Internet, el éxtasis inquietante | 02 AGO 06

¿Tecnólatras o tecnofóbicos?

Un libro que nos facilita el raro privilegio de asistir a una polémica entre dos pensadores brillantes.
Autor/a: Daniel Flichtentrei para IntraMed 
INDICE: 


Nadie puede quedar ajeno al debate sobre las virtudes o los defectos de Internet. Usuarios o espectadores, todos formamos parte de un mundo que exhibe la impronta de la comunicación virtual, de la información agobiante, de la multiplicación de los mensajes o de la brutal desigualdad en el acceso a estas herramientas. La imposibilidad de la indiferencia, la generalización de los efectos colaterales, las metástasis comunicacionales nos igualan al menos en este aspecto del presente.

Cuando una cuestión se “naturaliza” por el impacto que ejerce su presencia masiva en la vida cotidiana, siempre resulta atractivo escuchar la opinión de los pensadores que, desarticulando los dispositivos de aquella naturalización, nos acompañan a reflexionar con sensibilidad e inteligencia acerca del fenómeno.

"¿Internet? Si confiamos en sus más fervientes adeptos, la transmutación del plomo real en oro virtual ha comenzado: Internet o la promesa de un mundo mejor, pacificado por el intercambio y la comunicación. Los adversarios de la Red esgrimen, por su parte, la amenaza –¿simétrica?– de un nuevo totalitarismo de la comunicación en el mejor de los cibermundos.

El filósofo Alain Finkielkraut desconfía más del Paraíso prometido por unos que del Infierno anunciado por los otros. Autor-lector, productor-consumidor, el usuario de las nuevas máquinas goza de una “libertad fatal”: una libertad de la cual no puede escapar.



Según el investigador Paul Soriano, no es Internet lo que está en juego, sino más bien la convergencia de tres fenómenos, de orden técnico, económico e ideológico. Tres fenómenos distintos pero unidos en una voluntad común: la de disolver en el Gran Todo Virtual todo aquello que nace, se afirma, perdura, diverge y se enfrenta en el tiempo y el espacio propiamente humanos.”



Finkielkraut
cree que la nueva utopía formula pronósticos más certeros que la retórica crepuscular de los apocalípticos y, justamente por ese motivo, es que debería darnos miedo. Cuando todos nuestros deseos se satisfacen al instante, cuando el mundo es un menú que podemos combinar a nuestro antojo en un zapping permanente: ¿Qué ocurrirá con lo que resiste? ¿Qué sucede con lo exterior, con el no-yo? ¿En qué se convierte el mundo si el mundo es “mi mundo”? La sumisión de la realidad a sus representaciones no es una libertad ilusoria sino una libertad fatal.

Sentados en nuestras butacas oprimimos controles a demanda con un pode

 

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