el cuerpo y el alma NO SON dos realidades ontológicas distintas.

Son dos categorías de la conciencia a través de las cuales se intenta conocer un existente que, en sí mismo, no pertenece a ninguna de esas dos categorías. El psiquismo inconciente NO coincide únicamente con algunas funciones del sistema nervioso.

Coincide con la finalidad de todas y cada una de las funciones fisiológicas o patológicas. Desde esta posición epistemológica las neurociencias y el psicoanálisis pueden enriquecerse mutuamente “corroborando” científicamente en un territorio los hallazgos del otro.

La segunda hipótesis reafirma con claridad lo que ha sido, desde los inicios del psicoanálisis, la tesis fundamental de la teoría psicoanalítica: la existencia de un psiquismo inconciente lleva implícito que lo que define al psiquismo no es la conciencia, es el sentido o el significado de una serie que se encamina hacia un fin.

Pero una serie de acontecimientos que tiene significado constituye  una historia. De este modo llegamos a la conclusión de que lo que llamamos psiquismo y lo que llamamos historia son dos puntos de vista sobre un mismo asunto.

Si volvemos ahora sobre la cuestión de la relación que existe, de acuerdo con la segunda hipótesis, entre un mecanismo en la materia, en donde opera la relación entre una causa y un efecto, y una serie dotada de sentido, dentro del cual opera la relación entre un significante y su significado, queda claro que la importancia de la mecánica material que constituye una máquina es siempre secundaria. Lo importante de un molino es que muele. Si lo hace con superficies de piedra o de acero es una cuestión secundaria.

Debemos tener en cuenta entonces que una máquina, más allá de la materia que la constituye, es un procedimiento efectivo (un algoritmo) que se define como tal, por la finalidad que explica su función y que constituye su razón de ser. Llegamos así a la conclusión de que aquello que, a partir del paralelismo cartesiano se ha llamado “el fantasma en la máquina” (Gilbert Ryle 1949, Arthur Koestler, 1967), visto desde la segunda hipótesis es la finalidad que constituye la razón de ser de la estructura y de su función. Queda claro entonces que el psiquismo inconciente NO ES solamente un “producto” del funcionamiento del sistema nervioso sino que es inseparable (inherente) de toda función fisiológica. El “fantasma en la máquina” no “ocupa” solamente la cabeza, impregna al organismo entero.

Debemos considerar ahora dos cuestiones fundamentales acerca de la organización psíquica. Una se refiere a la relación existente entre lo representado y su representación. La otra se refiere a la relación que existe entre los elementos que solemos llamar centrales y los que solemos llamar periféricos. Si bien el psiquismo inconciente no “reside” necesariamente en la cabeza, sino que es inherente a toda función fisiológica, el hecho de que cada función, con su finalidad “psicofísica”, se “acople” jerárquicamente (en cuerpo y alma) con las otras funciones que integran un organismo, tiene una fundamental importancia.

Subrayemos también que la existencia de claves de inervación para la descarga afectiva en el territorio vegetativo, o para la acción motora en la vida de relación, supone la existencia de “centros” o “redes” que registran, coordinan y modulan los distintos procesos. La relación entre central y periférico también convoca la idea de general y particular, o de principal y accesorio implícita en la idea de jerarquías. La observación de las estructuras anatómicas e histológicas que componen al organismo humano parece mostrar una coexistencia del sistema en forma de árbol con el sistema de capas concéntricas, y también la coexistencia de centros y redes multifocales. Las fórmulas fractales se aplican a todos estos sistemas, y la idea de holones, sustentada por Koestler, implica que cada partícula de una organización jerárquica ejerce una función de supeditación hacia “órdenes” emanadas de un “nivel superior” al cual permanece permeable y una función de “ordenamiento” hacia un “nivel inferior” con el cual también se comunica. En cuanto a la relación entre la representación y lo representado comencemos por decir que frente a la presencia que se percibe “físicamente”, existe la re-presentación (teatral o fotográfica, por ejemplo) que se siente como un drama histórico y el re-presentante abstracto, que nace como un concepto que intenta captar la esencia formal (general) de cada experiencia particular. La existencia de signos y símbolos (sean concientes o inconcientes) supone, por lo menos, la colaboración de dos instancias (que Freud denominaba “inscripciones”). La instancia de aquello que es representado y la instancia de aquello que asume la representación. Ambas instancias deberán integrarse en un sistema de funcionamiento armónico que convoca nuevamente la existencia de “niveles” jerárquicos, cada uno de los cuales es una partícula “bifronte” que asume funciones diferentes en su relación con otros elementos. La idea de una “doble inscripción” de las representaciones culmina por fin, en 1938, en la formulación de la primera hipótesis fundamental del psicoanálisis, que postula la existencia de un aparato psíquico que se extiende en el espacio. Claro está que se trata de un espacio imaginario, razón por la cual Freud recurre a la metáfora de un telescopio, o un microscopio, porque en ellos la formación de la imagen ocurre en un “lugar” virtual.

Si tenemos en cuenta que el significado define al psiquismo inconciente, queda claro que no podemos utilizarlo para definir a la conciencia. Si volvemos a la idea de que la conciencia puede ser definida diciendo que es noticia de un significado, llegamos a la conclusión que las dos diferencias fundamentales que caracterizan una organización nos permiten comprender mejor a que nos referimos cuando decimos “noticia”. La relación que existe entre la noticia y el significado del cual se tiene noticia, puede corresponder, desde otro “ángulo”, con la relación entre representante y representado, y con la oposición a la cual nos referimos simbólicamente con los términos  “central” y “periférico”.


Forma y sustancia; sujeto y objeto

Las dos diferencias fundamentales que caracterizan una organización, a las cuales aludimos con los términos “representante-representado” y “central-periférico”, que confluyen en la idea de jerarquía, y que  generan la necesidad de la primera hipótesis, dan lugar a dos nuevas diferencias que sirven de fundamento a conceptos que son claves de la teoría psicoanalítica.
Nos referimos a la diferencia entre forma y sustancia y a la diferencia entre sujeto y objeto. La forma, como se ve claramente si pensamos en el concepto triángulo, se manifiesta en la materia, pero no es en sí misma material. La idea de modo, manera y función, es una parte integrante del concepto de forma, como se ve claramente cuando pensamos en el rigor formal de un razonamiento matemático o en la formalidad de un trato protocolar. Así como la idea de materia o sustancia está implícita en la idea de un cuerpo físico, la idea de forma confluye con la idea de sentido y finalidad que constituye al existente psíquico. La posibilidad de distinguir entre forma y sustancia permite comprender el fenómeno que denominamos transferencia, por obra del cual una forma se transfiere desde una a otra sustancia.

Podemos decir que la forma “viaja” del cuño a la moneda. Si tenemos en cuenta que lo que viaja como “forma” confluye con lo que denominamos psiquismo, podemos decir que el viajero no es otro que “el fantasma en la máquina”. La diferencia entre forma y sustancia fundamenta los conceptos de abstracto, como “

 

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